Por Heriberto Montano
Heriberto Montano es un visitante muy frecuente de La Casa. Llega al taller con Irma, se sienta en silencio mientras los compañeros leen sus textos y los discuten, y después habla, no sólo acerca de la poesía, sino también de la vida, y da consejos y hace observaciones que todos agradecemos.
Es él quien dice que La Casa es "mi guardería": los papás van a comer pupusas a Los Planes, pasan dejando a los niños al taller "para que no jodan" y tres o cuatro horas después regresan por ellos. ¡Y además es gratis! Lo dice con cariño, a causa de la corta edad de varios talleristas; cuando él llegó por primera vez, antes de que inauguráramos, había gente de 14 o 15 años que escribía como si fuera mucho mayor, y ahora a los 18 o 19 hace cosas portentosas. Y están "los nuevos", que andan en las mismas. Compartimos el mismo placer: ver cómo todos los domingos se está creando algo nuevo y único, cómo se inventa la poesía, y que los creadores sean gente joven, muy joven, sin las vendas mentales y emocionales que nos impusimos nosotros mismos alguna vez.
Hace meses, mientras Heriberto --que es historiador además de poeta-- me ayudaba a conseguir materiales para Tiempos de locura, un microbús lo atropelló y le desató una enfermedad neuronal, la esclerosis lateral amiotrófica, conocida también como enfermedad de Lou Gehrig, por el famoso beisbolista que la padeció.
En unos días comenzó a fallarle la mano izquierda: no podía abrirla bien, no podía cerrarla bien. Fue al Seguro Social, le dijeron lo que tenía y también que que en El Salvador no había modo de tratarlo, que arreglara sus papeles pendientes y que se fuera para su casa a esperar. Así nada más: a esperar.
En muy poco tiempo tenía paralizado el brazo completo, y el derecho comenzaba a fallarle. Después fueron las piernas. Rapidísimo y desesperante.
Hablé con la gente de la Fundación Poetas de El Salvador y les expuse el caso, luego de consultar con Heriberto, y él hizo lo propio. Lo primero fue conseguir una silla de ruedas para que se movilizara, porque caminar ya era una tortura para él. Lo segundo fue la publicación de un libro suyo, el poemario La ciudad y la neblina, también en edición de la Fundación Poetas.
La idea de este libro es venderlo para comprar un tratamiento que, por lo menos, contenga el progreso de la enfermedad de Heriberto. Es la diferencia entre que pueda vivir diez o veinte años más o sólo unos meses, así de grave.
El tratamiento es caro y constante, y debe comprarse en el extranjero, en Estados Unidos y Alemania. Se ha pedido a instituciones --especialmente educativas-- que adquieran una cierta cantidad de ejemplares "en firme" para comprar las medicinas al menos durante algunos meses, y ya se verá después qué se sigue haciendo; lo de ahora es urgente.
El próximo miércoles 13 de diciembre se hará la presentación del libro en el local de la Fundación María Escalón de Núñez, en la Avenida Olímpica 3727. El precio (solidario) del libro será de $10, aunque se aceptan donaciones menores y mayores o la compra de más ejemplares o qué sé yo. La Fundación Poetas se hará cargo del manejo del dinero y rendirá cuentas públicas de su utilización, según me dijo su presidenta, Paulina Aguilar.
Hay otras cosas que se están haciendo para ayudar a Heriberto, como un concierto, la recolección de cuadros para la venta y, en suma, lo que se consiga. El que pueda hacer algo, lo que sea, por favor que lo haga; Heriberto es un hermano de oficio y, ante todo, un gran tipo, que merece estar mucho más tiempo entre nosotros. (Además viene la Navidad. ¿Qué mejor que regalar un poco de vida para la Navidad?
Un poco de trivia:
* Heriberto Montano es el poeta salvadoreño traducido a la mayor cantidad de idiomas, ochenta o noventa (si no más), incluido el chino, el mongol, el húngaro y algunos nórdicos. Estudió historia en la antigua Unión Soviética (como si hubiera una "nueva Unión Soviética...", chale yo). Gente de diferentes nacionalidades le pedía textos, que se traducían y publicaban en todas partes. No hay salvadoreño que haya llegado tan lejos en materia de traducciones, y difícilmente lo habrá.
Un poco de recuerdos:
* Lo primero que conocí de él fue un texto que se llamaba "Poemas para Fulano de Tal", por allá por 1979, en alguna revista que alguien me llevó a México. Me sorprendió --como me sigue sorprendiendo-- las imágenes que es capaz de armar con una naturalidad que espanta, y la ternura que puede mostrar hacia cosas y personas que más bien se ven con indiferencia. Traté de ponerle música a algunos fragmentos, y no lo logré. No porque el poema no estuviera bien, sino por.. híjole... no sé por qué. Aún recuerdo algunos versos y algunos pasajes musicales. En realidad supongo que el poema estaba bien como estaba, y por eso no pude meterle más de lo que ya tenía; no lo necesitaba. Lo conocí en persona apenas en 1999, en la UES, y varias veces nos sentamos durante horas a platicar sobre literatura en las gradas de la Facultad de Derecho. Después llegó muchas veces a casa con Irma, siempre con una buena bolsa de pan dulce, a platicar durante más horas aún. Irma es otra persona extraordinaria, si me lo preguntan.
