31 de enero de 2008

Periférica Blvd., de Adolfo Cárdenas

Adolfo Cárdenas: Periférica Blvd. Ediciones Gente Común, 2ª edición, La Paz, Bolivia, 2006.
Éste es un libro de los que le caen a uno en las manos y lo hacen pensar dos cosas al parecer contradictorias:
1. Que, de no leerlo, podría vivir sin él.
2. Al leerlo, que es necesario para poder seguir entendiendo ciertos aspectos importantes de la literatura.
La escritora Erika Bruzonik, quien tuvo la gentileza de enviármelo, tiene un punto de vista particular con respecto a él, que puede leerse en este link, y que quizá no comparta del todo. Lo cual, desde mi punto de vista, es bueno: el libro tiene vueltas por todos lados, y ése es el encanto de un buen libro.
Ella plantea a Cárdenas como un seguidor del Joyce de Ulysses --sin duda lo es--, y la novela como un viaje por la marginalidad de la ciudad de La Paz, ilegible para quienes no sean paceños y no tengan mucha idea de lo que se mueve en ese submundo de policías, criminales baratos, prostitutas, vedettes sin futuro y de dudoso y aburrido pasado, almas buenas encerradas y oxidadas en un mundo que pareciera estar en otra parte, no allí, dando vuelta a la esquina en el rótulo que dice Periférica Blvd. En su comentario habla del lenguaje mejor de lo que pudiera hacerlo yo; quisiera, pues, meterme en otros aspectos.
Para la izquierda que ha sobrevivido a la... uh... posmodernidad, la marginalidad ha sido básicamente la misma desde que Marx la planteó y decenas de corrientes marxistas la desbrozaron, buscando más la confirmación de lo que decía el maestro que lo que estaba ocurriendo en las calles y en los campos. Para muchos, sólo cambian algunas formas, de manera más cosmética que de fondo, y las cosas son y siguen siendo las mismas que en la Inglaterra del siglo XIX, con diferentes nombres.
Pero los márgenes no sólo se actualizan, sino también se mueven junto con el resto de la historia, del entramado social; y la literatura --como la izquierda--, al elegir sus temáticas, corre el riesgo de caer en la estampa más que en el retrato vivo, en el estereotipo más que en el devenir.
La analogía con Ulysses es totalmente válida en tanto se trata de un viaje por ciertos escenarios, y sobre todo por ciertas gentes que ocupan esos escenarios por derecho propio, por destino, por azar o por lo que diablos sea. Pero toda novela es un viaje desde alguna parte hasta otra quizá no muy diferente, desde la cual las cosas pueden verse desde otra perspectiva, hacia atrás en el tiempo y desde una cierta distancia que da alguna conciencia de las cosas. O no; en literatura a veces es más importante el camino que el punto de llegada.
El lenguaje de la novela, en efecto, puede ser incomprensible si uno busca --precisamente-- comprender de qué material está hecha esa marginalidad suburbana en un lugar específico. Pero igual, a la vuelta de nuestra esquina, hay mundos y submundos que no entendemos --¿quién para descifrar el lenguaje de señas de las maras, en las que el lenguaje articulado encuentra su abolición, por ejemplo?--, la lógica del pensamiento, los porqués, y sólo somos testigos de hechos puros y simples que, en nuestra lógica --usemos el término-- pequeñoburguesa no tienen ni pueden tener sentido alguno, más allá del rechazo o, peor, de creer que "eso" es la caricatura de algo que no nos incluye, que no somos nosotros. Y ésa no deja de ser nuestra caricatura, como en muchos momentos somos la caricatura de alguien más, y así sucesivamente.
Allí veo uno de los aciertos de Periférica Blvd.: ese lenguaje mezcla de "lo autóctono" con "lo moderno" con cualquier cosa, caótico en apariencia, en realidad tan exacto como si lo hubieran cortado con un bisturí ligeramente desviado, pertenece incidentalmente a las periferias de La Paz, pero podría uno leerlo en la ciudad de Guatemala o de Buenos Aires, en sus lenguajes marginales particulares, y el resultado sería más o menos el mismo.
La primera impresión es que se trata de una caricatura, de un libro divertido que narra las peripecias del teniente Villalobos y el policía raso Severo Fernández por bares, burdeles, fiestas y narcotráficos en pequeño, de los cuales forman parte por origen, necesidad, vocación y fatalismo. Pero es un libro trágico, en el que uno se ríe como se reiría de primera intención ante el tipo que se resbala en la cáscara de plátano y sufre fracturas múltiples de cadera, nada más que uno no se queda a ver el desenlace, ni le interesa. Y ésa es una de las posibles lecciones del libro: ¿a quiénes, entre los escritores que tratan "temas sociales", les interesa de verdad esos temas? ¿Qué tan lejos están dispuestos a llegar, y para qué?
Me parece que Cárdenas ha llegado tan lejos como ha podido y, sí, a veces se engolosina con el lenguaje y su capacidad de retorcerlo, y habrá un par de capítulos por los que uno transitará a trancos, esperando que siga lo que sigue. Aun así es un esfuerzo excelente y vale la pena meterse de cabeza en "eso", sea lo que sea, esté donde esté.
Algunas frases que me gustaron o me llamaron la atención:
...esa guata que te traiciona como si no te hubiera visto comer aviones de cuatro en cuatro, empujándolos con cerveza, dos más para mi general, mi general, sírvase para curar el ch'aqui de la farra a la que fuimos anoche y donde todo ha corrido por mi cuenta, hasta las putas que se sorprendían ante sus calzoncillos de jerga y sus preservativos camuflados mi general, no me había dado cuenta que es usted igualito que mi general Barrientos que Dios nuestro Señor, que es de derecha, lo tenga en su santísima gloria...

