28 de mayo de 2007

Fueros del editor y la última de Paolo

Hay fueros que a los editores se les dan por descontados, como el título de las notas y, casi siempre, de los artículos de opinión, aunque allí el asunto es negociable. Con mis notas de Centroamérica 21 el contenido lo decido yo, y eso está claro, pero le dije a Geovani Galeas que les pusiera los títulos que le parecieran pertinentes; cuando he estado de editor, casi siempre me he reservado los títulos. Igual le pongo un título tentativo, y a veces ha quedado así. En el caso de hoy, le había puesto "Mitos y caricaturas", así, limpiecito y sugerente. Veo la revista y encuentro que Geovani le cambió a "El mito de Schafik". Me tiro una carcajada nerviosa, porque es el título adecuado de un editor, aunque me daba un poco de nerviosismo ponerlo como articulista; algo de corrección política le queda a uno en alguna parte, y algo de temor de decir las cosas claras tan de entrada.
La nota trata acerca del tema de la KGB, el Partido Comunista Salvadoreño y su participación en la guerra, que --me parece-- seguirá sonando unos días más. A mí me tocó estar en las FPL, y creo que la perspectiva sectaria aún no se me quita, porque parece que me tomo ciertas displicencias hacia el PCS. Y lo bonito es que, en lo relativo a eso, otro de los columnistas de la revista, Berne Ayaláh, de algún modo contesta algunas de mis aseveraciones y reivindica aquí --con razón, como ex combatiente del PCS que es-- el papel de su organización en la lucha de los ochenta. Igual podemos no estar de acuerdo, o yo seguir pensando lo mismo, pero su punto de vista me parece válido y valioso... y todo a unos pixeles de distancia. Si así se pudiera discutir y convivir siempre...
Y a veces se puede, aunque un poco tarde.
Paolo Luers publica hoy su última "Columna transversal" en El faro y, curiosamente, su contenido es tanto o más fuerte que la que se retiró de la edición de la semana pasada. Los señalamientos, me parece, son más profundos y, en suma, sigo sin entender por qué quitaron la anterior. (Puede encontrarse íntegra en la sección de comentarios del post anterior, es decir aquí, por cortesía de El-Visitador, aunque también me la enviaron otros compañeros, Paolo incluido. Gracias a todos. También está en el blog ¿Y si fuera posible?, que lo tomó de este blog.)
En algún momento dice Paolo algo que me parece bastante maduro y acertado:

No había necesidad ninguna que El Faro suspenda la columna, sólo porque tenemos un dilema, aunque sea en un punto de gran importancia de su definición como medio. Si El Faro llega a este extremo de suspender mi columna, tengo que aceptar que sus dueños y directores perdieron la confianza en mi criterio, en mi integridad, en mis intenciones en el uso de la crítica. Para ser columnista, no necesito que los editores estén de acuerdo con mis puntos de vista, ni siquiera con mis métodos. Pero sí necesito saber que me tienen confianza.

Hay otro par de columnas el El faro en las cuales se discute el acierto o no de retirar la columna y de Paolo al escribirla. Creo que esa apertura es un tanto tardía (o más bien: retirar la columna fue una falta de apertura un tanto tardía, a nueve años de fundada la revista), y espero de corazón que el hecho no afecte seriamente la credibilidad de El faro, ganada a pulso. En serio que un "incidente" así puede hacer mucho daño, sobre todo si no se ven claros los motivos, más allá de lo que Paolo o los editores pudieran decir, que no aclara mucho. A menos que la idea fuera deshacerse de Paolo --lo dudo--: si había un modo, era ése.
Ahora bien, veo un ejercicio interesante e importante de honestidad en la columna de Ricardo Ribera, a quien no conozco, por cierto. Al terminar de elaborar su columna, se enteró del retiro de la nota de Paolo y, aunque su texto contiene un fuerte ataque a éste, hay un paréntesis al final en el que plantea puntos básicos de solidaridad, reconoce los puntos acertados o "no negativos" de su adversario y habla de la necesidad de que los lectores de El faro conozcan la columna que se retiró.
Para ser sincero, no sé qué pensar ni qué hacer. Creo, por lo poco que puede verse, que hubo sensibilidades heridas --y más bien hipersensibilidades-- y apresuramiento de parte de los editores. He creído en El faro desde que comenzó a aparecer, y leo regularmente buena parte de su contenido. ¿Quiero seguir leyéndolo? Supongo que sí. Pero hoy que lo vi recién puesto en internet sentí una cierta molestia, incluso al encontrar que se incluía la última columna de Paolo y las críticas a la anterior. No es que esté de acuerdo con él siempre, y a veces no lo estoy durante semanas, pero es de las que no me pierdo --o perdía--, y lo primero que busco --o buscaba-- en El faro. Me molestó también que se trate "tan abiertamente" el tema en este número. Esperaría que un gesto de autoridad fuera seguido por otro, aunque fuera por coherencia; no se puede jugar --creo-- a las dos cosas al mismo tiempo. Cuando uno mete la pata, hay que meterla completa, o el juego no tiene chiste.
Antes de reproducir mi columna, como todas las semanas, creo que vale la pena leer:
1. La plática de Teresa Andrade con Sunshine, una chava salvadoreña adicta al sexo virtual por internet. Lo bonito es que no se trata de una entrevista sino, en efecto, de una plática entre dos jóvenes con criterios diferentes.
2. La entrevista de Alejandro Labrador con Héctor Dada Hirezi. Sobre todo en la segunda mitad, hay excelentes observaciones acerca de la situación política "preelectoral". (¡Pero si faltan dos años...! ¡Qué perdedera de energías!)
3. La entrevista de Geovani Galeas con Nacho Castillo. Nacho deja bien clara su posición --y me parece correcta-- de cerrar el teléfono en su programa debido a la jodedera de los trolls. Me parece que Geovani se toma un poco más en serio de lo que valdría la pena las estupideces que se publican en más de un blog de los alrededores, aunque me parece correcto lo que dice en el editorial de la revista, que se lee aquí.
4. Enfoques saca un buen reportaja acerca de la... uh... ley contra los atentados a la religión, en especial la católica. ¡Qué terrible asunto! Hay una entrevista con Rodolfo Parker, el promotor de la ley, que sería terriblemente graciosa de no ser por su patetismo. Una ley que requiera de tantas interpretaciones, consideraciones extrajudiciales y de jueces estúpidamente religiosos y acríticos no sólo es indefendible y anticonstitucional, sino que también --como comentábamos con un compañero de La Casa-- desvía los trabajos del sistema judicial a... híjole... quién sabe a dónde... Todo un gastadero de recursos en sostener algo insostenible, justo cuando hay que usar el sistema judicial para lo que se debe.

