Otros libros
Carlos Parada vino ayer a La Casa del Escritor junto con Arturo Salcedo, quien también aparece en la foto que se encuentra en el link que abre este post. Ambos vinieron de Washington para participar en el festival de poesía El turno del ofendido, y --¡gracias!-- se tomaron un tiempo para conversar.
Carlos me trajo tres libros. El primero de ellos es una joya: Weakness and Deceit. U.S. Policy and El Salvador, de Raymond Bonner, corresponsal de The New York Times en nuestro país en diversas ocasiones, entre 1980 y 1984. Lo había buscado en vano durante mucho tiempo (digamos desde 1984, fecha de su publicación) y ahora lo tengo aquí, al ladito, y ya voy bien avanzado en la lectura.
A partir de los artículos que Bonner publicó en el Times, armó un libro interesante e importante. No se trata del clásico libro realizado por un periodista estadounidense que
a) Consigue un montón de datos, saca una conclusión y busca quién se la confirme,
b) Viene, se entrevista con quien puede, va a algunos lugares y, desde su hotel, buenamente hace lo que le sale de una situación que no logra comprender del todo,
c) Tiene una visión política previa y, pase lo que pase, sólo viene a confirmarla.
Lo que hizo Bonner fue un trabajo a fondo, bien a fondo, con una buena cantidad de fuentes, desde funcionarios de alto nivel de la Casa Blanca y el Departamento de Estado hasta las balaceras en las calles de San Salvador, con su pellejo de por medio. Hay una investigación bien seria acerca de la poco sutil relación entre los cuerpos de seguridad, los escuadrones de la muerte, el ejército y los gobiernos de José Napoleón Duarte y Álvaro Magaña, y de cómo el gobierno de Estados Unidos fue una pieza clave en una estructura de represión y muerte que conocía a cabalidad. Si hubiera tenido este libro cuando escribí Tiempos de locura, la vida hubiera sido un poco más fácil para mí, y quizá no me hubiera costado tanto encontrar precisamente esa relación.
Lo más importante es que el libro está escrito y publicado en plena época de la guerra, y muestra un panorama espeluznante de lo que era el país no sólo en lo militar, sino también en lo social y en la economía de los pobres (y de los ricos, claro), de la situación en las calles, de la crudeza, la irracionalidad y la estupidez de la represión, y de cómo las luchas tenían sentido, objetivo y justicia. Un trabajo fino de periodismo. Quizá, cuando lo termine de leer, ponga algunas reflexiones en mi columna.
Otro de los libros que me trajo Carlos es una maravillosa edición casi artesanal del libro The Immigrant Museum, del salvadoreño Quique Avilés. Se advierte en la introducción:
Se trata de textos acerca de la migración a Estados Unidos, del choque cultural, etcétera. Interesantes vistos desde la perspectiva que se le da en la introducción. Pero la edición es una belleza sin la menor duda. Cada página es, visualmente, una obra de arte del diseño (si ambos no son contradictorios), hecha con minucia y evidente cariño. Pocas veces había visto un libro tan bonito, que diera tantas ganas de tenerlo en las manos. Lo interesante es que los poemas, se lean o no, son parte visual de todo el concepto. Es preferible leerlos, por supuesto, pero ése es otro asunto. Un lindo libro-objeto.
Y Carlos me regaló también Pasajeros en el tiempo / Passengers in Time, del también salvadoreño Vladimir Monge, que todavía no he visto. Poesía también, en inglés y español (como la de Quique Avilés).
Carlos y Arturo se llevaron algunos libros, como Treize, Miroirs, Cualquier forma de morir y Tierces personnes (Carlos ya conocía Instructions pour vivre sans peau), y compraron Trilces trópicos (no pude regalárselo, mísero de mí, porque no es mío), que de seguro va a circular entre los compatriotas en Washington.
Algo conmovedor y extraño: desde 1986, Carlos tiene Historia del traidor de Nunca Jamás, que compró en México, no sé por qué artes, pues nunca se vendió por allá. Trajo el ejemplar, ya bastante amarillo, para que se lo firmara y, aunque me angustia eso de poner dedicatorias, lo hice con gusto.
Carlos me trajo tres libros. El primero de ellos es una joya: Weakness and Deceit. U.S. Policy and El Salvador, de Raymond Bonner, corresponsal de The New York Times en nuestro país en diversas ocasiones, entre 1980 y 1984. Lo había buscado en vano durante mucho tiempo (digamos desde 1984, fecha de su publicación) y ahora lo tengo aquí, al ladito, y ya voy bien avanzado en la lectura.
