El festival de teatro y los de siempre
El director salvadoreño Fernando Umaña, fundador de la creciente compañía Artteatro, ha logrado realizar el festival de teatro Creatividad sin fronteras durante doce años consecutivos, un récord de persistencia entre tantos proyectos estratégicos que a veces no llegan al fin de año. Me ha tocado -como nos ha tocado a muchos- verlo en busca de contactos, fondos, pasajes de avión, alojamiento y lo que haga falta para traer a tantos grupos extranjeros como sea posible, porque necesario siempre ha sido; El Salvador no es un país que se haya caracterizado por la pujanza de sus artes escénicas.
Casi siempre se topa con la indiferencia y hasta el sabotaje de otros grupos, directores, actores y artistas pero, cuando el festival se inaugura, todos reclaman que no los haya incluido en el programa, y que él aparezca con una obra -la que sea- que siempre considerarán poco representativa de lo que se hace en El Salvador: en el país hay más cosas, y quién se cree Fernando para decidir qué se presenta y qué no. Y no falta el periódico que amarra espuelas para armar una polémica innecesaria, como se muestra aquí. Ellos venden sus ejemplares, los otros se desahogan y Fernando sigue en lo suyo, aunque el mal trago quién lo quita.
Quien siempre se porta como un caballero, y le queda bien, es Roberto Salomón, que ha realizado la proeza de mantener abierto el Teatro Poma durante más de dos años, con obras montadas por salvadoreños, incluso las que él dirige y produce, siempre dignas de verse. Será porque Roberto sabe lo que es pasar las de Caín -no hay que subestimar las tribulaciones de Caín- para desarrollar un proyecto de largo alcance, y porque ese alcance no es municipal, que por algo le va tan bien en Suiza y otras Europas, como puede uno notar con sólo poner su nombre en Google.
Los teatreros y artistas en general no entienden algo obvio: los festivales no son -o no deberían ser- para que los salvadoreños muestren lo que tienen, sino para ver qué se está haciendo en otras partes, aprender lo que se deba, desechar lo desechable y platicar un rato con gente que tenga otras visiones. Lo que muchos buscan es que, al verlos, los extranjeros descubran lo geniales que son y que los inviten a otros festivales en otras partes, donde saldrán del anonimato y todas esas cosas que les pasaban a gente como Veronica Lake y Rita Hayworth, cuando Hollywood aún no era lo que siempre fue. Y así no funciona el mundo. Y de verdad que urge una escuela seria de teatro, y gente dispuesta a sufrirla.
Lo único que más o menos garantiza obra de calidad es la persistencia en el trabajo, la disciplina en el trabajo y, cómo no, el trabajo. Y pocos -si alguno- se rajan el físico por el teatro en El Salvador como Fernando Umaña, excepto el antecitado Roberto Salomón y su equipo del Teatro Poma. He dicho.
Casi siempre se topa con la indiferencia y hasta el sabotaje de otros grupos, directores, actores y artistas pero, cuando el festival se inaugura, todos reclaman que no los haya incluido en el programa, y que él aparezca con una obra -la que sea- que siempre considerarán poco representativa de lo que se hace en El Salvador: en el país hay más cosas, y quién se cree Fernando para decidir qué se presenta y qué no. Y no falta el periódico que amarra espuelas para armar una polémica innecesaria, como se muestra aquí. Ellos venden sus ejemplares, los otros se desahogan y Fernando sigue en lo suyo, aunque el mal trago quién lo quita.
Quien siempre se porta como un caballero, y le queda bien, es Roberto Salomón, que ha realizado la proeza de mantener abierto el Teatro Poma durante más de dos años, con obras montadas por salvadoreños, incluso las que él dirige y produce, siempre dignas de verse. Será porque Roberto sabe lo que es pasar las de Caín -no hay que subestimar las tribulaciones de Caín- para desarrollar un proyecto de largo alcance, y porque ese alcance no es municipal, que por algo le va tan bien en Suiza y otras Europas, como puede uno notar con sólo poner su nombre en Google.
Los teatreros y artistas en general no entienden algo obvio: los festivales no son -o no deberían ser- para que los salvadoreños muestren lo que tienen, sino para ver qué se está haciendo en otras partes, aprender lo que se deba, desechar lo desechable y platicar un rato con gente que tenga otras visiones. Lo que muchos buscan es que, al verlos, los extranjeros descubran lo geniales que son y que los inviten a otros festivales en otras partes, donde saldrán del anonimato y todas esas cosas que les pasaban a gente como Veronica Lake y Rita Hayworth, cuando Hollywood aún no era lo que siempre fue. Y así no funciona el mundo. Y de verdad que urge una escuela seria de teatro, y gente dispuesta a sufrirla.
Lo único que más o menos garantiza obra de calidad es la persistencia en el trabajo, la disciplina en el trabajo y, cómo no, el trabajo. Y pocos -si alguno- se rajan el físico por el teatro en El Salvador como Fernando Umaña, excepto el antecitado Roberto Salomón y su equipo del Teatro Poma. He dicho.
1 comentario:
Quizá las diferencias en el trato de los medios y de los demás artistas radiquen en las personalidades de Roberto Salomón y la de Fernando Umaña.
En cuanto a la cobertura de los medios de difusión, recuerdo la entrevista radial del presidente de Concultura, en donde se quejaba de las diferencias en enfoque de los medios ante los diferentes sucesos culturales. Comparaba el revuelo causado por la posibilidad del cierre de la revista “Cultura” con la poca cobertura noticiosa que tuvo el congreso internacional de filosofía realizado en San Salvador del 20 al 24 de junio pasado. Y me parece que cierto, da la impresión que frente a noticias poco “emocionantes” como un congreso filosófico, realizado en la UCA de San Salvador, con especialidad en Zubiri y al cual posiblemente al partido en el gobierno le interese bajarle el perfil, se contrapone el “picante” de la gran controversia sobre la selección de obras para el festival de teatro centroamericano o el posible cierre de la revista “Cultura” (¿Habrán leído alguna vez algún ejemplar de la revista? Yo confieso que nunca la he leído, a lo más hojeé una hace años). En los medios hay personas que conocen sobre la cultura nacional, pero hay otras que son simplemente cazadoras de sucesos. Me atrevo a pensar que si no hay noticias, pueden ser capaces de crearlas o aderezarlas para que se vean más apetitosas.
Publicar un comentario