Antología y Claudia otra vez
Hoy me enviaron dos libros de Editorial Piedra Santa, de Guatemala (más bien lo enviaron de su distribuidora en El Salvador, pero lo mismo): la antología de cuentos Tiempo de narrar, compilada por Francisco Alejandro Méndez, y De fronteras, de Claudia Hernández. Supongo que están a la venta en el país, o eso espero.
Me gustó el subtítulo del primero: "Cuentos centroamericanos". No se está presentando como la antología del cuentro centroamericano, ni está presentando a los escritores centroamericanos, o la cuentística de Centroamérica, y eso me parece honesto y acertado: son cuentos escritos por personas de diferentes edades que incidentalmente nacieron en la región, aunque, eso sí, la distribución de los autores es más o menos equitativa por país: son 35 cuentos de seis países.
No hay una introducción: uno entra directamente en los cuentos, algo que se agradece; si quiero leer cuentos, no me interesa conocer la opinión del señor que los compiló antes de los cuentos; si la compilación me gusta, veo lo que tiene que decirme el señor en cuestión. (Ojo, que lo anterior es bastante suicida: una vez hice una antología con una nota introductoria. Peor para mí. Así lo pidió el editor.) A cambio, hay una breve nota al final en la que se hace una panorámica del cuento en Centroamérica.
Apenas he leído algunos textos y he (h)ojeado el libro, pero me queda clara --y me gusta-- la intención de Méndez, cuentista él mismo, a quien conocí el año pasado en la FILCEN de Guatemala. Se trata de una compilación hecha, más que por un escritor o un académico --y Méndez es de las dos cosas--, por un buen lector. Busca no sólo ponerse en el plan de "el cuento es esto y lo otro", sino también de divertir a los demás como de seguro se divirtió él. Tiene mucho que ver el hecho de que Piedra Santa esté abocado al público joven y, de ser posible, estudiantil, pero no le resta méritos a la antología.
Por El Salvador estamos (en orden de aparición) Melitón Barba (con el cuento "Puta vieja"), Horacio Castellanos Moya ("El pozo en el pecho"), Jacinta Escudos ("El espacio de las cosas"), Claudia Hernández ("La mía era una puerta fácil de abrir", quizá mi favorito de ella después de "Melissa: Juegos 1 al 5"), yo ("El cubano") y Mauricio Orellana ("Bitácora: insomnio"). Por error, en el índice ponen como salvadoreño al hondureño Roberto Castillo. Nada grave, sobre todo si ser una cosa u otra es incidental. (Y no me refiero a la Guerra del Fútbol, ejem.)
Méndez me pidió que le mandara todos los cuentos que tuviera para escoger el de la antología, y eso hice. Me desconcertó que escogiera "El cubano", que es el que menos me gusta. He estado pensando por qué es el que menos me gusta, y lo descubro: de todos los que tengo, es el único que cuenta una historia... Curioso. Los demás cuentos --si lo son-- juegan a otro tipo de juegos, en los que la historia es lo de menos, novelista al fin.
Cambiando de libro, el de Claudia tiene, por fin, el título que quiso darle originalmente, y que se cambió por una decisión editorial que no me pareció errónea, pero no era lo que ella quería. De fronteras es un título que describe mucho mejor el libro; el anterior, Mediodía de frontera, hace alusión al penúltimo cuento, que es muy bueno, por cierto, tan tierno como desgarrador, una de las tantas cualidades de Claudia como escritora.
Aún no lo he revisado, pero entiendo que tiene cambios: ha quitado un par de textos, ha corregido otros y, sobre todo, incluye "Un demonio de segunda mano", que ganó el premio "Juan Rulfo" de Radio Francia Internacional. No lo he leído, y eso que le supliqué durante años que me lo enseñara. Ahora por fin lo conoceré, nomás termine de escribir estas líneas.
Como la edición de la DPI está agotada desde hace un par de años, y como es un libro capital para nuestras --y no sólo para nuestras-- letras, búsquenlo con urgencia. Es un gran libro.
Me gustó el subtítulo del primero: "Cuentos centroamericanos". No se está presentando como la antología del cuentro centroamericano, ni está presentando a los escritores centroamericanos, o la cuentística de Centroamérica, y eso me parece honesto y acertado: son cuentos escritos por personas de diferentes edades que incidentalmente nacieron en la región, aunque, eso sí, la distribución de los autores es más o menos equitativa por país: son 35 cuentos de seis países.
