Nota sobre Marco Antonio Flores
Hoy apareció una nota mía en El Faro acerca de Marco Antonio Flores, uno de los grandes maestros de la literatura en Centroamérica, de quien hablo un poco en el post anterior. La nota se puede encontrar aquí, pero la reproduzco completa a continuación:
Una figura fundamental para la literatura centroamericana –participante del V Festival Internacional de Poesía, que se celebra esta semana– es el guatemalteco Marco Antonio Flores. Aunque su trabajo más importante, cuantitativamente, está del lado de la creación poética, su obra más influyente se halla en la narrativa.
En 1976 Flores publicó en México, en la editorial Joaquín Mortiz, la novela Los compañeros, y con ella inauguraba la novela centroamericana. (La seguiría otra novela fundacional, Caperucita en la zona roja, del salvadoreño Manlio Argueta.)
Los compañeros es la primera novela centroamericana que plantea una estética propia, un lenguaje local que logra universalizarse, temáticas acordes con las realidades de la época y una coherencia estructural que no se había visto en las obras de otros escritores centroamericanos, quizá con la excepción del costarricense Joaquín Gutiérrez (Murámonos, Federico, Te acordás, hermano y Puerto Limón), otro grande del género en la región. (En el cuento hubo varios cultores tempranos de gran nivel, como el Salarrué de Cuentos de barro.)
Se dirá que Asturias había logrado grandes alturas en Hombres de maíz o El señor presidente; y hay un premio Nobel para sustentar la afirmación. Asturias probablemente dejó pistas dignas de seguirse y varias de las páginas más memorables de la literatura ya no regional, sino universal (varias escenas de El Señor Presidente, páginas enteras de Leyendas de Guatemala); pero sus carencias técnicas son imposibles de soslayar. (Hay que recordar que Asturias recibió el Nobel por su poesía, no por su narrativa.)
También es importante en Flores –como en la Caperucita de Argueta– una mudanza desde el campo, desde los suburbios (como en Cuentos de cipotes de Salarrué), hacia la ciudad como ambiente central, a los universitarios y guerrilleros como personajes posibles, y el alejamiento de cualquier canon ideológico, en una época en la que tal cosa parecía imposible. Es mucho más importante, para Flores, la construcción de la novela que plantear ideas fuera de las exigencias del texto.
Los compañeros fue recibida por la intelligentsia guatemalteca –y centroamericana en general– como se reciben muchas grandes obras: bastante mal. Habla de la formación y lucha de la guerrilla de los años sesenta en Guatemala y de todo lo humano que hay detrás de los ideales, las organizaciones y sus individuos. Sin piedad alguna –porque la novela no sirve para eso–, Flores narra las tribulaciones de varios amigos, compañeros y “compañeros de viaje”, sus amores y sus traiciones, sus traumas, sus ideales y sobre todo sus derrotas, y cómo de ellas salen fortalecidos o destruidos, héroes, villanos o gente que sólo trata de olvidar algo que quizá fuera lo más importante de su vida.
Hubo varios factores para que la obra de Flores fuera rechazada casi de inmediato y de manera casi generalizada por los guardianes del canon y el buen gusto, aunque el libro se agotó con rapidez. Primero, que aún estaba muy reciente la derrota de la “primera guerrilla” guatemalteca, con los dolores que eso implicaba; luego, que ya estaba en marcha una nueva etapa de insurgencia, que culminaría con su virtual derrota en 1983 y los acuerdos de paz de 1996. También es claro que, en una época de auge revolucionario, la ideologización extrema y la polarización no permitían que los lectores se fijaran de manera prioritaria en valores como la excelente construcción de personajes y el manejo magistral del tiempo narrativo. Y más aún: varios de los personajes de la novela aún vivían, como el propio Flores (el personaje de “El Bolo”), otros habían muerto por errores de la guerrilla (“El Patojo”) y algunos más disfrutaban de interesantes exilios en otros países, en especial México. El modo en que está escrita (su crudeza, su complejidad, su lenguaje sin concesiones) no es precisamente amable, y confronta en cada página al lector y esos valores que siempre se dan por sentados.
