16 de julio de 2006

Lentes y premio de novela



Ayer por fin me dieron mis anteojos nuevos y he redescubierto el simple placer de ver a gusto y, sobre todo, de leer. Un par de meses y medio no parecerán tanto, pero juro que desespera.
No, los lentes no son marca XOX, "Italian Hugs and Kisses", y no sé si me gustaría traer frente a los ojos, durante 16 horas diarias, algo con un lema así; fue la caja que me dieron en la óptica. Supongo que debería molestarme que no se corresponda con la marca de mis aros (Lanvin), pero la cajita está bien, es práctica y fuerte y lo del fanatismo de las marcas no se me da bien.
De todos modos busco el sitio de Lanvin y resulta que es una marca francesa que se encarga de hacer trajes y perfumes, y que ambas cosas están fuera de mi menú habitual. Busco su línea de aros y no la encuentro allí, pero un recorrido por varias tiendas de lentes de internet me dice que el precio anda entre los 150 y los 199 dólares, es decir: sí, me los vendieron a mitad de precio, como me dijeron. No me parece que por un precio así uno pueda presumir que trae puesto algo de una casa de modas francesa, aunque tampoco es cosa de admitir que uno lo compró en rebaja, vanidad obliga.
Los de la óptica me dijeron que los anteojos estarían listos ayer sábado a las 10:30 de la mañana. Llegué un poco antes, porque tenía una reunión con dos miembros del jurado de los Juegos Florales de San Salvador, dedicados a novela; yo sería el tercero. Resultó que no se los habían enviado del taller, a pesar de que estaban listos, y que tendría que esperar al lunes. No sé qué cara de desolación me habrá visto que me dijo que haría todo lo posible y que mandaría por ellos, que regresara un poco más tarde. Regresé después de la reunión y allí estaban, nuevecitos y cómodos. Quedaron tan bien que no me he mareado una sola vez ni he chocado contra nada ni nadie contra lo que no quisiera chocar. (Uno tiene sus mañas.)
En fin, me reuní en el Sanborns de Metro con la escritora Carmen González Huguet y con el catedrático Carlos Paz Manzano, a quien no conocía, y nos pusimos a platicar de un montón de cosas durante un buen rato. Y pasó algo casi tan maravilloso como lo de los lentes: pedí un sándwich de pavo caliente (así se llama), uno de mis favoritos de Sanborns, y me lo comí, porque no era cosa de pedirlo y dejarlo allí abandonado. Precisamente propuse reunirnos en Sanborns porque apenas el martes pasado fui por primera vez, para platicar con otra amiga escritora a quien no le gusta que la mencione en público, y me comí unas enchiladas suizas, que ya extrañaba. En serio, son de lo mejor que tiene Sanborns; allí se inventaron. Cuando la amiga se fue hubo un largo momento de felicidad. No fue porque ella se haya ido, ni mucho menos, sino porque hice lo que hacía en México en ése y otros lugares: estar en paz con mis libros y mi cuaderno sin gente que me interrumpiera a casa rato para preguntarme si iba a pedir algo más o si quería la cuenta o lo que sea, ni música a todo volumen ni nada que interfiriera con el placer de estar calladito y en mis asuntos. ¡Y hasta hay sección de fumar! ¡Y nadie que me esté ofreciendo encenderme el cigarro!
Después de un rato de plática, estuvimos de acuerdo sin la menor discusión en que la novela ganadora era El sueño de Mariana, presentada bajo el pseudónimo de "K". (Ya hablé de esa novela y del concurso aquí.) Es una novela de ciencia ficción ubicada no sólo en el espacio exterior, sino también en El Salvador y sus alrededores, con lenguaje coloquial salvadoreño y todo, y es bien interesante cómo el autor logra ubicar la idiosincrasia nacional de los personajes en un futuro probable y con una tecnología bastante bárbara, y a la vez mostrar cómo nada o muy poco ha cambiado en la gente, que por eso mismo es gente. Es sin duda la novela mejor armada, y con mucho, de todas las que enviaron al concurso. Le avisamos a la encargada de los juegos y le pedí que, por favor, cuando abriera la plica, me dijera el nombre del ganador. Al rato, cuando iba de camino a casa, me llamó para decirme que era Jorge Galán, quien hace un par de años publicó un poemario muy bueno (El día interminable) en la colección Nueva Palabra de la Dirección de Publicaciones e Impresos. Jorge es ganador consuetudinario de juegos florales, y ésta es la segunda vez que los gana en novela.
Conocía un par de novelas suyas, que él mismo me pasó, aún inéditas: la que ganó en los Juegos de 2003 y una muy larga a la que me permitió hacer algunas observaciones el año pasado, que aún tiene en corrección.
Me extrañó y me alegró no haber reconocido su estilo, con todo y que me puse a especular al respecto, porque es inevitable. Ha evolucionado muchísimo, y creo que con El sueño de Mariana ha logrado una novela sólida, inobjetable y absolutamente publicable. Le avisé a Carmen quién era el ganador y, después de reírse, dijo sólo "Mirá, vos..." Uno de los temas de plática con ella, poco antes, había sido los sonetos de Jorge, que son bastante buenos. Maneja las formas métricas como pocos (Carmen es maestra en el tema).
Por la noche Krisma se encontró a Jorge en el Messenger (son compañeros de colección y se intercambian textos, propios y ajenos) y le dijo "Felicidades". Jorge no sabía por qué, me puse a la máquina y le conté. A su muy tímido modo, estaba emocionadísimo. Resultó que de la Casa de la Cultura del Centro no le habían avisado aún; supongo que lo harán el lunes, que es día laboral. Me gustó ser quien le avisara.
A los mal pensados: Sí, Jorge es mi amigo, y he seguido con interés lo que me ha permitido leer de su obra. Pero, así fuera mi mamá --quien por cierto regresó ayer a Costa Rica--, no le daría un premio a nada suyo si no fuera bueno. Y, no, no sabía que era él. Ni idea de que estuviera escribiendo algo de ciencia ficción, a pesar de que hemos hablado muchas veces acerca de autores, novelas y cosas del género. De hecho, por el enfoque de la novela, creí que estaba escrita por una mujer, pero no: el personaje protagónico está tan bien armado que, en efecto, lo que ronda por toda la obra es su voz femenina. O sea que se confirma algo cierto: las posibilidades de que aparezca de repente un novelista del que no se sabe nada, y que le pegue a algo fuerte con su primera novela, son cercanas a cero; es un asunto de tiempo, paciencia y trabajo. Mishima es quizá el último de quien tengo noticia, con Confesiones de una máscara. Fuera de allí, todo es dolor de espalda. (La madrugada a veces duele.) Posted by Picasa

