Pues bien, es 31...
...y en un rato tengo que ir a La Casa del Escritor a recibir a la nueva empresa de seguridad y darle la despedida a la anterior. En términos prácticos, el vigilante, don Carlos, se cambiará el uniforme de una empresa por el de la nueva. Le dieron la opción de quedarse, me pareció bien y a él le conviene, porque vive en la zona de Mil Cumbres y trabajamos cómodamente juntos. No tener que viajar hasta san Salvador, para alguien que tiene un régimen de trabajo de 24/24 (¿no es ilegal eso en empresas privadas?), es un buen ahorro de horas. Don René, por su parte, prefiere quedarse en la empresa anterior; tiene más años de trabajo y, por el contrario, le sale pesado eso de viajar a y de Los Planes, y caro, porque debe tomar varios autobuses.
Anoche terminé de corregir las pruebas de Trece. Encontré dos o tres torpezas que arreglé, y espero no haber añadido algunas torpezas más. Me gustó. Es una buena novela. El lenguaje a ratos puede parecer muy convencional, o serlo, pero la estructura es de lo más compleja. La idea es que el lector no lo note, y me parece que se logra. Después de tantos años de trabajarla y de haberla escrito, me impresionó menos emocionalmente de lo que esperaba. Igual, hacia el final, sentí una sensación de ahogo que es, precisamente, el efecto que quería lograr. Y el "final-final" es muy bueno. Hasta anoche creí que era una especie de "parche" necesario pero, leyéndolo más en frío, es fluido y natural. Estoy satisfecho, y acabo de mandarle las correcciones a Raúl Figueroa, para que haga lo pertinente.
Y queda un cigarro. Quedaban dos, pero Krisma acaba de despertarse y qué mejor desayuno. (En eso tenemos los mismos gustos.) Me lo fumaré e iré por más. La carencia de cigarros comenzó anoche: a las nueve de la noche, cuando ya todo está cerrado en los alrededores, nos dimos cuenta de que quedaban poquitos. Así que simplemente fumamos menos y listo, tan bobo como eso.
Anoche, un grande y --cada vez más-- viejo amigo por fin se atrevio a mostrarme textos suyos. Espero que entre sus propósitos de año nuevo esté escribir una novela, porque tiene con qué y sabe cómo; todo es cosa de adquirir un poco de orden y método. Le mandé un "eneálogo" que ojalá le sirva, y que me gustaría reproducir aquí. El problema es que, bueno, el lenguaje es un tanto más tosco que el usado por Quiroga para su decálogo, y además quién soy yo para andar publicando correspondencia privada. A lo mejor un día de éstos lo arreglo y lo pongo; hay algunos tips acerca de cómo armar una novela que a alguien le servirán de algo.
Desde anoche, también, está macerándose la pierna de cerdo. Compré un pedazo demasiado grande, y guardé un trozo para cocinarlo después; con lo que quedó bastará para la cena y unos dos días de recalentados. Está en jugo de naranja agria, con cilantro, perejil y laurel, y con algunos trozos de cebolla. Al rato habrá que enjuagarla para que no quede ácida y ponerle el condimento con el que se va a hornear. Y las cerezas casi al final, claro. Había un lugar en México al que fui durante varios meses, los sábados de cada quince días (sólo abrían los sábados y domingos), a comer una deliciosa pierna con cerezas; de allí salió la idea. Nunca pedí la receta, pero para eso está el viejo arte de improvisar.
Y anoche hablé también con el tío Jaime Olivo, después de varios meses. (Un año, más bien y, si me fuerzan, casi año y medio.) Agradable, como siempre. Se crió junto con mi padre, aunque es tres años menor, y viene del lado de los Choto. (Mi abuela era Larín Choto.) De allí, creo, es que nos ha salido la onda musical; de ese lado hay guitarristas y cantantes bastante buenos, todos ellos líricos, que le enseñaron a mi padre, y él a mi madre. Ambos me enseñaron a mí, y yo me seguí con mi hijo. Mi hermano estudió un rato de guitarra clásica. Mi hermana Lorena todavía canta y toca en la parroquia de Mejicanos, donde trabajó en la época de la guerra; pertenecía al grupo Nueva América y le costó un par de años de exilio en Estados Unidos, concretamente en Kansas City, donde nació mi sobrina Silvana, integrante de la Sinfónica Juvenil desde sus 11 años. (Es violinista.) Igual su hermana Andrea, como ya he contado, toca el cello. Etcétera. La cosa es que el tío Jaime Olivo Choto me llamó para invitarnos a las montañas nevadas de Juayúa algunos días de las próximas semanas. Le dije que mi visa había caducado, y me aseguró que hablará con las autoridades competentes para que me dejen pasar; la abuela Carmen es oriunda de allí, y el derecho de sangre manda. A ver cómo hacemos con Krisma y Valeria. (Lo mismo pasa con Santa Ana: cuando se ponen necios en la frontera, muestro que soy hijo de santaneco y asunto arreglado. Cuando las tensiones con El Salvador han sido excesivas, por aquello del separatismo --de El Salvador, claro--, el compañero Mario Zetino ha movido sus contactos y ni siquiera nos revisan el equipaje.)
