¿Golpe de estado? y columna
Resulta que en Baja California Norte (en realidad Baja California a secas, sin detrimento de Baja California Sur, que sí se llama Baja California Sur) el ejército mexicano ha tomado en sus manos la persecución al narcotráfico. Abrió una línea telefónica para denuncias y se comprometió a combatir a los narcotraficantes.
El pequeño problema es que se trata de una medida anticonstitucional, porque la persecución del crimen (organizado o no) es competencia exclusiva del Ministerio Público, ya sea estatal o federal, según el delito del que se trate, y en su caso de las policías municipales. Según la Constitución, los militares --como en El Salvador-- sólo están para defender la soberanía nacional y para ciertas labores internas, que se dan bajo condiciones específicas y que no incluyen la persecución del crimen. Ya ha habido cuestionamientos por la existencia de la Policía Federal Preventiva, conformada por militares que son dados de baja para que puedan pasar, precisamente, a la PFP.
Uno de los factores que impiden que el ejército se meta en cuestiones policiales es el derecho al debido proceso: no está facultado para determinar quién puede ser acusado y quién no, por cuáles delitos y por cuáles no, y no puede someter al fuero militar a civiles. En términos simples, si agarran a un narco, están violando su derecho al debido proceso, y el tipo quedará en libertad, punto. Luego el Ministerio Público tendrá que armar el caso y volver a empezar, con suerte. (Me dice CMH que, además, México --como El Salvador-- es signatario de la Convención Americana de Derechos Humanos, y debe responder a ésta en el caso del que se habla aquí. Es decir: no se puede por ningún lado.)
La jornada pone énfasis en el aspecto anticonstitucional de la medida, pero hay otros factores que pueden tomarse en cuenta.
En lo anecdótico, el presidente Calderón ha tratado de quedar bien con el ejército; no sólo se vistió de comandante en jefe --le queda bastante mal, si me preguntan, y pocos presidentes mexicanos se han vestido de militares desde 1917--, sino que apareció en el desfile del Día de la Independencia con sus hijos vestidos de mayor y de coronel, algo no sólo anticonstitucional también --de lo cual él es responsable, como padre de menores de edad que caen en falta--, sino también de mal gusto. Y ha querido apoyarse, con no muy buenos resultados, en la PFP que, como se dijo, está conformada por soldados y oficiales dados de baja.
Es cierto que maneja un discurso bastante autoritario, pero resulta curioso que el ejército haya "asumido" las labores policiales en Baja California sin siquiera mencionar que fue por órdenes del único que podría darlas, así fuera anticonstitucionalmente, o sea el comandante en jefe del ejército. Calderón tampoco ha dicho nada, aunque de seguro pronto lo dirá, ya sea para dar muestras de poder o para justificar la medida y no verse débil; quizá se trate sólo de un tiro de prueba de él mismo para ver si es chicle y pega, y puede militarizar las zonas de conflicto, como Guerrero o Sinaloa.
Por el modo como se da el asunto, y por las experiencias en estos nuestros países bananeros (con la desventaja para El Salvador de que no tiene bananos, por una plaga que hubo por allí de los sesenta), el asunto suena más bien a que los militares están "haciéndose cargo" del poder en al menos una parte del territorio mexicano, con o sin el aval del presidente. Y en ambos casos cualquiera podría pensar en un golpe de estado local (o estatal si se quiere, por el sistema federado que hay en México). En el peor, es otro tiro de prueba, pero no del presidente, sino de los militares, para ver la factibilidad y viabilidad de un golpe de estado de verdad.
¡¿Golpe de estado en México?! Suena a paranoia. También me sonaba a paranoia, antes de que ocurriera, la posibilidad de un fraude electoral para que --precisamente-- Calderón llegara al poder.
Como sea, el asunto muestra una terrible debilidad del gobierno mexicano actual, ya sea porque tiene que recurrir al ejército para labores policiales, aun sabiendo que será infructuoso --a menos que se pongan a matar narcos in situ, pero no: suena a paranoia--, o porque el ejército asume por sí mismo tareas que no le corresponden.
