Columna a secas
Tengo varias cosas de las cuales hablar, pero poco ánimo para escribir un post, así que por hoy sólo pongo mi columna en Centroamérica 21, además con un día de retraso de mi parte. La columna puede encontrarse en este link.
PNC, la hija abandonada del FMLN
Rafael Menjívar Ochoa
La Policía Nacional Civil (PNC) fue uno de los órganos clave creados por los Acuerdos de Paz de 1992, y tuvo varios objetivos estratégicos y tácticos bien delimitados y necesarios.
El más evidente fue la desaparición de la Policía Nacional (PN), dependiente de la estructura militar, dedicado más al control político y la represión de la disidencia –identificados como el “mantenimiento del orden público”– que a la persecución del crimen. Al mismo tiempo, se buscaba la creación de una institución policial de carácter civil, no ideologizada y, sobre todo, profesional, esto es: especializada en la investigación, el combate al crimen y el mantenimiento del orden público, sin que en la definición de “crimen” y “orden público” prevalecieran las consideraciones políticas. También debía –y debe– dedicarse a labores de vigilancia y manejo del tránsito. Las funciones que corresponden, en fin, a cualquier aparato policial, que en El Salvador estaban bastardeadas desde mucho antes de la guerra.
Otro objetivo, éste de carácter inmediato, era servir como garantía y contrapeso a favor de los combatientes del FMLN que regresaban a la vida civil. Una buena proporción de la PNC se formó con ex guerrilleros y civiles. En menor proporción –y también como contrapeso–, fueron incluidos ex policías nacionales contra quienes no hubiera denuncias de abusos. Los mandos superiores estarían en manos del gobierno en turno.
Aunque sirviera de garantía para los antiguos combatientes, las previsiones eran que la institucionalización del cuerpo lo liberaría poco a poco de posibles ataduras ideológicas o partidarias. Lo mismo se esperaba del ejército, la garantía armada del sistema. Éste se concentró en los cuarteles, como corresponde a su carácter intrínseco: la defensa de la soberanía, no el combate a “enemigos” internos.
Hay un aspecto que es la fortaleza y la debilidad de la PNC: como debería ocurrir con toda institución de estado, sus características y funciones van más allá del signo ideológico del partido en el gobierno. No importa quién gobierne, la PNC se dedicará más o menos a lo mismo. Sin embargo, aunque haya objetivos estratégicos, cada gobierno tiene la capacidad y la necesidad de trazar políticas específicas, que no contradigan los objetivos centrales de la institución.
El margen de movimiento de un cuerpo como la PNC está limitado por las leyes, pero es amplio, y necesita de contrapesos, como los requiere todo ejercicio del poder y todo órgano de estado. Y, como todo órgano de estado, es susceptible de padecer corrupción, tráfico de influencias, malos manejos y mucho más.
Los contrapesos básicos están dentro del propio aparato de estado, desde la Corte de Cuentas hasta la Comisión de Derechos Humanos, y habrá otros que surjan de la sociedad civil –digamos el IDHUCA– y organizaciones políticas, como los partidos.
Es interesante, pero también desconcertante, que el FMLN haya lanzado una campaña de ataque y descalificación contra la PNC. El actual órgano policial es un logro de la izquierda, y se esperaría que ésta no quitara el dedo del renglón sobre sus objetivos originales.
La queja viene de la utilización de la PNC para la represión de manifestaciones de descontento, pacíficas y violentas, y la aparente existencia de estructuras de “limpieza social”, entre otras. Pero se olvida dos aspectos: que la policía es el órgano mediante el cual el estado –en realidad el gobierno, como administrador del estado– puede ejercer la violencia en casos considere necesarios, y que las estructuras “paralelas” pueden deberse corrupción de individuos, no a políticas gubernamentales. Antes de una investigación seria –y no sólo del gobierno–, lo que se diga puede ser demagogia.
