El teléfono robado de Krisma
Hace un par de días le robaron el celular a Krisma. Varias personas la rodearon en el centro de la ciudad, como si fueran peatones apresurados, y uno de ellos le sacó el teléfono de la bolsa. Bastante limpio.
Hoy en la mañana llamaron desde su teléfono a mi celular. Contesté y la persona del otro lado se quedó callada. Colgó. Llamé entonces yo. No contestaron. Volví a llamar. Abrieron la línea, pero no contestaron. Tercera llamada. Abrieron la línea y colgaron. Seguramente el ladrón, pensé, porque llamar a los teléfonos de la agenda es el equivalente tecnológico de volver al lugar del crimen. Llamé desde el teléfono fijo para al menos desahogarme un poco.
Marqué. Descolgaron (o como se diga cuando uno apachurra el botoncito verde). Empecé a decirle al que estuviera al otro lado que era un ladrón (ya lo sabría, pero la redundancia es un recurso útil ante la impotencia), que qué cobarde por no contestar, cosas así, en el tono más dulce que me salió. Y de repente contesta una señora que bien podría ser mi tía y pregunta: "¿Con quién desea hablar?"
Le digo que el teléfono es de mi esposa y que se lo robaron, que ella es cómplice de un delito. Me dice que lo compró "a unas personas", y que pagó 35 dólares por él, más lo que le costó el cargador (unos 5 dólares más). Le digo que no puede ser: el teléfono cuesta 40 dólares (un Siemens azul de lo más simple para las cosas que se ven ahora), y que evidentemente conoce a los ladrones. Dice que no, que el teléfono cuesta 45, y que por eso lo compró, porque le salía barato, y que si le doy lo que pagó con gusto me lo devuelve.
Después de un rato de plática, resulta evidente que:
1. La señora sabía que estaba comprando un teléfono robado.
2. Le tiene sin cuidado que sea robado, y hasta le parece que es mejor.
3. No le costó 35 dólares; lo más probable es que se lo hayan dado a 20 o 25. Pero ve la oportunidad de sacar una ganancia a partir de un delito, y así sumarle al robo algo de extorsión.
4. Conoce a los ladrones. Me dijo que uno de ellos le dijo que ya no le gustaba y que quería comprar otro nuevo, así que se lo vendió "barato". Después me dice que lo compró "en la calle", que quién sabe quién se lo vendió, pero que va a exigir que le devuelvan su dinero. Un costal de contradicciones, la pobre.
5. La señora no considera que el teléfono no sea de ella y sí de la persona a la que se lo robaron, porque lo compró, y peor aún: no puede ser robado, porque lo compró. Y viene el chantaje moral por no entenderla, y casi logra que me sienta mal.
Al final me colgó, y me pareció que se había tardado, porque me puse insolente; así no se trata a alguien de su edad, compre o no compre cosas robadas. Entonces llamé a Telecom y reporté el robo. Me pidieron mi nombre, mi número de identificación y lo desactivaron. Como lo habíamos comprado en paquete, el contrato estaba a mi nombre.
Y viene lo que sigue: ¿qué pasa con el número? ¿Se puede recuperar? No, dice amablemente la señora que me atiende. Es de prepago, y lo único que puede hacerse es suspenderlo. El chip simplemente ya no funciona, ni volverá a funcionar. Hay que comprar otro teléfono, con otro chip, y lo robado, robado está.
Pienso en la señora. Va a tener que pagar 15 dólares por un chip nuevo, a menos que lo compre robado también, y entonces le saldrá como en 5 o 7. Si de verdad lo compró al precio que me dijo, saldrá perdiendo 10, en lugar de ahorrarse 5. Si no, pues el total le costará lo que cuesta normalmente el teléfono nuevo, pero el de Krisma ya tiene más de un año de uso regular.
Y en todo caso que se joda la señora; con lo baratos que son los celulares en El Salvador, bien podía comprarse uno nuevo sin permitir que un ladrón cualquiera se dedique a lo que se dedica gracias a gente como ella, que por ahorrarse 5 dólares le arruina los nervios a los prójimos y lo obliga a darle el número otra vez a tooodo el mundo.