Acabo de poner el disco Miguel Hernández, de Joan Manuel Serrat. Tengo una contradicción con ese disco. Como muchas personas --incluso en España--, conocí a Hernández a través de Serrat, y me fascinó. Después me di cuenta de que la música que le puso Serrat a los poemas anula mucho de la musicalidad propia de los poemas. El caso más palpable es la "Elegía" a Ramón Sijé: con la música de Serrat se debilita bastante. Leído como es y como viene, tiene un poder impresionante, por lo menos hasta la parte donde dice "...y desamordazarte, y regresarte". De lo que viene después, en el poema, puedo prescindir sin problemas, excepto por un verso: "Tu corazón, ya terciopelo ajado...", que vale la obra de varias decenas de poetas. Y el final: "Que tenemos que hablar de muchas cosas, / compañero del alma, compañero", un anticlímax sensacional. (Está sonando en este momento.) El problema es que el disco me gusta, y allí se me nubla la razón literaria. Eso sí: el acompañamiento es bastante setentero, con convenciones muy setenteras, y me temo que ya es un disco viejo y especial para añorantes. Hubo otros (como Mediterráneo) que más o menos sobrevivieron el paso del tiempo, y ojalá sigan así.
Y, bien, lo que siga del día seguirá, y lo que no, pues no.
Es hora de irme a La Casa.
Feliz año, por si no nos vemos de aquí a la noche.
Anoche terminé de corregir las pruebas de Trece. Encontré dos o tres torpezas que arreglé, y espero no haber añadido algunas torpezas más. Me gustó. Es una buena novela. El lenguaje a ratos puede parecer muy convencional, o serlo, pero la estructura es de lo más compleja. La idea es que el lector no lo note, y me parece que se logra. Después de tantos años de trabajarla y de haberla escrito, me impresionó menos emocionalmente de lo que esperaba. Igual, hacia el final, sentí una sensación de ahogo que es, precisamente, el efecto que quería lograr. Y el "final-final" es muy bueno. Hasta anoche creí que era una especie de "parche" necesario pero, leyéndolo más en frío, es fluido y natural. Estoy satisfecho, y acabo de mandarle las correcciones a Raúl Figueroa, para que haga lo pertinente.
Y queda un cigarro. Quedaban dos, pero Krisma acaba de despertarse y qué mejor desayuno. (En eso tenemos los mismos gustos.) Me lo fumaré e iré por más. La carencia de cigarros comenzó anoche: a las nueve de la noche, cuando ya todo está cerrado en los alrededores, nos dimos cuenta de que quedaban poquitos. Así que simplemente fumamos menos y listo, tan bobo como eso.
Anoche, un grande y --cada vez más-- viejo amigo por fin se atrevio a mostrarme textos suyos. Espero que entre sus propósitos de año nuevo esté escribir una novela, porque tiene con qué y sabe cómo; todo es cosa de adquirir un poco de orden y método. Le mandé un "eneálogo" que ojalá le sirva, y que me gustaría reproducir aquí. El problema es que, bueno, el lenguaje es un tanto más tosco que el usado por Quiroga para su decálogo, y además quién soy yo para andar publicando correspondencia privada. A lo mejor un día de éstos lo arreglo y lo pongo; hay algunos tips acerca de cómo armar una novela que a alguien le servirán de algo.
Desde anoche, también, está macerándose la pierna de cerdo. Compré un pedazo demasiado grande, y guardé un trozo para cocinarlo después; con lo que quedó bastará para la cena y unos dos días de recalentados. Está en jugo de naranja agria, con cilantro, perejil y laurel, y con algunos trozos de cebolla. Al rato habrá que enjuagarla para que no quede ácida y ponerle el condimento con el que se va a hornear. Y las cerezas casi al final, claro. Había un lugar en México al que fui durante varios meses, los sábados de cada quince días (sólo abrían los sábados y domingos), a comer una deliciosa pierna con cerezas; de allí salió la idea. Nunca pedí la receta, pero para eso está el viejo arte de improvisar.