También es interesante que su descubrimiento corriera por cuenta del gobierno –como corresponde–, y que pueda servir para debilitar la credibilidad de la PNC. Desde el primer Plan Mano Dura, la tendencia ha sido involucrar a la PNC en acciones que han sido severamente cuestionadas, y en tratar de involucrar más al ejército en la seguridad pública, una tarea que recuerda un pasado muy poco agradable.
Hay algo más que no debería olvidar el FMLN: de llegar al poder, una parte de su tarea será la administración de la PNC que, como en la actualidad, obedecerá órdenes, tal y cual corresponde a un cuerpo profesional. Y quizá el olvidar que es la hija más preciada de la izquierda en los Acuerdos de Paz no contribuya a lograr lealtades que en su momento serán fundamentales.
PNC, la hija abandonada del FMLN
Rafael Menjívar Ochoa
La Policía Nacional Civil (PNC) fue uno de los órganos clave creados por los Acuerdos de Paz de 1992, y tuvo varios objetivos estratégicos y tácticos bien delimitados y necesarios.
El más evidente fue la desaparición de la Policía Nacional (PN), dependiente de la estructura militar, dedicado más al control político y la represión de la disidencia –identificados como el “mantenimiento del orden público”– que a la persecución del crimen. Al mismo tiempo, se buscaba la creación de una institución policial de carácter civil, no ideologizada y, sobre todo, profesional, esto es: especializada en la investigación, el combate al crimen y el mantenimiento del orden público, sin que en la definición de “crimen” y “orden público” prevalecieran las consideraciones políticas. También debía –y debe– dedicarse a labores de vigilancia y manejo del tránsito. Las funciones que corresponden, en fin, a cualquier aparato policial, que en El Salvador estaban bastardeadas desde mucho antes de la guerra.
Otro objetivo, éste de carácter inmediato, era servir como garantía y contrapeso a favor de los combatientes del FMLN que regresaban a la vida civil. Una buena proporción de la PNC se formó con ex guerrilleros y civiles. En menor proporción –y también como contrapeso–, fueron incluidos ex policías nacionales contra quienes no hubiera denuncias de abusos. Los mandos superiores estarían en manos del gobierno en turno.
Aunque sirviera de garantía para los antiguos combatientes, las previsiones eran que la institucionalización del cuerpo lo liberaría poco a poco de posibles ataduras ideológicas o partidarias. Lo mismo se esperaba del ejército, la garantía armada del sistema. Éste se concentró en los cuarteles, como corresponde a su carácter intrínseco: la defensa de la soberanía, no el combate a “enemigos” internos.
Hay un aspecto que es la fortaleza y la debilidad de la PNC: como debería ocurrir con toda institución de estado, sus características y funciones van más allá del signo ideológico del partido en el gobierno. No importa quién gobierne, la PNC se dedicará más o menos a lo mismo. Sin embargo, aunque haya objetivos estratégicos, cada gobierno tiene la capacidad y la necesidad de trazar políticas específicas, que no contradigan los objetivos centrales de la institución.
El margen de movimiento de un cuerpo como la PNC está limitado por las leyes, pero es amplio, y necesita de contrapesos, como los requiere todo ejercicio del poder y todo órgano de estado. Y, como todo órgano de estado, es susceptible de padecer corrupción, tráfico de influencias, malos manejos y mucho más.
Los contrapesos básicos están dentro del propio aparato de estado, desde la Corte de Cuentas hasta la Comisión de Derechos Humanos, y habrá otros que surjan de la sociedad civil –digamos el IDHUCA– y organizaciones políticas, como los partidos.
Es interesante, pero también desconcertante, que el FMLN haya lanzado una campaña de ataque y descalificación contra la PNC. El actual órgano policial es un logro de la izquierda, y se esperaría que ésta no quitara el dedo del renglón sobre sus objetivos originales.