Mi fantasía es que la doña sea la mamá del ladrón. Cuando llegue a casa, el tipo al menos va a recibir un buen regaño, por robarse cosas que se desactivan tan fácilmente. Lo malo es que será necesaria otra víctima para que el fulano compense a su mamá, y quizá hasta busque uno de ésos con palm, grabadora, reproductor de mp3, acceso a internet y cámara fotográfica y de video.
Y queda la moraleja: si compras uno robado, no llames a los números de la agenda. Porque habíamos aceptado el robo con resignación y hasta con alegría, porque no habían asustado a Krisma con un asalto de los que luego se estilan, con gritos y exposición de cuchillos. Pero la señora tuvo a bien llamar y decir que ella no iba a perder un dinero que seguramente no pagó, y que no me importa que haya pagado.
Enough, señora, is enough.
Hoy en la mañana llamaron desde su teléfono a mi celular. Contesté y la persona del otro lado se quedó callada. Colgó. Llamé entonces yo. No contestaron. Volví a llamar. Abrieron la línea, pero no contestaron. Tercera llamada. Abrieron la línea y colgaron. Seguramente el ladrón, pensé, porque llamar a los teléfonos de la agenda es el equivalente tecnológico de volver al lugar del crimen. Llamé desde el teléfono fijo para al menos desahogarme un poco.
Marqué. Descolgaron (o como se diga cuando uno apachurra el botoncito verde). Empecé a decirle al que estuviera al otro lado que era un ladrón (ya lo sabría, pero la redundancia es un recurso útil ante la impotencia), que qué cobarde por no contestar, cosas así, en el tono más dulce que me salió. Y de repente contesta una señora que bien podría ser mi tía y pregunta: "¿Con quién desea hablar?"
Le digo que el teléfono es de mi esposa y que se lo robaron, que ella es cómplice de un delito. Me dice que lo compró "a unas personas", y que pagó 35 dólares por él, más lo que le costó el cargador (unos 5 dólares más). Le digo que no puede ser: el teléfono cuesta 40 dólares (un Siemens azul de lo más simple para las cosas que se ven ahora), y que evidentemente conoce a los ladrones. Dice que no, que el teléfono cuesta 45, y que por eso lo compró, porque le salía barato, y que si le doy lo que pagó con gusto me lo devuelve.
Después de un rato de plática, resulta evidente que:
1. La señora sabía que estaba comprando un teléfono robado.
2. Le tiene sin cuidado que sea robado, y hasta le parece que es mejor.
3. No le costó 35 dólares; lo más probable es que se lo hayan dado a 20 o 25. Pero ve la oportunidad de sacar una ganancia a partir de un delito, y así sumarle al robo algo de extorsión.
4. Conoce a los ladrones. Me dijo que uno de ellos le dijo que ya no le gustaba y que quería comprar otro nuevo, así que se lo vendió "barato". Después me dice que lo compró "en la calle", que quién sabe quién se lo vendió, pero que va a exigir que le devuelvan su dinero. Un costal de contradicciones, la pobre.
5. La señora no considera que el teléfono no sea de ella y sí de la persona a la que se lo robaron, porque lo compró, y peor aún: no puede ser robado, porque lo compró. Y viene el chantaje moral por no entenderla, y casi logra que me sienta mal.
Al final me colgó, y me pareció que se había tardado, porque me puse insolente; así no se trata a alguien de su edad, compre o no compre cosas robadas. Entonces llamé a Telecom y reporté el robo. Me pidieron mi nombre, mi número de identificación y lo desactivaron. Como lo habíamos comprado en paquete, el contrato estaba a mi nombre.
Y viene lo que sigue: ¿qué pasa con el número? ¿Se puede recuperar? No, dice amablemente la señora que me atiende. Es de prepago, y lo único que puede hacerse es suspenderlo. El chip simplemente ya no funciona, ni volverá a funcionar. Hay que comprar otro teléfono, con otro chip, y lo robado, robado está.
Pienso en la señora. Va a tener que pagar 15 dólares por un chip nuevo, a menos que lo compre robado también, y entonces le saldrá como en 5 o 7. Si de verdad lo compró al precio que me dijo, saldrá perdiendo 10, en lugar de ahorrarse 5. Si no, pues el total le costará lo que cuesta normalmente el teléfono nuevo, pero el de Krisma ya tiene más de un año de uso regular.
