Un mundo en el que el cielo cae y cae
—Nadie toca como Charlie Parker —volví a decirle.
Tiró el sax sobre la cama. Algo sonó a metal roto.
—¿Quién te crees? —me dijo—. Ni siquiera sabes silbar.
Era cierto.
Se sentó junto al sax sin atreverse a tomarlo. Bajo el sax había una botella vacía de cerveza. La agarró como si fuera un escudo o un seguro de vida.
—¿Sabes cuánto ensayo? ¿Sabes cuántas horas ensayo?
—No es eso —le dije.
—No. Ya sé que no es eso.
Miró la botella a contraluz. Se veía sucia, cubierta de grasa y polvo.
—Ya ni siquiera es eso —dijo.
—No quiere decir que toques mal.
—Pero quién sabe cuánto tiempo he estado durmiendo encima de una botella vacía. Eso es, ¿verdad? Y ni siquiera me había dado cuenta. Ni siquiera me acuerdo de cuándo me la tomé. Eso es, ¿verdad?.
—Tampoco —le dije.
—Soplo igual que siempre —dijo—. ¿Cuál es el problema? Si quieres compro otro sax. Dame un adelanto y consigo uno barato.
Abrí la puerta.
—¿Sabes cuánto ensayo? —dijo.
Estaba a punto de llorar.
—Me imagino que todo el día.
—¿Entonces?
—Así las cosas.
¿Qué más podía contestarle?
—¿Quieres oír algo? —dijo agarrando el sax—. Que no te cuenten. Por lo menos óyeme.
Cerró los ojos y se puso la boquilla en la boca. Sopló. Do. Re. Mi.
Fa. Sol.
La.
—Es de Charlie Parker —le dije.
Me estaba fastidiando.
—Estoy fuera de práctica.
Do. Do sostenido. Re. Re sostenido.
Se quitó el sax de la boca. Le faltaba la respiración.
—Ni siquiera sabes silbar —me dijo.
Se puso el sax sobre las rodillas y lo miró. Parecía animal apaleado. Bastaba con soplarlo para que se echara a llorar.
—¿Tienes cien pesos? —me dijo.
Le tiré un billete en la cama.
—¿Cigarros?
Le tiré la cajetilla y la pescó al vuelo. Le dije que se quedara con ella. Quién sabe de dónde sacó una caja de cerillos y encendió un cigarro. No me ofreció.
—¿Sabes a qué edad murió Charlie Parker? —me dijo.
—Todavía puedes lustrar zapatos —le dije—. Joe Louis terminó así. No me acuerdo si lustraba zapatos, pero no le daba vergüenza.
—Todavía puedo —dijo.
Desde la escalera oí que trataba de sacarle notas al sax.
----
Escrito entre 1991 y 1992, creo. Tardé meses y meses armándolo y corrigiéndolo y todo eso. Es parte de un volumen de relatos del mismo nombre, aún inédito. El cuento se ha publicado varias veces en varias partes (en una parte diferente cada vez); la primera fue en un suplemento especial de aniversario de la sección cultural de El Financiero, de México, donde era columnista. Según yo, es una micro-micronovela: allí está todo lo de los dos personajes, sólo hace falta reconstruirlo, y para eso está el lector. Igual es sólo un cuentito raro y nada más. En su página personal, Thierry Davo tiene algunos textos míos, un par de los cuales no querría acordarme. Están aquí mero.
Tiró el sax sobre la cama. Algo sonó a metal roto.
—¿Quién te crees? —me dijo—. Ni siquiera sabes silbar.
Era cierto.
Se sentó junto al sax sin atreverse a tomarlo. Bajo el sax había una botella vacía de cerveza. La agarró como si fuera un escudo o un seguro de vida.
—¿Sabes cuánto ensayo? ¿Sabes cuántas horas ensayo?
—No es eso —le dije.
—No. Ya sé que no es eso.
Miró la botella a contraluz. Se veía sucia, cubierta de grasa y polvo.
—Ya ni siquiera es eso —dijo.
—No quiere decir que toques mal.
—Pero quién sabe cuánto tiempo he estado durmiendo encima de una botella vacía. Eso es, ¿verdad? Y ni siquiera me había dado cuenta. Ni siquiera me acuerdo de cuándo me la tomé. Eso es, ¿verdad?.
—Tampoco —le dije.
—Soplo igual que siempre —dijo—. ¿Cuál es el problema? Si quieres compro otro sax. Dame un adelanto y consigo uno barato.
Abrí la puerta.
—¿Sabes cuánto ensayo? —dijo.
Estaba a punto de llorar.
—Me imagino que todo el día.
—¿Entonces?
—Así las cosas.
¿Qué más podía contestarle?
—¿Quieres oír algo? —dijo agarrando el sax—. Que no te cuenten. Por lo menos óyeme.
Cerró los ojos y se puso la boquilla en la boca. Sopló. Do. Re. Mi.
Fa. Sol.
La.
—Es de Charlie Parker —le dije.
Me estaba fastidiando.
—Estoy fuera de práctica.
Do. Do sostenido. Re. Re sostenido.
Se quitó el sax de la boca. Le faltaba la respiración.
—Ni siquiera sabes silbar —me dijo.
Se puso el sax sobre las rodillas y lo miró. Parecía animal apaleado. Bastaba con soplarlo para que se echara a llorar.
—¿Tienes cien pesos? —me dijo.
Le tiré un billete en la cama.
—¿Cigarros?
Le tiré la cajetilla y la pescó al vuelo. Le dije que se quedara con ella. Quién sabe de dónde sacó una caja de cerillos y encendió un cigarro. No me ofreció.
—¿Sabes a qué edad murió Charlie Parker? —me dijo.
—Todavía puedes lustrar zapatos —le dije—. Joe Louis terminó así. No me acuerdo si lustraba zapatos, pero no le daba vergüenza.
—Todavía puedo —dijo.
Desde la escalera oí que trataba de sacarle notas al sax.
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Escrito entre 1991 y 1992, creo. Tardé meses y meses armándolo y corrigiéndolo y todo eso. Es parte de un volumen de relatos del mismo nombre, aún inédito. El cuento se ha publicado varias veces en varias partes (en una parte diferente cada vez); la primera fue en un suplemento especial de aniversario de la sección cultural de El Financiero, de México, donde era columnista. Según yo, es una micro-micronovela: allí está todo lo de los dos personajes, sólo hace falta reconstruirlo, y para eso está el lector. Igual es sólo un cuentito raro y nada más. En su página personal, Thierry Davo tiene algunos textos míos, un par de los cuales no querría acordarme. Están aquí mero.
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