Es obvio que, para Flores, la novela tuvo un alto valor catártico, como sobreviviente y “oveja negra” de la primera guerrilla guatemalteca, pero también es de notarse que, pese a la cercanía personal del tema y los protagonistas, logró el distanciamiento gracias al cual una novela es una novela, no un simple ejercicio sadomasoquista. Es otra de las características y de las lecciones de Los compañeros.
En la actualidad Flores sigue siendo una cima de la literatura en Guatemala y Centroamérica. Sin embargo el “medio” literario de su país lo sigue condenando al ostracismo y se refiere a él con una displicencia que no es compartida por los lectores; éstos han agotado ediciones enteras de Los compañeros, y hace unos meses F&G Editores hizo una publicación de homenaje en el trigésimo aniversario de su aparición original. Desde hace varios años es asimismo una de las obras más estudiadas por académicos guatemaltecos y extranjeros.
Si en un primer momento Flores fue rechazado por el contenido de su obra (incidental cuando se habla de literatura), ahora más bien se trata de una mala costumbre o de un reconocimiento claro de que hace falta mucho más que actitudes escandalosas o planteamientos “de ruptura” para ser un buen escritor. Apenas en 2006 se le concedió el Premio Nacional de Literatura de su país, que en lustros anteriores recibieron casi todos los escritores posibles, y algunos incluso imposibles, pocos de ellos con los méritos de Flores y de su obra.
Durante las actividades del V Festival Internacional de Poesía, Marco Antonio Flores será la figura central del debate generacional que se llevará a cabo el próximo jueves a las cuatro de la tarde en la Casa de la Cultura de El Mirador, en Los Planes de Renderos.
Marco Antonio Flores y Los Compañeros,
treinta años después
El poeta y narrador guatemalteco visita El Salvador esta semana para participar en el V Festival Internacional de Poesía.
Rafael Menjívar Ochoa
treinta años después
El poeta y narrador guatemalteco visita El Salvador esta semana para participar en el V Festival Internacional de Poesía.
Rafael Menjívar Ochoa
Una figura fundamental para la literatura centroamericana –participante del V Festival Internacional de Poesía, que se celebra esta semana– es el guatemalteco Marco Antonio Flores. Aunque su trabajo más importante, cuantitativamente, está del lado de la creación poética, su obra más influyente se halla en la narrativa.
En 1976 Flores publicó en México, en la editorial Joaquín Mortiz, la novela Los compañeros, y con ella inauguraba la novela centroamericana. (La seguiría otra novela fundacional, Caperucita en la zona roja, del salvadoreño Manlio Argueta.)
Los compañeros es la primera novela centroamericana que plantea una estética propia, un lenguaje local que logra universalizarse, temáticas acordes con las realidades de la época y una coherencia estructural que no se había visto en las obras de otros escritores centroamericanos, quizá con la excepción del costarricense Joaquín Gutiérrez (Murámonos, Federico, Te acordás, hermano y Puerto Limón), otro grande del género en la región. (En el cuento hubo varios cultores tempranos de gran nivel, como el Salarrué de Cuentos de barro.)
Se dirá que Asturias había logrado grandes alturas en Hombres de maíz o El señor presidente; y hay un premio Nobel para sustentar la afirmación. Asturias probablemente dejó pistas dignas de seguirse y varias de las páginas más memorables de la literatura ya no regional, sino universal (varias escenas de El Señor Presidente, páginas enteras de Leyendas de Guatemala); pero sus carencias técnicas son imposibles de soslayar. (Hay que recordar que Asturias recibió el Nobel por su poesía, no por su narrativa.)