***

...cuando era changuita iba a recogerlo a su jovato a las chinganas donde cañoneaba todas las noches; ronqueteando en cualquier parte y aguantando su rayasos, hasta que en uno de los más fuleros, dice que le baja el calzón y la estupra, como dicen en la prensa, ¿no? y al darse cuenta de la gran cagada que había hecho dice que gritaba:

Peredón cariñito amado
Anagel adoraaaado, dame tu peredón

Pero a ella, bien asustada, lo único que se le había ocurrido hacer era pirarse, hacerse gamba porque creía que se podía embarazar y tener un hijo que además iba a ser su hermano y el padre que al mismo tiempo sería el abuelo y sus propios hermanos serían los tíos y a la vez los hermanos del crío y ella como conviviente de su padre llegaría a ser la abuela de la criatura o sea que su propia madre y de ahí le había nacido el odio contra su padre, porque él era el ditecto causante de todo ese despelote.
Esta segunda cita habla de un viejo cantante de boleros, conocido como El Hombre Que Supo Amar. En el interrogatorio al que lo someten los personajes centrales, sólo atina a responder con letras de boleros. Extrañísimo y a ratos conmovedor.
...dice: ¡Ahí, mi teniente... ahí está la sastrería Borda, lo que hace que frene de golpe y el chif se dé contra el vidrio soltando un disparo así fortuito y que le pesca al rrope que se lanzaba contrel auto, en plena cabeza y lo deja tan seco que ni siquiera se cae hasta pasado un buen rato.

***

Hubiera podido decir que para algo ha servido la cosa ahí colgada junto al crucifijo, obsequio de mi madre, hasta ayer, pero aurita ya no sé querido diario, si hasta me dan ganas de desprender esa vaina de la pared, estrujarla contra mi corazón y escribir varios poemas de amor o una canción desesperada que diga más o menos:

Te vi partir, partir lejos de mí
allí donde se escucha bufar al viejo tren
y un perro adivina que estoy triste.
Como olvidar tu pelo
como olvidar tu aroma
si me tocaste diciendo:
creo en el tacto por tales y cuales razones
...quien no ha de tener fe en el tacto.

Sola estoy aquí en la ciudad
paso entre la gente como un zombie
desandando los bulevares de la soledad
por donde cada tira que pasa
con un libro en la mano
me traerá tu nombre
como en aquel verano...

Buenas noches, mi teniente, donde quiera que esté. [...]

Nota encontrada en la agenda del coronel de policía Narciso Campero, licenciado en filosofía y letras. La construcción del canto, de aparente simplicidad formal, posee sin embargo una estructura apoyada en los formatos Vestales, es decir una primera estrofa de tres versos, una segunda de cinco y la tercera y última de siete.
En cuanto al tramo temático, a partir de la mención de Tupelo en el primer verso de la segunda estrofa se nos remite al pequeño pueblo de Mississipi, cuna del gordo de América Elvis Aaron Presley, celebrado en primera instancia en América Latina por el vate popular Leonardo Favio y de quien se toma el texto para repetirlo con conocimiento de causa. Este es apenas uno de los ejemplos más notorios entre los varios niveles de intertextualidad que se manejan en el poema.


***

...dicen ques su hermano del cantante de Los Lobos que justo está en l'otra tarima dedicando su canción: ...a Renecito Bascopé en el cielo con cariño... y no sé pss quien será ese Renecito, algún pariente seguro...
René Bascopé Aspiazu es un viejo y gran amigo, cuentista, ingeniero civil y periodista, muerto en 1983 a los 30 años en un accidente de armas, mientras andaba clandestino como director del semanario Aquí. Gracias a él entré en contacto con Erika Bruzonic y ahora escribo acerca de Periférica Blvd.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi estimado Rafael:

I´m speechless!!!

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Así me pasó cuando leí el libro :)
Todavía lo estoy asimilando.