20 de junio de 2005

Saramago y los rollitos de jamón

Un día decidí que quería escribir mi propia versión de El extranjero, del cual me enamoré alrededor de 1980. Todo lo que hice desde entonces, hasta que cerré la etapa en 2000, fue encaminado en esa dirección. Terminó con Trece (Instituto Mexiquense de la Cultura, Toluca, 2003), que fue a lo que finalmente llegué. No tiene nada que ver con Camus excepto para mí, pero creo que es un trabajo digno, que me llevó nueve años de insomnios e ingeniería.
En 1995, gracias a Salvador de la Mora, conocí un par de libros de Saramago: Memorial del convento e Historia del cerco de Lisboa, y poco después compré El evangelio según Jesucristo. Me fascinaron. Y, en vista de que me quedé sin guía, me puse a estudiar sus estructuras de lenguaje. De allí salieron dos novelas: Instrucciones para vivir sin piel (publicada como Instructions pour vivre sans peau por Cénomane, de Le Mans, en 2004) y Breve recuento de todas las cosas (que debe publicarse allí mismo el próximo año). Y, como debe ser, poco se nota la influencia de Saramago, porque tampoco se trata de plagiar y sería una falta de respeto hacia él y hacia mí. Pero allí está, seguro, y hasta podría decirles dónde.
Hace un rato regresé de una cena con Saramago, invitado por Grupo Santillana. De entre los narradores salvadoreños estábamos Manlio Argueta, Claudia Hernández y yo, tres generaciones en tres sillas aledañas, muy cerca de él. Le conté esta historia, le di las gracias y le entregué un ejemplar de Instructions... Fue muy amable al recibir el libro, hojearlo y decir: "Yo debería agradecerle a usted. Imagínese: yo allá en Lanzarote escribiendo mis cosas o haciendo vaya a saber qué, y una persona en otro lado del mundo tomándose la molestia de estudiar mi lenguaje y de trabajar sobre él..."
Conversó acerca de su técnica literaria, pero otros comensales (gente que no ha leído su obra, supongo, o periodistas con ganas de escándalo, o ambas cosas a la vez) comenzaron a preguntarle acerca de su posición hacia Cuba, de lo que escribió acerca de las FARC, de los pleitos entre los Nobel... Respondió con elegancia, pero siempre volvía a su literatura, que es de lo que un escritor quiere hablar. Hasta le hicieron un par de preguntas impertinentes, de las que salió ileso, y de vuelta a la técnica literaria.
Me pareció un tipo sensacional. Es como si alguien llega a casa de uno, invitado por el amigo de un amigo, y empieza a platicar de cosas agradables mientras come rollitos de jamón, y uno lo oye fascinado porque el hombre sabe de lo que sabe, y lo dice de un modo tan casual que hasta parece fácil aunque ni de lejos lo sea. Alguna vez me tocó platicar con Octavio Paz, otro Nobel, antes de que fuera Nobel (sería en 1980), y por suerte sólo duró unos segundos y no se repitió. Qué tipo pedante. Saramago es de otra estirpe, y me dio gusto saber que dediqué varios años a la obra de alguien que es, sobre todo, una buena persona.
Al final se puso a firmar libros y hubo quienes llevaron tres o cuatro para sus parientes y amigos. Nada elegante, aunque él lo fue. Como no me acercaba, me preguntó si quería que me firmara algo, y con un poco de vergüenza saqué mi ejemplar de El cuento de la isla desconocida, que era lo que cabía en el bolsillo sin que se notara, y que sólo sacaría en caso de urgencia extrema. Y allí está el librito en la mesa del comedor, con su firma y una dedicatoria sencilla, curiosamente la misma que uso en casos similares, porque eso de firmar libros me angustia horrores y hay siempre quien insiste en que quiere su ejemplar firmado y a uno sólo se le ocurre poner "Para Fulano, con un abrazo." (No es que yo dedique los libros como él y presuma de eso: es que en literatura hay constantes hasta en las dedicatorias.)
A lo de la sesión de fotos no le entré. Alguna vez me tocó que, por ser de los escritores de la fiesta, todo el mundo quisiera tomarse fotos conmigo y con los otros compañeros, abrazados, sonrientes y pensando "Qué carajos hago aquí". Bien incómodo.
En fin, en La Casa del Escritor, donde me ha tocado ser "el mayor", manejamos una idea: todos somos lo mismo, nada más estamos en diferentes etapas del proceso. Lo creo de corazón, y les da seguridad a los chavos para seguir en el oficio. Hoy el chavo fui yo, y un verdadero maestro me hizo sentir lo mismo. Gracias, gracias, gracias.
(Ah: y platiqué mucho con Claudia Hernández, a quien no veía desde hacía casi un año, aunque a veces nos encontramos en el Messenger.)

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Me alegra que te hayan invitado a cenar con Saramago, no por que sea un laureado con el Nóbel, sino por que es Saramago.
Confieso que no he leído nada de él, pero no por que no me llame la atención, es sólo que está en una larga fila de libros por comprar y luego leer. Es por esto que no he hecho ni el intento de saber donde estará. ¿Cómo voy a pedirle que me firme un libro que acabo de comprar y que ni siquiera he leído? Sin embargo, me parece que es alguien lúcido y eso en esta época es algo extraordinario.
Entiendo por qué la gente prefiere los temas de política... es que no leen ni conocen de literatura.