También es importante en Flores –como en la Caperucita de Argueta– una mudanza desde el campo, desde los suburbios (como en Cuentos de cipotes de Salarrué), hacia la ciudad como ambiente central, a los universitarios y guerrilleros como personajes posibles, y el alejamiento de cualquier canon ideológico, en una época en la que tal cosa parecía imposible. Es mucho más importante, para Flores, la construcción de la novela que plantear ideas fuera de las exigencias del texto.
Los compañeros fue recibida por la intelligentsia guatemalteca –y centroamericana en general– como se reciben muchas grandes obras: bastante mal. Habla de la formación y lucha de la guerrilla de los años sesenta en Guatemala y de todo lo humano que hay detrás de los ideales, las organizaciones y sus individuos. Sin piedad alguna –porque la novela no sirve para eso–, Flores narra las tribulaciones de varios amigos, compañeros y “compañeros de viaje”, sus amores y sus traiciones, sus traumas, sus ideales y sobre todo sus derrotas, y cómo de ellas salen fortalecidos o destruidos, héroes, villanos o gente que sólo trata de olvidar algo que quizá fuera lo más importante de su vida.
Hubo varios factores para que la obra de Flores fuera rechazada casi de inmediato y de manera casi generalizada por los guardianes del canon y el buen gusto, aunque el libro se agotó con rapidez. Primero, que aún estaba muy reciente la derrota de la “primera guerrilla” guatemalteca, con los dolores que eso implicaba; luego, que ya estaba en marcha una nueva etapa de insurgencia, que culminaría con su virtual derrota en 1983 y los acuerdos de paz de 1996. También es claro que, en una época de auge revolucionario, la ideologización extrema y la polarización no permitían que los lectores se fijaran de manera prioritaria en valores como la excelente construcción de personajes y el manejo magistral del tiempo narrativo. Y más aún: varios de los personajes de la novela aún vivían, como el propio Flores (el personaje de “El Bolo”), otros habían muerto por errores de la guerrilla (“El Patojo”) y algunos más disfrutaban de interesantes exilios en otros países, en especial México. El modo en que está escrita (su crudeza, su complejidad, su lenguaje sin concesiones) no es precisamente amable, y confronta en cada página al lector y esos valores que siempre se dan por sentados.
Es obvio que, para Flores, la novela tuvo un alto valor catártico, como sobreviviente y “oveja negra” de la primera guerrilla guatemalteca, pero también es de notarse que, pese a la cercanía personal del tema y los protagonistas, logró el distanciamiento gracias al cual una novela es una novela, no un simple ejercicio sadomasoquista. Es otra de las características y de las lecciones de Los compañeros.
En la actualidad Flores sigue siendo una cima de la literatura en Guatemala y Centroamérica. Sin embargo el “medio” literario de su país lo sigue condenando al ostracismo y se refiere a él con una displicencia que no es compartida por los lectores; éstos han agotado ediciones enteras de Los compañeros, y hace unos meses F&G Editores hizo una publicación de homenaje en el trigésimo aniversario de su aparición original. Desde hace varios años es asimismo una de las obras más estudiadas por académicos guatemaltecos y extranjeros.
Si en un primer momento Flores fue rechazado por el contenido de su obra (incidental cuando se habla de literatura), ahora más bien se trata de una mala costumbre o de un reconocimiento claro de que hace falta mucho más que actitudes escandalosas o planteamientos “de ruptura” para ser un buen escritor. Apenas en 2006 se le concedió el Premio Nacional de Literatura de su país, que en lustros anteriores recibieron casi todos los escritores posibles, y algunos incluso imposibles, pocos de ellos con los méritos de Flores y de su obra.
Durante las actividades del V Festival Internacional de Poesía, Marco Antonio Flores será la figura central del debate generacional que se llevará a cabo el próximo jueves a las cuatro de la tarde en la Casa de la Cultura de El Mirador, en Los Planes de Renderos.
1 comentario:
Hola, gracias por reproducir el artículo. Sin duda "El bolo" es uno de los escritores más interesantes de Guatemala en mucho tiempo.
Saludos,
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