Es él quien dice que La Casa es "mi guardería": los papás van a comer pupusas a Los Planes, pasan dejando a los niños al taller "para que no jodan" y tres o cuatro horas después regresan por ellos. ¡Y además es gratis! Lo dice con cariño, a causa de la corta edad de varios talleristas; cuando él llegó por primera vez, antes de que inauguráramos, había gente de 14 o 15 años que escribía como si fuera mucho mayor, y ahora a los 18 o 19 hace cosas portentosas. Y están "los nuevos", que andan en las mismas. Compartimos el mismo placer: ver cómo todos los domingos se está creando algo nuevo y único, cómo se inventa la poesía, y que los creadores sean gente joven, muy joven, sin las vendas mentales y emocionales que nos impusimos nosotros mismos alguna vez.
Hace meses, mientras Heriberto --que es historiador además de poeta-- me ayudaba a conseguir materiales para Tiempos de locura, un microbús lo atropelló y le desató una enfermedad neuronal, la esclerosis lateral amiotrófica, conocida también como enfermedad de Lou Gehrig, por el famoso beisbolista que la padeció.
En unos días comenzó a fallarle la mano izquierda: no podía abrirla bien, no podía cerrarla bien. Fue al Seguro Social, le dijeron lo que tenía y también que que en El Salvador no había modo de tratarlo, que arreglara sus papeles pendientes y que se fuera para su casa a esperar. Así nada más: a esperar.
En muy poco tiempo tenía paralizado el brazo completo, y el derecho comenzaba a fallarle. Después fueron las piernas. Rapidísimo y desesperante.
Hablé con la gente de la Fundación Poetas de El Salvador y les expuse el caso, luego de consultar con Heriberto, y él hizo lo propio. Lo primero fue conseguir una silla de ruedas para que se movilizara, porque caminar ya era una tortura para él. Lo segundo fue la publicación de un libro suyo, el poemario La ciudad y la neblina, también en edición de la Fundación Poetas.
La idea de este libro es venderlo para comprar un tratamiento que, por lo menos, contenga el progreso de la enfermedad de Heriberto. Es la diferencia entre que pueda vivir diez o veinte años más o sólo unos meses, así de grave.
El tratamiento es caro y constante, y debe comprarse en el extranjero, en Estados Unidos y Alemania. Se ha pedido a instituciones --especialmente educativas-- que adquieran una cierta cantidad de ejemplares "en firme" para comprar las medicinas al menos durante algunos meses, y ya se verá después qué se sigue haciendo; lo de ahora es urgente.
El próximo miércoles 13 de diciembre se hará la presentación del libro en el local de la Fundación María Escalón de Núñez, en la Avenida Olímpica 3727. El precio (solidario) del libro será de $10, aunque se aceptan donaciones menores y mayores o la compra de más ejemplares o qué sé yo. La Fundación Poetas se hará cargo del manejo del dinero y rendirá cuentas públicas de su utilización, según me dijo su presidenta, Paulina Aguilar.
Hay otras cosas que se están haciendo para ayudar a Heriberto, como un concierto, la recolección de cuadros para la venta y, en suma, lo que se consiga. El que pueda hacer algo, lo que sea, por favor que lo haga; Heriberto es un hermano de oficio y, ante todo, un gran tipo, que merece estar mucho más tiempo entre nosotros. (Además viene la Navidad. ¿Qué mejor que regalar un poco de vida para la Navidad?
Un poco de trivia:
* Heriberto Montano es el poeta salvadoreño traducido a la mayor cantidad de idiomas, ochenta o noventa (si no más), incluido el chino, el mongol, el húngaro y algunos nórdicos. Estudió historia en la antigua Unión Soviética (como si hubiera una "nueva Unión Soviética...", chale yo). Gente de diferentes nacionalidades le pedía textos, que se traducían y publicaban en todas partes. No hay salvadoreño que haya llegado tan lejos en materia de traducciones, y difícilmente lo habrá.
Un poco de recuerdos:
* Lo primero que conocí de él fue un texto que se llamaba "Poemas para Fulano de Tal", por allá por 1979, en alguna revista que alguien me llevó a México. Me sorprendió --como me sigue sorprendiendo-- las imágenes que es capaz de armar con una naturalidad que espanta, y la ternura que puede mostrar hacia cosas y personas que más bien se ven con indiferencia. Traté de ponerle música a algunos fragmentos, y no lo logré. No porque el poema no estuviera bien, sino por.. híjole... no sé por qué. Aún recuerdo algunos versos y algunos pasajes musicales. En realidad supongo que el poema estaba bien como estaba, y por eso no pude meterle más de lo que ya tenía; no lo necesitaba. Lo conocí en persona apenas en 1999, en la UES, y varias veces nos sentamos durante horas a platicar sobre literatura en las gradas de la Facultad de Derecho. Después llegó muchas veces a casa con Irma, siempre con una buena bolsa de pan dulce, a platicar durante más horas aún. Irma es otra persona extraordinaria, si me lo preguntan.
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