Aunque se encuentra dentro de la estructura del Poder Ejecutivo, como en todas partes, el ejército se cuece aparte, con reglas y poderes aparte, y de allí el peligro de integrarlo o que se integre a labores que no le corresponden, como ocurrió en El Salvador con los planes Mano Dura y Súper Mano Dura. El poder militar es algo que los salvadoreños vivimos durante varias décadas del siglo XX, y me imagino que habrá quien quiera que eso regrese, pero mejor no, la verdad.
Una excepción interesante fue inventada en la primera mitad del siglo XX, creo que por el dictador hondureño Tiburcio Carías, contemporáneo del salvadoreño Maximiliano Hernández Martínez y del guatemalteco Jorge Ubico. Lo que hacía era nombrar militares a los que conspiraban en su contra y a los opositores más peligrosos. Y no sólo los nombraba militares, sino también generales. Así, en el momento de alzarse contra él, los acusaba de alta traición y caían bajo el fuero militar, con lo que podía no sólo meterlos presos --y además degradarlos: ¡ah, la gloria efímera...!--, sino hasta fusilarlos. (Aquí está la entrada de Wikipedia, que no lo menciona; quizá se trata de otro dictador. Y aquí dice que el estadio nacional de fútbol lleva su nombre, lo que son las cosas... No, no conozco Honduras, si exceptuamos las veces que he pasado por tierra hacia Nicaragua.)
Y va la columna de esta semana en Centroamérica 21. Puede encontrarse en este link. La de Krisma --que está bastante ácida, por eso me cae bien esa mujer-- puede hallarse aquí.
(Esta semana en CA21 hay cosas bastante interesantes, como la nota de Jacinta Escudos acerca de Alfonsina Storni, en su serie sobre escritores suicidas. También hay un recuento de Tere Andrade acerca de las elecciones presidenciales desde 2004, que esta de leerse. Esta semana aparece la segunda parte, dedicada a las elecciones de 1999, y la pasada trató obviamente de las de 1994. Hay también un comentario acerca de cómo el FMLN está pasando por encima del CD en materia de alianzas electorales, y cómo el CD lo aguanta; me gustaría escribir acerca de eso para la próxima. Hay varias notas que aún no he leído, por eso no las menciono; ésas valen la pena.)
Tácticas y estrategias
Rafael Menjívar Ochoa
ARENA lanzó, a finales de 2007, una andanada de salva para forzar al FMLN a adelantar el anuncio de su fórmula presidencial para las elecciones de 2009. Apenas se oficializó que estaría compuesta por Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén y se preparó la proclamación, se desinfló de un día para otro la carrera que habían iniciado la vicepresidenta Ana Vilma de Escobar y el ministro de Seguridad Pública, René Figueroa, aunque la primera reitere sus intenciones.
Hay quien habla que las pugnas internas han frenado el nombramiento de un candidato en el partido de gobierno. Las pugnas existen, y por primera vez desde 1994 son más evidentes que las de la izquierda institucionalizada, en vista de que el FMLN ha logrado moderarse ante sí mismo de un modo que no se había visto en toda su historia. Pero no han sido esas pugnas las que han detenido a la derecha en los momentos decisivos, y más bien las apuestas parecen ser otras.
ARENA, en efecto, forzó la proclamación de la fórmula efemelenista, de manera prematura, con varios objetivos posibles. El principal –que hasta ahora no ha funcionado– fue dejar que el propio FMLN hiciera el trabajo sucio que generalmente le corresponde a los operadores de la derecha: que saltaran las evidentes incompatibilidades entre el candidato Funes y la dirigencia del FMLN, en especial con el candidato a la vicepresidencia. Y no es que en las filas de la izquierda haya concordia, sino que se ha dejado los desacuerdos internos para mejor ocasión o lugar, o quizá la falta de presión de la derecha ha evitado males mayores.