Y en todo caso que se joda la señora; con lo baratos que son los celulares en El Salvador, bien podía comprarse uno nuevo sin permitir que un ladrón cualquiera se dedique a lo que se dedica gracias a gente como ella, que por ahorrarse 5 dólares le arruina los nervios a los prójimos y lo obliga a darle el número otra vez a tooodo el mundo.
Mi fantasía es que la doña sea la mamá del ladrón. Cuando llegue a casa, el tipo al menos va a recibir un buen regaño, por robarse cosas que se desactivan tan fácilmente. Lo malo es que será necesaria otra víctima para que el fulano compense a su mamá, y quizá hasta busque uno de ésos con palm, grabadora, reproductor de mp3, acceso a internet y cámara fotográfica y de video.
Y queda la moraleja: si compras uno robado, no llames a los números de la agenda. Porque habíamos aceptado el robo con resignación y hasta con alegría, porque no habían asustado a Krisma con un asalto de los que luego se estilan, con gritos y exposición de cuchillos. Pero la señora tuvo a bien llamar y decir que ella no iba a perder un dinero que seguramente no pagó, y que no me importa que haya pagado.
Enough, señora, is enough.
4 comentarios:
Suerte que fue sin violencia, que las secuelas psicológicas y de salud en esots casos son fuertes. Limitándome a la parte monetaria, se puede gastar más de 45 dólares sólo en medicinas o calmantes.
En cuanto a "así no se trata a alguien de su edad"... me suena que la encasillas en un tipo de señora de esas que no quebraría un plato. Y sin embargo, compra cosas robadas.
Hace como año y medio me asaltaron en la Ruta 12, de regreso a Los Planes, donde vivo. Venía Krisma conmigo, como con 8 meses de embarazo. Yo había tenido una reunión de trabajo formal y venía más o menos vestidito. Los tipos sacaron un machete bien feo y me pidieron "todo". Les di "todo": un celular, setenta y cinco centavos de dólar y tres cigarros que acababa de comprar (ya me había fumado uno). No uso reloj ni cosas asím y los tipos estaban frustrados. Me vacié las bolsas, todo el show. Al final les debió resultar obvio que alguien que viaja en la Ruta 12 no debe llevar mucho dinero en el bolsillo. Asaltaron a dos más y se bajaron. Bien feo.
Y la señora, me parece, es tan ladrona como el ladrón, y no hace falta ser joven o viejo para ser una mala persona; sólo es necesario, precisamente, ser una mala persona.
Saludos,
Rafael.
Hubo una época en que mi número de teléfono sólo se diferenciabal del teléfono privado del cuartel de los bomberos por una cifra, nada más. Y alguna noche, bastante tarde, recibo una llamada de una señora hoqueteando de las lágrimas que le anhegaban la garganta, pidiéndome que le pusiera a Fulano. Y yo ni idea de quién era Fulano. Todo quedó claro para mí al comprender que era un error, pero la señora no quería creerlo, estaba segura de que quería proteger a alguien, hasta que por fin me puse un poco nervioso y sin perder la ternura le dije que yo no era bombero. En ese momento surgió la respuesta fatídica: Pruébelo, me dijo ella. Dios mío. ¿cómo demostrar, por teléfono, que uno no es bombero? La cosa ocurrió hace como 20 años y sigo sin tener la respuesta. ¿cómo demostrar, por teléfono, que uno no es bombero?
Algo parecido me pasaba, Thierry, cuando vivía en la colonia Buenos Aires. Sólo había un número de diferencia con el bar La Ventana. Varias veces llamaron preguntando cuál era el menú del día, y la verdad es que por esos entonces no era muy variado: patacones, algún ajiaco y tamales los días de fiesta, que eran pocos. (En mi casa. En La Vantana se come bien. Y ahora también en mi casa.)
Debe haber un modo de demostrar por teléfono que uno no es bombero. Se me ocurre contestar: "¿No me ve la cara? ¿Cree que un bombero tendría una cara así?" Y colgar de inmediato, por supuesto.
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