El mito de Schafik
Rafael Menjívar Ochoa

La política requiere de mitos, al igual que las religiones, los clubes sociales y los equipos de fútbol.
Junto con la acepción literaria (“fábula, ficción alegórica, especialmente en materia religiosa”), la Real Academia ofrece otras dos: “Relato o noticia que desfigura lo que realmente es una cosa, y le da apariencia de ser más valiosa o más atractiva” y “persona o cosa rodeada de extraordinaria estima”.
La reciente aparición de un reportaje en la revista Enfoques de La Prensa Gráfica acerca de la participación de la KGB en la guerra salvadoreña, que habla de toneladas de armas de la Unión Soviética a la insurgencia, por gestiones de Schafik Hándal, parece ser, si no la culminación, uno de los puntos álgidos de la creación de un mito que ha resultado conveniente para la derecha más dura y –podría creerse– para la izquierda institucionalizada.
Entre los mitos de la posguerra referentes al PCS se encuentra el de que contaba con combatientes en todos los frentes, y de allí se ha saltado a que llevó el peso de la ofensiva de 1989. Y había gente del PCS en todo el país: contaba con un centenar de combatientes en total, en pequeños grupos que se asentaban a la sombra de las organizaciones mayores. Su participación práctica en la guerra fue simbólica.
Otro mito es el de Hándal como uno de los dirigentes más “radicales” e intransigentes de la izquierda. En realidad los comunistas (entendidos como el PCS, no como burdamente se usa) se opusieron tradicionalmente a la lucha armada, y cuando entraron en ella, a finales de 1979, buscaron una pronta negociación para regresar a los “mecanismos burgueses” de hacer política.
En 1932 –se sabe ahora– el PCS no fue el organizador de la insurrección campesina, sino que se vio arrastrado por un movimiento que lo rebasó: su apuesta eran las elecciones legislativas, en las que participó mientras se desarrollaba la matanza, con sus máximos dirigentes en la estacada. También apoyó el golpe de Óscar Osorio, en 1948. El apoyo continuó cuando fueron encarcelados y torturados, en 1952, varios de sus cuadros, como Cayetano Carpio, Tula Alvarenga, Celestino Castro y Gabriel Gallegos Valdés.
En 1962 armó el Frente Unido de Acción Revolucionaria, con miras a iniciar la lucha armada. Su máximo dirigente era Hándal. Según testimonios, se envió cuadros a entrenarse a Cuba, y hubo cierto adiestramiento en El Salvador, con armas de madera, pero se evitó la adquisición de armas de verdad. El FUAR, en sus dos años de duración, se dedicó a labores de “pinta y pega”.
El PCS se escindió en 1970 alrededor del tema de la lucha armada. Su secretario general, Carpio, fundó las FPL, y lo sustituyó Hándal, quien le apostó a las elecciones, en alianza con socialdemócratas y democristianos. Sus fuerzas sindicales y sociales quedaron como base de apoyo electoral –algo similar a la situación actual–, y denunció a los grupos radicales como “aventureros” y “eslabones de la CIA”.
Tras la crisis de abril de 1983 (el asesinato de Ana María, el posterior suicidio de Marcial), el PCS prácticamente tomó el control político del FMLN. Su apuesta fueron las negociaciones inmediatas, con amplias alianzas y una fuerte presión militar, pero sin intenciones de ganar. Las grandes unidades que el FMLN estaba construyendo se desarticularon para formar pequeños grupos, sin posibilidades de contender contra un ejército más poderoso en la lucha frontal.
Aunque se sostiene que la ofensiva de 1989 buscaba la toma del poder, en el exterior se dijo que estaba destinada a forzar negociaciones de paz. Poco antes, el FMLN ofreció el abandono de las armas a cambio de garantías para insertarse en la vida política y participar en elecciones. La propuesta fue desestimada por los gobiernos de Duarte y Cristiani.
Cuando en las últimas elecciones presidenciales se armó una campaña contra Schafik Hándal, firmada por un homónimo de quien esto escribe, lo que se veía –además de mal gusto– era una caricatura burda del FMLN y su máximo dirigente, tan alejada de la realidad como es posible estarlo. Pero no fue la derecha la que hizo el bosquejo: se basó en un mito que sigue armándose, y que no le hace ningún favor a la izquierda.

1 comentario:

Unknown dijo...

Me ha gustado mucho el post, siento algo así como orgullo ajeno del trabajo del Alejandro... bueno. Lo de Nacho no sabía (es que ya casi no veo noticias)... y lo del título ha sido bien chivo que lo compartás.

Saluditos!