Ligado a esto, seguramente ARENA buscaba el desgaste de la fórmula Funes–Sánchez Cerén ante la opinión pública. Pero este último se ha mantenido en un casi silencioso segundo plano, y Funes ha aprovechado no sólo para hacer proselitismo entre los salvadoreños en el país y en Estados Unidos –con todo y que es contrario al espíritu de la ley electoral, así la letra dé cabida a tecnicismos–, sino también para hacer lobby con empresarios y políticos del país del norte.
Aquí hay un factor que quizá justifique el inicio adelantado de la campaña de la izquierda y el retraso de la de ARENA: las perspectivas para las elecciones presidenciales en Estados Unidos, en noviembre próximo.
Las probabilidades dan una derrota al Partido Republicano, más que una victoria a los demócratas, cuyas piezas más fuertes son una mujer y un afroamericano, algo impensable para ese país en otras circunstancias. En teoría, la actitud de Washington ante un gobierno de izquierda en El Salvador sería menos severa que con el actual presidente, y la figura de Funes puede ser importante si se le da el tiempo y los espacios necesarios, esto es: si el FMLN no cae en lo de siempre, es decir sabotearse a sí misno. El desgaste previsto podría trocarse por una actitud menos desfavorable de Estados Unidos.
Por otra parte, a ARENA le conviene ver cómo se mueven las tendencias en Washington antes de comprometerse con el votante más poderoso del mundo. La cercanía del presidente Saca con George W. Bush, la guerra de Irak –uno de los puntos clave para un posible triunfo demócrata– y el envío de tropas salvadoreñas, con todo y el rechazo de mucha población y de otros países, pueden ser factores que deban considerarse y, quizá, revertirse. Y eso requiere de planificar una estrategia para obtener, si no el apoyo abierto del gobierno resultante, al menos la confianza en el mantenimiento del establishment.
Allí hay una gran diferencia, con respecto a Estados Unidos, entre ARENA y el FMLN: el primero sólo tiene que planear un buen lobby, mientras que el segundo debe contraer compromisos que implican cambios radicales en su modo de decir las cosas, y también de hacerlas o de dejar de hacerlas. Está en el juego de convencer de que no planteará cambios más allá de lo “aceptable” por el sistema estadounidense, que no depende necesariamente del partido en el poder. Funes podrá convencer de que su actitud es la “adecuada”, pero hay un partido detrás de él con principios y objetivos declarados que quizá no sea una opción para demócratas o republicanos. Y también la población salvadoreña –la principal involucrada– esperará algo similar.
Otro de los motivos por los que ARENA habría retrasado su fórmula presidencial podría ser para esperar que se defina cuál será la relación –si la hay– entre el FMLN, el CD y el FDR. Se ha tomado como un axioma que el FMLN no puede ganar solo las elecciones, y que necesita de una alianza para atraer votantes. La alianza, como se planteó en un principio, implicaría la adopción parcial del ideario de los partidos de centro, y en ese sentido el CD fue firme en un inicio. Ahora, más que una alianza se ve la búsqueda de una simple repartición de cargos dentro del probable futuro gobierno y en ciertas alcaldías del país.
El FMLN sigue partiendo de que el triunfo será suyo. Por el momento nada lo desmiente y, al contrario, las encuestas dan como favorito a Funes. Pero hay dos factores fundamentales: ARENA aún no ha nombrado a su candidato y la campaña electoral aún no ha comenzado. Funes es un excelente candidato, pero por el momento va solo. Seguro que pronto comenzarán a salir los ases de debajo de la manga, y tendremos talvez la elección más intensa que haya vivido El Salvador de la posguerra.
