De literatura y escritores nuevos
Hasta la fecha he leído pocas cosas en los medios de comunicación masiva que traten con seriedad y respeto a la literatura y a los escritores, o que muestren al menos un vislumbre de lo que es la literatura desde el punto de vista de sus creadores.
Quizá uno de los factores que inciden en esto es la vocación o las intenciones literarias de los reporteros; otro, el error de creer que entre la literatura y el periodismo hay algo más que un parentesco lejano e incidental, y que este parentesco da algún fuero prara opinar o decidir; otro, una incomprensión --heredada de sus maestros, hay que decirlo-- acerca del oficio periodístico: se olvida que un reportero es un testigo, a lo sumo un intermediario entre quienes generan la noticia y quienes la leen, no un participante o alguien que deba buscar una influencia en los asuntos que trata. Si algo incide, es por añadidura; su obligación es cumplir con su oficio, esto es: escribir bien y transmitir fielmente lo que ocurre y lo que otros dicen. (Me han hecho hablar cada tontería en las entrevistas... A veces sólo es cosa de oír lo que dice la grabación, verificarlo y verificarlo otra vez, y si es necesario otra más. Pocos se toman el trabajo de pasar del cuaderno de notas o de la memoria, tan frágil siempre, y uno dice lo que ellos entienden o creen que entienden. Lo triste es que hacer bien las cosas no les llevaría más que unos minutos extra.)
A veces los propios escritores se ponen a jugar al crítico, y allí ocurre lo contrario: les falta periodismo. O peor: más que hablar de literatura, hablan de ellos mismos. Esperan impresionar o dejar sentado su manejo del tema o --también-- influir o demostrar conocimientos profundos que quizá tengan, pero no siempre vienen al caso. Ni qué decir de los críticos de ocasión, o de los que buscan un reconocimiento como tales hablando de cosas que no conocen más que de oídas. Etcétera. No es que no los haya buenos; es que no es fácil encontrarlos.
Hoy leí un reportaje sencillo y bien armado acerca de literatura en El Salvador, que habla de los escritores jóvenes (menos de 35 años) que al parecer destacan más, según varios escritores: Claudia Hernández en cuento y Jorge Galán en poesía (este último con buenas incursiones en la novela; me consta). La nota es de Ruth Grégori, de El Faro, y se puede encontrar aquí. Está complementada con sendas entrevistas a Claudia y a Jorge, realizadas por la propia Ruth con gran acierto. Lo que destaca en la nota en sí es el respeto por la literatura y el ánimo evidente de reflejar lo que realmente es la literatura para los escritores, y qué piensan de ella y de la gente que la hace, no lo que tengan que decir personas que se mueven a su alrededor o que no han logrado aún profundizar lo suficiente, pero que siempre hablan como... uh... expertos, digamos. Gracias a Ruth por eso.
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Para Los De Siempre: ¿Ya vieron que por hacer acusaciones a lo estúpido se la pasan dando vueltas sobre la misma amargura? Con que preguntaran bastaría, como lo hizo Ruth. Sí, el poeta más sólido, de 35 años para abajo --en realidad de 40 años, y en una de ésas hasta más-- me parece Jorge Galán, y se está consolidando como un escritor "más completo" gracias a la cantidad de tiempo y trabajo que le dedica a su obra. Hay un aspecto importante --aunque no definitorio ni definitivo-- que juega a su favor: la edad. También tiene mucho tiempo dedicado al oficio, y eso sí es importante. Hay otra gente que me parece que está desarrollando su obra y va por muy buen camino, y está incidiendo en la poesía nacional, como Susana Reyes, Krisma Mancía, que casualmente es mi esposa, Osvaldo Hernández y Luis Alvarenga. (Sigue pareciéndome una pena que Carlos Clará aún no publique; lo merece y se necesita.) Con menos experiencia, pero igualmente interesantes y con trabajo sólido, veo a Tere Andrade y Vilma Osorio, y muy cerca a otros que están armando su obra, como Roger Guzmán, Claudia Meyer, Sandra Aguilar, Alberto Quiñónez, Herberth Cea, Nathaly Castillo y una decena más que no menciono, pero allí están, y tienen paciencia. Habrá otros que no alcance a ver, por mis limitaciones de trabajo y espacio, pero me gustaría conocerlos. Amén.
¿Que varios de los que menciono --y que no menciono-- son gente de La Casa? Pues sí. En todo caso, el tiempo dirá. (Y ya está diciéndolo. Tic. Tac. Tic. Tac. Tic. Etc.)
Y no estoy hablando de narrativa, porque por allí vienen varios bien interesantes. Ya hablaremos de ellos alguna vez.