5 comentarios:

Anónimo dijo...

BUENO, YA TENES TUS LENTES...AHORA NO HAY RAZONES POR LAS CUALES NO PODAS LEER MI NOVELA... QUE "CHULO SIOYE"JAJAJAJAJA
SALUDOS

Anónimo dijo...

Esa última frase está buenísima...
Algo bueno de los lentes de aro francés: al menos la madrugada no le va a doler porque ha chocado de manera inconscientemente casual con algo - alguien.

Saludos.

Anónimo dijo...

Yo creo que vos sos tan objetivo para hacer críticas y que no has sucumbido a mis encantos ja ja ja ja... Yo soy re-simpática y linda y todo lo demás (y re-modesta) y siempre me decís las verdades, yo creo que jamás dudaría de tu criterio literario...
"las posibilidades de que aparezca de repente un novelista del que no se sabe nada, y que le pegue a algo fuerte con su primera novela, son cercanas a cero; es un asunto de tiempo, paciencia y trabajo"

De plano... y eso es pa todos los géneros va!

Jaluditos

Anónimo dijo...

Felicidades a Jorge Galán, quien me parece que también ganó el año pasado un premio en la rama de cuento infantil, del cual poco se escribe en estos días en nuestro país.

Creo que ambos premios son una buena recompensa al esfuerzo y al trabajo duro.

Por último, ¡y yo que pensaba hacer mi primera (y única) novela en una sola sentada y con ella ganar el premio Hugo! Parece que no se podrá. Ni modo.
;-)

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Tendría que ser una sentada muy larga...
Trata con Alfaguara. Allí nunca se sabe.