El pequeño problema es que se trata de una medida anticonstitucional, porque la persecución del crimen (organizado o no) es competencia exclusiva del Ministerio Público, ya sea estatal o federal, según el delito del que se trate, y en su caso de las policías municipales. Según la Constitución, los militares --como en El Salvador-- sólo están para defender la soberanía nacional y para ciertas labores internas, que se dan bajo condiciones específicas y que no incluyen la persecución del crimen. Ya ha habido cuestionamientos por la existencia de la Policía Federal Preventiva, conformada por militares que son dados de baja para que puedan pasar, precisamente, a la PFP.
Uno de los factores que impiden que el ejército se meta en cuestiones policiales es el derecho al debido proceso: no está facultado para determinar quién puede ser acusado y quién no, por cuáles delitos y por cuáles no, y no puede someter al fuero militar a civiles. En términos simples, si agarran a un narco, están violando su derecho al debido proceso, y el tipo quedará en libertad, punto. Luego el Ministerio Público tendrá que armar el caso y volver a empezar, con suerte. (Me dice CMH que, además, México --como El Salvador-- es signatario de la Convención Americana de Derechos Humanos, y debe responder a ésta en el caso del que se habla aquí. Es decir: no se puede por ningún lado.)
La jornada pone énfasis en el aspecto anticonstitucional de la medida, pero hay otros factores que pueden tomarse en cuenta.
En lo anecdótico, el presidente Calderón ha tratado de quedar bien con el ejército; no sólo se vistió de comandante en jefe --le queda bastante mal, si me preguntan, y pocos presidentes mexicanos se han vestido de militares desde 1917--, sino que apareció en el desfile del Día de la Independencia con sus hijos vestidos de mayor y de coronel, algo no sólo anticonstitucional también --de lo cual él es responsable, como padre de menores de edad que caen en falta--, sino también de mal gusto. Y ha querido apoyarse, con no muy buenos resultados, en la PFP que, como se dijo, está conformada por soldados y oficiales dados de baja.
Es cierto que maneja un discurso bastante autoritario, pero resulta curioso que el ejército haya "asumido" las labores policiales en Baja California sin siquiera mencionar que fue por órdenes del único que podría darlas, así fuera anticonstitucionalmente, o sea el comandante en jefe del ejército. Calderón tampoco ha dicho nada, aunque de seguro pronto lo dirá, ya sea para dar muestras de poder o para justificar la medida y no verse débil; quizá se trate sólo de un tiro de prueba de él mismo para ver si es chicle y pega, y puede militarizar las zonas de conflicto, como Guerrero o Sinaloa.
Por el modo como se da el asunto, y por las experiencias en estos nuestros países bananeros (con la desventaja para El Salvador de que no tiene bananos, por una plaga que hubo por allí de los sesenta), el asunto suena más bien a que los militares están "haciéndose cargo" del poder en al menos una parte del territorio mexicano, con o sin el aval del presidente. Y en ambos casos cualquiera podría pensar en un golpe de estado local (o estatal si se quiere, por el sistema federado que hay en México). En el peor, es otro tiro de prueba, pero no del presidente, sino de los militares, para ver la factibilidad y viabilidad de un golpe de estado de verdad.
¡¿Golpe de estado en México?! Suena a paranoia. También me sonaba a paranoia, antes de que ocurriera, la posibilidad de un fraude electoral para que --precisamente-- Calderón llegara al poder.
Como sea, el asunto muestra una terrible debilidad del gobierno mexicano actual, ya sea porque tiene que recurrir al ejército para labores policiales, aun sabiendo que será infructuoso --a menos que se pongan a matar narcos in situ, pero no: suena a paranoia--, o porque el ejército asume por sí mismo tareas que no le corresponden.
Aunque se encuentra dentro de la estructura del Poder Ejecutivo, como en todas partes, el ejército se cuece aparte, con reglas y poderes aparte, y de allí el peligro de integrarlo o que se integre a labores que no le corresponden, como ocurrió en El Salvador con los planes Mano Dura y Súper Mano Dura. El poder militar es algo que los salvadoreños vivimos durante varias décadas del siglo XX, y me imagino que habrá quien quiera que eso regrese, pero mejor no, la verdad.