Anónimo dijo...

Querido Rafa:

Vaya que te vi sufrir al presentar una dedicatoria... eso sí, grandísimo caón... ni dedicatoria, ni libros ni despedida.

Ahí te lo dejo de tarea... CHALE!

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Aldebarán:
El libro que me abrió varios ojos fue Memorial del convento, por motivos totalmente técnicos, y terminé de abrir los que faltaban con Historia del cerco de Lisboa. El que más me gusta, hasta la fecha, es El evangelio según Jesucristo,quizá porque soy un escapado de los jesuitas. (Sí, me querían para el seminario. Por suerte nos corrieron del país, porque iba a aceptar.) Creo que es con el que vale la pena empezar.
Ahora estoy leyendo Ensayo sobre la lucidez, que tengo desde hace meses pero no ha habido oportunidad de entrarle. Así que hago la oportunidad y le entro.
Hay cosas de Saramago que no me gustan, como Manual de caligrafía y pintura y Alzado del suelo. Pero ése ya es mi problema, no de él.
Karina:
Sí, la angustia es real. Nadie me cree mucho, pero en real.

Anónimo dijo...

Qué rico, platicar con alguien a quien una/o admira... Yo siempre vi con asombro a los muchachitos y muchachitas pidiendo autógrafos a sus artistas preferidos... Este día, experimento esa sensación, me muero por que Saramago firme uno de sus libros para mí, aunque sea las dos o tres palabras, juro que me emociona, y me emociona ir a verlo esta noche y escucharlo y confirmar que la grandeza está en las palabras sencillas. Por televisión lo vi en otro conversatorio en Chile... Genial, pero también el público lo fue: eran personas comunes y silvestres, no iluminados e iluminadas de la literatura, pero se les notaba cuánto gustaban de la obra de Saramago y en ese momento aprovecharon la oportunidad para descifrar algún misterioso encuentro con frases de él o libros enteros. Así voy yo, luego de leerlo incansablemente, me encantan los sietesoles y las sietelunas, la angustia que me generó la historia de la ceguera colectiva y las puertas de las peticiones y las decisiones... en fin, que envidia de la buena el que usted, Rafael, haya podido compartir en una mayor cercanía sus inquietudes o lo que sea, con este escritor, a quien para mí, con su firma será suficiente para seguir tranquila leyéndolo...

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Paola:
Yo no creo que haya iluminados de la literatura, y eso es precisamente lo hermoso de Saramago: que es un escritor que se ha hecho con trabajo, y el Nobel se lo tiene bien ganado. Pero no es el Nobel lo que lo define, sino que es un gran escritor, y un maestro, y un buen tipo.
Tenía boleto para ir a verlo hoy por la noche, pero se lo cedí a Teresa Andrade, una poeta excelente de 20 años, que acaba de terminar un poemario más que notable. Van a ir como cinco de La Casa del Escritor, y sé que les va a fascinar.

Anónimo dijo...

Rafa , Desde que me di cuenta que Saramago llegaba a El Salvador , hice todo lo posible por estar en estos dias en el pais pero no pude , Logre que me autografiara "Ensayo sobre la lucidez" hace unos meses que estuvo en Caracas, despues de leerlo porsupuesto , y despues de 3 horas de cola esperando para que me pusiera su firma en mi libro y poder darle la mano y medio decirle , con la tembladera de piernas respectivas y las palabras entrecortadas por la impresion , cuanto lo admiraba.Me llamo mucho la atencion la lucidez y congruencia en sus discursos , a la edad que tiene , puede iniciar hablando de un tema y dos horas despues , retomar el tema y finalizarlo con tanta facilidad. Que bueno que llego a El Salvador , hace dias que hacia falta que alguien de su talla visitara el pais.
Saludos , Carlos Moreno.

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Carlos:
De hecho el primer comentario que me hicieron del *Ensayo sobre la llucidez* fue tuyo. Yo --mea culpa-- apenas anoche me puse a leerlo. Está bien divertido.
Fíjate que eso es algo que el Nobel hace que uno olvide: que se pueden escribir cosas divertidas. Cuando se lo dieron a Darío Fo, estuve feliz precisamente porque es un tipo con un sentido del humor pavoroso, y Saramago también lo es. Y García Márquez. Y otros.
En fin, gracias por leer estos dislates.

Anónimo dijo...

Rafael, confieso que no te he leido, sin embargo, te confieso que tendré que hacerlo.
Justo hace días escribí en mi blog algo sobre Saramago, ojalá lo leas.
Sobre la obra de José (aprovechándome de esa utópica amistad con él), sólo me queda decir que en Barcelona me firmó un libro... es irónico que sea uno de los hombres más leidos actualmente, y con hasta ahora no sé qué me escribió en la dedicatoria, pero me quedo con la amabilidad que tuvo para " el amigo mejicano" como me nombró cuando me le presenté.
Saludos y espero leerte pronto.