La queja viene de la utilización de la PNC para la represión de manifestaciones de descontento, pacíficas y violentas, y la aparente existencia de estructuras de “limpieza social”, entre otras. Pero se olvida dos aspectos: que la policía es el órgano mediante el cual el estado –en realidad el gobierno, como administrador del estado– puede ejercer la violencia en casos considere necesarios, y que las estructuras “paralelas” pueden deberse corrupción de individuos, no a políticas gubernamentales. Antes de una investigación seria –y no sólo del gobierno–, lo que se diga puede ser demagogia.
También es interesante que su descubrimiento corriera por cuenta del gobierno –como corresponde–, y que pueda servir para debilitar la credibilidad de la PNC. Desde el primer Plan Mano Dura, la tendencia ha sido involucrar a la PNC en acciones que han sido severamente cuestionadas, y en tratar de involucrar más al ejército en la seguridad pública, una tarea que recuerda un pasado muy poco agradable.
Hay algo más que no debería olvidar el FMLN: de llegar al poder, una parte de su tarea será la administración de la PNC que, como en la actualidad, obedecerá órdenes, tal y cual corresponde a un cuerpo profesional. Y quizá el olvidar que es la hija más preciada de la izquierda en los Acuerdos de Paz no contribuya a lograr lealtades que en su momento serán fundamentales.
3 comentarios:
En julio de 2002, cuando estaba en Madrid esperando mi vuelo para El Salvador, leí un reportaje sobre los desaparecidos de la guerra civil española (1936-1939). Era un tema que nunca se había evocado antes. En este mismo momento (2007) se está comenzando a abrir fosas comunes y tratar de identificar a las víctimas de una guerra que se saldó por ¿500 mil, un millón de muertos? Francia tampoco se salva: creo que fue en 1992 cuando por primera vez se habló en un periódico de la masacre de argelinos, en pleno París, el 17 de octubre de 1961. Tampoco queda muy claro cómo fueron desalojados, en los años 60, los indígenas de la Guyana francesa que vivían en el territorio hoy ocupado por la base espacial de Kurú. En cambio, se sabe mejor, gracias al excelente aunque confidencial trabajo de investigación de Marie-Monique Robin cuál fue el papel de los militares franceses en las dictaduras del cono sur. En fin, lo que me llama sumamente la atención, a pesar de la lentitud de los procesos y su aspecto muchas veces desilusionante (Pinochet murió en la cama) y exasperante (indultos, contraindultos etc) es que el tiempo que mide entre los horrores que ustedes han vivido y su evocación es mucho más corto que en nuestro caso. No voy a decir que les envidio, sería de muy mal gusto, pero es impresionante la rapidez de los procesos chileno, argentino, guatemalteco, salvadoreño, comparado con lo que pasa por acá, donde muchos temas de la segunda guerra mundial, por ejemplo, y la actitud de los franceses en ese entonces, sigue siendo un tabú.
RMO: buen artículo. Importante recordatorio. La creación de la PNC es tema del cual la izquierda podría aferrarse y publicitar como legitimización y culminación de sus fatigas y derrames de sangre.
Mi abuelo aborrecía a la Guardia. Y a diferencia de quienes hoy odian a la guardia por balear manifestaciones en los '70s, el aborrecimiento de mi abuelo provenía de antiguas injusticias y arbitrariedades en los años 30 y 40, cuando prepotentes esbirros se jodían a inocentes y pacíficos campesinos quienes lo único que querían era arriar unas flacas vaquitas de un lugar a otro, o llevarlas a vender donde mejor pagaran.
Una izquierda más sabia debería abanderarse, justificada o injustificadamente, en logros como la PNC y ganarse el corazón del pueblo apadrinando y ayudando a una institución cuyo propósito es simplemente proteger a la ciudadanía honrada.
Thierry: Gracias por tus reflexiones, importantes como siempre.
El-Vis: Por primera vez estamos de acuerdo, y me alegra.
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