Una excepción interesante fue inventada en la primera mitad del siglo XX, creo que por el dictador hondureño Tiburcio Carías, contemporáneo del salvadoreño Maximiliano Hernández Martínez y del guatemalteco Jorge Ubico. Lo que hacía era nombrar militares a los que conspiraban en su contra y a los opositores más peligrosos. Y no sólo los nombraba militares, sino también generales. Así, en el momento de alzarse contra él, los acusaba de alta traición y caían bajo el fuero militar, con lo que podía no sólo meterlos presos --y además degradarlos: ¡ah, la gloria efímera...!--, sino hasta fusilarlos. (Aquí está la entrada de Wikipedia, que no lo menciona; quizá se trata de otro dictador. Y aquí dice que el estadio nacional de fútbol lleva su nombre, lo que son las cosas... No, no conozco Honduras, si exceptuamos las veces que he pasado por tierra hacia Nicaragua.)
* * *
Y va la columna de esta semana en Centroamérica 21. Puede encontrarse en este link. La de Krisma --que está bastante ácida, por eso me cae bien esa mujer-- puede hallarse aquí.
(Esta semana en CA21 hay cosas bastante interesantes, como la nota de Jacinta Escudos acerca de Alfonsina Storni, en su serie sobre escritores suicidas. También hay un recuento de Tere Andrade acerca de las elecciones presidenciales desde 2004, que esta de leerse. Esta semana aparece la segunda parte, dedicada a las elecciones de 1999, y la pasada trató obviamente de las de 1994. Hay también un comentario acerca de cómo el FMLN está pasando por encima del CD en materia de alianzas electorales, y cómo el CD lo aguanta; me gustaría escribir acerca de eso para la próxima. Hay varias notas que aún no he leído, por eso no las menciono; ésas valen la pena.)
Tácticas y estrategias
Rafael Menjívar Ochoa
ARENA lanzó, a finales de 2007, una andanada de salva para forzar al FMLN a adelantar el anuncio de su fórmula presidencial para las elecciones de 2009. Apenas se oficializó que estaría compuesta por Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén y se preparó la proclamación, se desinfló de un día para otro la carrera que habían iniciado la vicepresidenta Ana Vilma de Escobar y el ministro de Seguridad Pública, René Figueroa, aunque la primera reitere sus intenciones.
Hay quien habla que las pugnas internas han frenado el nombramiento de un candidato en el partido de gobierno. Las pugnas existen, y por primera vez desde 1994 son más evidentes que las de la izquierda institucionalizada, en vista de que el FMLN ha logrado moderarse ante sí mismo de un modo que no se había visto en toda su historia. Pero no han sido esas pugnas las que han detenido a la derecha en los momentos decisivos, y más bien las apuestas parecen ser otras.
ARENA, en efecto, forzó la proclamación de la fórmula efemelenista, de manera prematura, con varios objetivos posibles. El principal –que hasta ahora no ha funcionado– fue dejar que el propio FMLN hiciera el trabajo sucio que generalmente le corresponde a los operadores de la derecha: que saltaran las evidentes incompatibilidades entre el candidato Funes y la dirigencia del FMLN, en especial con el candidato a la vicepresidencia. Y no es que en las filas de la izquierda haya concordia, sino que se ha dejado los desacuerdos internos para mejor ocasión o lugar, o quizá la falta de presión de la derecha ha evitado males mayores.
Ligado a esto, seguramente ARENA buscaba el desgaste de la fórmula Funes–Sánchez Cerén ante la opinión pública. Pero este último se ha mantenido en un casi silencioso segundo plano, y Funes ha aprovechado no sólo para hacer proselitismo entre los salvadoreños en el país y en Estados Unidos –con todo y que es contrario al espíritu de la ley electoral, así la letra dé cabida a tecnicismos–, sino también para hacer lobby con empresarios y políticos del país del norte.