Quizá uno de los factores que inciden en esto es la vocación o las intenciones literarias de los reporteros; otro, el error de creer que entre la literatura y el periodismo hay algo más que un parentesco lejano e incidental, y que este parentesco da algún fuero prara opinar o decidir; otro, una incomprensión --heredada de sus maestros, hay que decirlo-- acerca del oficio periodístico: se olvida que un reportero es un testigo, a lo sumo un intermediario entre quienes generan la noticia y quienes la leen, no un participante o alguien que deba buscar una influencia en los asuntos que trata. Si algo incide, es por añadidura; su obligación es cumplir con su oficio, esto es: escribir bien y transmitir fielmente lo que ocurre y lo que otros dicen. (Me han hecho hablar cada tontería en las entrevistas... A veces sólo es cosa de oír lo que dice la grabación, verificarlo y verificarlo otra vez, y si es necesario otra más. Pocos se toman el trabajo de pasar del cuaderno de notas o de la memoria, tan frágil siempre, y uno dice lo que ellos entienden o creen que entienden. Lo triste es que hacer bien las cosas no les llevaría más que unos minutos extra.)
A veces los propios escritores se ponen a jugar al crítico, y allí ocurre lo contrario: les falta periodismo. O peor: más que hablar de literatura, hablan de ellos mismos. Esperan impresionar o dejar sentado su manejo del tema o --también-- influir o demostrar conocimientos profundos que quizá tengan, pero no siempre vienen al caso. Ni qué decir de los críticos de ocasión, o de los que buscan un reconocimiento como tales hablando de cosas que no conocen más que de oídas. Etcétera. No es que no los haya buenos; es que no es fácil encontrarlos.
Hoy leí un reportaje sencillo y bien armado acerca de literatura en El Salvador, que habla de los escritores jóvenes (menos de 35 años) que al parecer destacan más, según varios escritores: Claudia Hernández en cuento y Jorge Galán en poesía (este último con buenas incursiones en la novela; me consta). La nota es de Ruth Grégori, de El Faro, y se puede encontrar aquí. Está complementada con sendas entrevistas a Claudia y a Jorge, realizadas por la propia Ruth con gran acierto. Lo que destaca en la nota en sí es el respeto por la literatura y el ánimo evidente de reflejar lo que realmente es la literatura para los escritores, y qué piensan de ella y de la gente que la hace, no lo que tengan que decir personas que se mueven a su alrededor o que no han logrado aún profundizar lo suficiente, pero que siempre hablan como... uh... expertos, digamos. Gracias a Ruth por eso.
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Para Los De Siempre: ¿Ya vieron que por hacer acusaciones a lo estúpido se la pasan dando vueltas sobre la misma amargura? Con que preguntaran bastaría, como lo hizo Ruth. Sí, el poeta más sólido, de 35 años para abajo --en realidad de 40 años, y en una de ésas hasta más-- me parece Jorge Galán, y se está consolidando como un escritor "más completo" gracias a la cantidad de tiempo y trabajo que le dedica a su obra. Hay un aspecto importante --aunque no definitorio ni definitivo-- que juega a su favor: la edad. También tiene mucho tiempo dedicado al oficio, y eso sí es importante. Hay otra gente que me parece que está desarrollando su obra y va por muy buen camino, y está incidiendo en la poesía nacional, como Susana Reyes, Krisma Mancía, que casualmente es mi esposa, Osvaldo Hernández y Luis Alvarenga. (Sigue pareciéndome una pena que Carlos Clará aún no publique; lo merece y se necesita.) Con menos experiencia, pero igualmente interesantes y con trabajo sólido, veo a Tere Andrade y Vilma Osorio, y muy cerca a otros que están armando su obra, como Roger Guzmán, Claudia Meyer, Sandra Aguilar, Alberto Quiñónez, Herberth Cea, Nathaly Castillo y una decena más que no menciono, pero allí están, y tienen paciencia. Habrá otros que no alcance a ver, por mis limitaciones de trabajo y espacio, pero me gustaría conocerlos. Amén.
¿Que varios de los que menciono --y que no menciono-- son gente de La Casa? Pues sí. En todo caso, el tiempo dirá. (Y ya está diciéndolo. Tic. Tac. Tic. Tac. Tic. Etc.)
Y no estoy hablando de narrativa, porque por allí vienen varios bien interesantes. Ya hablaremos de ellos alguna vez.
1 comentario:
Aún con todos los escritores que no alcancen a cumplir eficazmente su profesión, vale la pena el paseo si sale uno de ellos bueno.
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