13 de febrero de 2008

Querido diario.... (IX)

Y cuando ya estaba casi listo el segundo borrador y todo había caído en su lugar, zaz, resulta que "allá" hay rotación en la presidencia colegiada --sí, hay una presidencia colegiada-- y que, por primera vez, una coreana será Primera Presidenta. No voy a contar detalles, porque se arruinaría la tensión para quienes lleguen a leer la novela; sólo digo que eso me obligó a regresar otra vez al mismísimo primer párrafo y empezar a añadir un montón de datos y a ajustar todo lo demás.
Y de eso se trata: de crear nuevos puntos de tensión. La acción en la novela es poca; la tensión está enfocada, en esta primera parte, en el recuento del apocalipsis que ha llevado a que todo un mundo se vea reducido a una ciudad inmensa, o eso es lo que creen los/las --más las que los-- habitantes de la Ciudad. Los crímenes, cómo se cometen, el autor, la invesrigación --que tiene ramificaciones interesantes-- están a la vista. No hay misterio. El misterio es precisamente el ambiente que provoca todos esos hechos.
Creo que desde el primer borrador ya había una historia lista para ser leida, bonitos personajes y buenas tramas. A medida que se ha ido complicando, la novela está tomando otras proporciones. Con todo y que no sale de un ámbito restringido --un asesino en serie, profesionales del crimen desde ambos lados de la barrera, un movimiento social subterráneo que se apodera de los mecanismos del poder, etcétera--, ya puede verse todo un contexto interno que cada vez es más político, aunque sólo alcance a entederse en toda su proporción a través de los dramas personales, que por algo es novela y no ensayo (post)histórico.
En esta novela en particilar me he dado cuenta de que uno no se inventa los detalles, sino que están alli desde siempre, y hay que detectrlos y decidir si son importantes o no. El texto es siempre una estructura, o no será, y "pide" que ocurran cosas que uno ni idea.
Ahora estoy en dos procesos:
1. Darle vida, personalidad y un papel activo --aunque ausente-- a la mamá de psicópata. Eso cambia el carácter de su regreso a la tierra de la que se autoexilió, que es de lo que se habla desde la primera línea. (De la tercera, no exageremos.)
2. La mano derecha de la Directora etsá dañada --eso debe saberse desde el segundo capítulo, cuando aparece por primera vez, aunque lo descubrí en el siete o el nueve, no recuerdo--; hay que trabajarlo desde el principio para que, llegado el momento, no parezca un parche, y hay que darle una utilidad dentro de la novela.
Así que estoy entra y sale del primer capítulo mientras avanzo en los demás, donde voy poniendo las cosas que debían estar desde antes.
El cuaderno naranja --el segundo cuaderno, pues-- ya casi se terminó. (Hay uno verde listo para empezar a cumplir con su deber.) Estoy trabajando sobre una impresión, pero hay que añadir trozos de buen tamaño, que escribo en el susodicho cuaderno. La impresión ya es un masacote de correcciones en tinta negra (he vuelto a la Parker 45, que no es verde como la Vaio, sino azul).
El capitulo 11 aún me falta terminarlo. Es el único pendiente. Y es así porque no he encontrado las motivaciones de la forense joven para matar al tipo al que mata. No las veo. No sé si las haya. Todos estos cambios están heciéndome sospechar que no es ella la encargada del crimen. (De que debe haber crimen, debe haberlo.) El personaje no ha perdido fuerza, pero los demás han crecido bastante y la están dejando atrás. Entonces:
1. El capítulo 11 es el adecuado para hacerla crecer y usarla en la segunda parte.
2. Me tengo que deshacer de ella.
No me gusta la segunda solución. Le pasan cosas muy fuertes que tienen que ver con el armado de la novela, y seria una pena haberla preparado durante tanto tiempo, y con tanto detalle y sutileza, para decir: "Bueno, la muchacha se baja aquí y seguimos sin ella."
Lo anterior me recuerda a los personajes truncos de García Márquez en Cien años de soledad (de los que hablé un poco aquí): arma un buen personaje y, justo cuando va a empezar a actuar por su cuenta, lo mata. Me da la impresión de que lo mata precisamenta para no tener que ponerlo a actuar en serio. En cierta medida no lo culpo; con la cantidad de personajes fuertes que tiene en Cien años, le harían falta varios cientos de páginas más para resolverlos a todos, o a los más interesantes. Uno aquí nomás, humilde con su media docena de personajes; quizá por eso no quiera desperdiciarlos.
Por otra parte, puedo jugar al "patria o muerte": que la forense joven mate al fulano y dejar para la segunda parte la búsqueda de la explicación. Quizá allí esté. No lo sé, porque todavía no la he comenzado; para eso es el cuaderno verde.
Y para después del verde --que seguro se acabará-- tengo uno amarillo. Y, su éste se acaba, otros dos verdes y otro naranja y uno cafecito. Por cuadernos no paramos. Y si éstos no alcanzan, hay unos grandes. Y, si no, para eso están las papelerías, y para eso tengo un stock de cuadernos de todo tipo. Nada más que los Calligraphe de 48 páginas me han gustado para esa historia. Hay uno de 192 páginas que no quiero tocar para esta novela, aunque me mira con ojos sexis desde el librero; lo tengo reservado para otra cosa.
Si tan sólo alguien me diera un doctorado en narrativa... Quizá fuera más fácil. Menos divertido, pero más fácil. (¿A quién le interesan las cosas fáciles en literatura, si se pueden complicar a gusto?)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo se que todavia falta bastante, pero cuando esté lista se va a disponibiliza la venta por internet?

Acuerdate de los que estamos lejos.

Saludos

Carlos

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Ni idea... Ahora la onda es terminarla. A ver quién se avienta luego a publicarla. No creo que esté lista antes de un año.