Aquí hay un factor que quizá justifique el inicio adelantado de la campaña de la izquierda y el retraso de la de ARENA: las perspectivas para las elecciones presidenciales en Estados Unidos, en noviembre próximo.
Las probabilidades dan una derrota al Partido Republicano, más que una victoria a los demócratas, cuyas piezas más fuertes son una mujer y un afroamericano, algo impensable para ese país en otras circunstancias. En teoría, la actitud de Washington ante un gobierno de izquierda en El Salvador sería menos severa que con el actual presidente, y la figura de Funes puede ser importante si se le da el tiempo y los espacios necesarios, esto es: si el FMLN no cae en lo de siempre, es decir sabotearse a sí misno. El desgaste previsto podría trocarse por una actitud menos desfavorable de Estados Unidos.
Por otra parte, a ARENA le conviene ver cómo se mueven las tendencias en Washington antes de comprometerse con el votante más poderoso del mundo. La cercanía del presidente Saca con George W. Bush, la guerra de Irak –uno de los puntos clave para un posible triunfo demócrata– y el envío de tropas salvadoreñas, con todo y el rechazo de mucha población y de otros países, pueden ser factores que deban considerarse y, quizá, revertirse. Y eso requiere de planificar una estrategia para obtener, si no el apoyo abierto del gobierno resultante, al menos la confianza en el mantenimiento del establishment.
Allí hay una gran diferencia, con respecto a Estados Unidos, entre ARENA y el FMLN: el primero sólo tiene que planear un buen lobby, mientras que el segundo debe contraer compromisos que implican cambios radicales en su modo de decir las cosas, y también de hacerlas o de dejar de hacerlas. Está en el juego de convencer de que no planteará cambios más allá de lo “aceptable” por el sistema estadounidense, que no depende necesariamente del partido en el poder. Funes podrá convencer de que su actitud es la “adecuada”, pero hay un partido detrás de él con principios y objetivos declarados que quizá no sea una opción para demócratas o republicanos. Y también la población salvadoreña –la principal involucrada– esperará algo similar.
Otro de los motivos por los que ARENA habría retrasado su fórmula presidencial podría ser para esperar que se defina cuál será la relación –si la hay– entre el FMLN, el CD y el FDR. Se ha tomado como un axioma que el FMLN no puede ganar solo las elecciones, y que necesita de una alianza para atraer votantes. La alianza, como se planteó en un principio, implicaría la adopción parcial del ideario de los partidos de centro, y en ese sentido el CD fue firme en un inicio. Ahora, más que una alianza se ve la búsqueda de una simple repartición de cargos dentro del probable futuro gobierno y en ciertas alcaldías del país.
El FMLN sigue partiendo de que el triunfo será suyo. Por el momento nada lo desmiente y, al contrario, las encuestas dan como favorito a Funes. Pero hay dos factores fundamentales: ARENA aún no ha nombrado a su candidato y la campaña electoral aún no ha comenzado. Funes es un excelente candidato, pero por el momento va solo. Seguro que pronto comenzarán a salir los ases de debajo de la manga, y tendremos talvez la elección más intensa que haya vivido El Salvador de la posguerra.
2 comentarios:
Me parece que tienes razón. Entregar una región al ejército, a mí como francés me recuerda lo que ocurrió en Argelia, en los años 50. Y Francia era un estado de derecho. Nada más dejó de serlo y ya. Luego ocurrió lo que todos saben. Los militares, con el visto bueno de la administración, hicieron lo que se les antojó. Y lo hicieron tan bien que depués de terminada la guerra de Argelia fueron a Brasil, Bolivia, Argentina, Chile, a explicar a los otros cómo se hacían las cosas. O sea que sí creo que tienes razón cuando te parece preocupante lo que está ocurriendo en México. Creo que a un militar siempre hay que llevarlo a mecate corto. Darle rienda suelta, como hicimos los franceses en Argelia, o como hizo Fujimori en Perú, sólo puede llevar a una tragedia.
Da susto, ¿no?
Y Argelia no existe. Ni Alesia.
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