Y anoche hablé también con el tío Jaime Olivo, después de varios meses. (Un año, más bien y, si me fuerzan, casi año y medio.) Agradable, como siempre. Se crió junto con mi padre, aunque es tres años menor, y viene del lado de los Choto. (Mi abuela era Larín Choto.) De allí, creo, es que nos ha salido la onda musical; de ese lado hay guitarristas y cantantes bastante buenos, todos ellos líricos, que le enseñaron a mi padre, y él a mi madre. Ambos me enseñaron a mí, y yo me seguí con mi hijo. Mi hermano estudió un rato de guitarra clásica. Mi hermana Lorena todavía canta y toca en la parroquia de Mejicanos, donde trabajó en la época de la guerra; pertenecía al grupo Nueva América y le costó un par de años de exilio en Estados Unidos, concretamente en Kansas City, donde nació mi sobrina Silvana, integrante de la Sinfónica Juvenil desde sus 11 años. (Es violinista.) Igual su hermana Andrea, como ya he contado, toca el cello. Etcétera. La cosa es que el tío Jaime Olivo Choto me llamó para invitarnos a las montañas nevadas de Juayúa algunos días de las próximas semanas. Le dije que mi visa había caducado, y me aseguró que hablará con las autoridades competentes para que me dejen pasar; la abuela Carmen es oriunda de allí, y el derecho de sangre manda. A ver cómo hacemos con Krisma y Valeria. (Lo mismo pasa con Santa Ana: cuando se ponen necios en la frontera, muestro que soy hijo de santaneco y asunto arreglado. Cuando las tensiones con El Salvador han sido excesivas, por aquello del separatismo --de El Salvador, claro--, el compañero Mario Zetino ha movido sus contactos y ni siquiera nos revisan el equipaje.)
Acabo de poner el disco Miguel Hernández, de Joan Manuel Serrat. Tengo una contradicción con ese disco. Como muchas personas --incluso en España--, conocí a Hernández a través de Serrat, y me fascinó. Después me di cuenta de que la música que le puso Serrat a los poemas anula mucho de la musicalidad propia de los poemas. El caso más palpable es la "Elegía" a Ramón Sijé: con la música de Serrat se debilita bastante. Leído como es y como viene, tiene un poder impresionante, por lo menos hasta la parte donde dice "...y desamordazarte, y regresarte". De lo que viene después, en el poema, puedo prescindir sin problemas, excepto por un verso: "Tu corazón, ya terciopelo ajado...", que vale la obra de varias decenas de poetas. Y el final: "Que tenemos que hablar de muchas cosas, / compañero del alma, compañero", un anticlímax sensacional. (Está sonando en este momento.) El problema es que el disco me gusta, y allí se me nubla la razón literaria. Eso sí: el acompañamiento es bastante setentero, con convenciones muy setenteras, y me temo que ya es un disco viejo y especial para añorantes. Hubo otros (como Mediterráneo) que más o menos sobrevivieron el paso del tiempo, y ojalá sigan así.
Y, bien, lo que siga del día seguirá, y lo que no, pues no.
Es hora de irme a La Casa.
Feliz año, por si no nos vemos de aquí a la noche.
6 comentarios:
Feliz año nuevo Rafael. Por aqui tranquilo esperando las doce y abrazar a quien este enfrente...
En todo caso te deseo prosperidad, salud y mucha alegria.
Igual para allá. Que tengas un buen 2008... y 2009 y etcétera.
Feliz año Rafa, Kris y Vale, mis mejores deseos para ustedes!!!!!!!!!!!!!
Feliz Año..
Abrazos para tìY Krisma y besos a a Vale.
"bref inventaire de toutes les choses"
Ce récit m'a "estomaqué", oui ou comme recevoir un coup dans l'estomac et avoir la respiration coupée.
Je me demande ce que vous pouvez écrire apres cela.
Bonne année d'une lectrice du Mans.
Myosotis: El capítulo tres tardé dos años en escribirlo. Cada vez que lo intentaba, corregía algo, avanzaba un párrafo y tenía que dejarlo. Un día, por fin, me obligué a terminarlo; era casi lo único que me faltaba de la novela. Desde emtonces (hace tres años) lo leí sólo cuando se publicó. Y me gustó... Es un bonito texto, si uno abstrae ciertas cosas...
Gracias por venir, y saludos a Claude y compañía.
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