No hay una introducción: uno entra directamente en los cuentos, algo que se agradece; si quiero leer cuentos, no me interesa conocer la opinión del señor que los compiló antes de los cuentos; si la compilación me gusta, veo lo que tiene que decirme el señor en cuestión. (Ojo, que lo anterior es bastante suicida: una vez hice una antología con una nota introductoria. Peor para mí. Así lo pidió el editor.) A cambio, hay una breve nota al final en la que se hace una panorámica del cuento en Centroamérica.
Apenas he leído algunos textos y he (h)ojeado el libro, pero me queda clara --y me gusta-- la intención de Méndez, cuentista él mismo, a quien conocí el año pasado en la FILCEN de Guatemala. Se trata de una compilación hecha, más que por un escritor o un académico --y Méndez es de las dos cosas--, por un buen lector. Busca no sólo ponerse en el plan de "el cuento es esto y lo otro", sino también de divertir a los demás como de seguro se divirtió él. Tiene mucho que ver el hecho de que Piedra Santa esté abocado al público joven y, de ser posible, estudiantil, pero no le resta méritos a la antología.
Por El Salvador estamos (en orden de aparición) Melitón Barba (con el cuento "Puta vieja"), Horacio Castellanos Moya ("El pozo en el pecho"), Jacinta Escudos ("El espacio de las cosas"), Claudia Hernández ("La mía era una puerta fácil de abrir", quizá mi favorito de ella después de "Melissa: Juegos 1 al 5"), yo ("El cubano") y Mauricio Orellana ("Bitácora: insomnio"). Por error, en el índice ponen como salvadoreño al hondureño Roberto Castillo. Nada grave, sobre todo si ser una cosa u otra es incidental. (Y no me refiero a la Guerra del Fútbol, ejem.)
Méndez me pidió que le mandara todos los cuentos que tuviera para escoger el de la antología, y eso hice. Me desconcertó que escogiera "El cubano", que es el que menos me gusta. He estado pensando por qué es el que menos me gusta, y lo descubro: de todos los que tengo, es el único que cuenta una historia... Curioso. Los demás cuentos --si lo son-- juegan a otro tipo de juegos, en los que la historia es lo de menos, novelista al fin.
Cambiando de libro, el de Claudia tiene, por fin, el título que quiso darle originalmente, y que se cambió por una decisión editorial que no me pareció errónea, pero no era lo que ella quería. De fronteras es un título que describe mucho mejor el libro; el anterior, Mediodía de frontera, hace alusión al penúltimo cuento, que es muy bueno, por cierto, tan tierno como desgarrador, una de las tantas cualidades de Claudia como escritora.
Aún no lo he revisado, pero entiendo que tiene cambios: ha quitado un par de textos, ha corregido otros y, sobre todo, incluye "Un demonio de segunda mano", que ganó el premio "Juan Rulfo" de Radio Francia Internacional. No lo he leído, y eso que le supliqué durante años que me lo enseñara. Ahora por fin lo conoceré, nomás termine de escribir estas líneas.
Como la edición de la DPI está agotada desde hace un par de años, y como es un libro capital para nuestras --y no sólo para nuestras-- letras, búsquenlo con urgencia. Es un gran libro.
4 comentarios:
¿Podria, por favor, decir adonde pueden adquirirse estos libros y cuanto cuestan?
Gracias de antemano.
No tengo idea, pero tengo unos teléfonos donde se puede llamar: 2223-5502 y 2223-4440. Es de la distribuidora. Me imagino que estará en algunas librerías, como La Ceiba y La Casita, pero no lo juraría.
Los libros ya están a la venta en Sophos de Guatemala, el de Claudia cuesta Q70 y el de Francisco Q110 (a 7.60 x $1, sáquenle la cuenta). Saludos.
Y por cierto, Francisco Méndez fue ingresado al hospital por un problema cardíaco el día lunes de esta semana. Ya había salido de intensivo y hoy lo volvieron a meter. Parece que la cosa se ha complicado. Sólo para que los que lo conocen estén enterados y pues le pongamos buena vibra, porque sí la anda necesitando. Saludos.
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