A partir de los artículos que Bonner publicó en el Times, armó un libro interesante e importante. No se trata del clásico libro realizado por un periodista estadounidense que
a) Consigue un montón de datos, saca una conclusión y busca quién se la confirme,
b) Viene, se entrevista con quien puede, va a algunos lugares y, desde su hotel, buenamente hace lo que le sale de una situación que no logra comprender del todo,
c) Tiene una visión política previa y, pase lo que pase, sólo viene a confirmarla.
Lo que hizo Bonner fue un trabajo a fondo, bien a fondo, con una buena cantidad de fuentes, desde funcionarios de alto nivel de la Casa Blanca y el Departamento de Estado hasta las balaceras en las calles de San Salvador, con su pellejo de por medio. Hay una investigación bien seria acerca de la poco sutil relación entre los cuerpos de seguridad, los escuadrones de la muerte, el ejército y los gobiernos de José Napoleón Duarte y Álvaro Magaña, y de cómo el gobierno de Estados Unidos fue una pieza clave en una estructura de represión y muerte que conocía a cabalidad. Si hubiera tenido este libro cuando escribí Tiempos de locura, la vida hubiera sido un poco más fácil para mí, y quizá no me hubiera costado tanto encontrar precisamente esa relación.
Lo más importante es que el libro está escrito y publicado en plena época de la guerra, y muestra un panorama espeluznante de lo que era el país no sólo en lo militar, sino también en lo social y en la economía de los pobres (y de los ricos, claro), de la situación en las calles, de la crudeza, la irracionalidad y la estupidez de la represión, y de cómo las luchas tenían sentido, objetivo y justicia. Un trabajo fino de periodismo. Quizá, cuando lo termine de leer, ponga algunas reflexiones en mi columna.
Otro de los libros que me trajo Carlos es una maravillosa edición casi artesanal del libro The Immigrant Museum, del salvadoreño Quique Avilés. Se advierte en la introducción:
The poems in The Immigrant Museum were created to be spoken out loud. Quique Avilés is primarily a performer, so each poem was conceived and written with a live audience in mind.
Se trata de textos acerca de la migración a Estados Unidos, del choque cultural, etcétera. Interesantes vistos desde la perspectiva que se le da en la introducción. Pero la edición es una belleza sin la menor duda. Cada página es, visualmente, una obra de arte del diseño (si ambos no son contradictorios), hecha con minucia y evidente cariño. Pocas veces había visto un libro tan bonito, que diera tantas ganas de tenerlo en las manos. Lo interesante es que los poemas, se lean o no, son parte visual de todo el concepto. Es preferible leerlos, por supuesto, pero ése es otro asunto. Un lindo libro-objeto.
Y Carlos me regaló también Pasajeros en el tiempo / Passengers in Time, del también salvadoreño Vladimir Monge, que todavía no he visto. Poesía también, en inglés y español (como la de Quique Avilés).
Carlos y Arturo se llevaron algunos libros, como Treize, Miroirs, Cualquier forma de morir y Tierces personnes (Carlos ya conocía Instructions pour vivre sans peau), y compraron Trilces trópicos (no pude regalárselo, mísero de mí, porque no es mío), que de seguro va a circular entre los compatriotas en Washington.
Algo conmovedor y extraño: desde 1986, Carlos tiene Historia del traidor de Nunca Jamás, que compró en México, no sé por qué artes, pues nunca se vendió por allá. Trajo el ejemplar, ya bastante amarillo, para que se lo firmara y, aunque me angustia eso de poner dedicatorias, lo hice con gusto.
1 comentario:
¡Quiubo! Fue un gusto haberte visto y qué bueno que te hayan gustado los libros. El libro de Bonner es toda una fuente de análisis y datos. Lo respeto mucho como periodista y como persona. Creo que fue en gran medida por su trabajo periodístico que el Pentágono -- en represalia -- enduró los elementos de censura a la prensa como parte de lo que se les dio por llamar "conflictos de baja intensidad", que no era más que un nuevo nombre para lo que ya se conocíamos como contrainsurgencia. Después de la experiencia en Vietnam, el Pentágono no podía correr el mismo riesgo con la prensa de EU en Centroamérica y vieron a Bonner como ejemplo.
Avilés es un caso. Su trabajo en inglés, sobre la experiencia del salvadoreño inmmigrante, es de lo mejor que conozco en EU. También es actor y casi toda su obra poética es actuada. Lleva por lo menos unos veinte años escribiendo. Hace poco hablé con él y me dijo que iba a comenzar a escribir narrativa.
Vladimir es una gran persona. Llevaba varios años preparando su libro. Aquí está la presentación que le hicimos del poemario con un breve elogio de la poeta puertorriqueña Naomi Ayala , y un video de la lectura de uno de sus poemas.
Es irónico que tenga que leer tus libros en francés, pero vaya, no siempre es fácil conseguir libros en español, especialmente de autores salvadoreños. Gracias por el intercambio de libros e ideas.
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