¡Qué entrevista más fea! y columna
Anoche vi la repetición de la ya célebre entrevista de Narciso Castillo con Mauricio Funes. ¡Qué cosa tan horrible!
Sé que Nacho puede ser un entrevistador muy bueno e inquisitivo. En plan de ponerse de tú a tú con Funes, de seguro lo mete en aprietos, porque tiene más experiencia, más años y seguramente es más malo.
Lo que vi fue un tipo sibilino, sin una estrategia de entrevista, tratando de hacer tropezar a Funes con cualquier cosa que éste dijera. Como cazándolo, pero sin una buena mira. Lo descontextualizó, juzgó puntos de vista que nunca son negociables --uno no negocia puntos de vista con un entrevistado; a lo mucho los confrontará--, no lo dejaba hablar... Al final Funes lo resumió bien: Se supone que el entrevistado soy yo. O sea: se suponía que lo llamó para que los televidentes se enteraran de quién es Funes el candidato, qué propone, etcétera, no quién es Nacho Castillo, algo público y notorio. No es que me parezca que Nacho sea un mal entrevistador: es que en esa entrevista se dedicó a tratar de que Funes quedara mal, y no lo hizo de frente, sino con frases ambiguas, insinuaciones, juicios de valor personales y sin querer escuchar lo que el otro le decía. Si puedo describir la entrevista en dos palabras, serían "mal gusto".
Creo que el único problema de Funes --porque en general me parece que se manejó bien en las respuestas-- fue demostrar su tedio o su desagrado con lo que estaba ocurriendo. Perdió dinamismo y no transmitió toda la convicción que seguramente tiene. Eso está bien cuando uno no es candidato a la presidencia. He oído muchas interpretaciones acerca de la entrevista, y algunos dan como ganador a Nacho y otros a Funes. A mí me parece que fue una pérdida de tiempo para Funes y un fuerte bajón de nivel de parte de Nacho.
Quizá hubiera sido más interesante que confrontara directamente a Funes, no que usara ese tono como de lamentarse de lo que se veía obligado a preguntar, en el plan de "Yo no quisiera, pero mucha gente me ha dicho que..." Y eso de "mucha gente", para un periodista, es bastante impreciso. Había una obvia necesidad de cazarlo por donde fuera. ¡Qué fregar con las mismas preguntas! Había algunas que daban para hacer preguntas secundarias muy buenas, pero no me parece que Nacho tuviera un guión: se confió en que es un buen entrevistador y subestimó a un colega que también tiene dientes, muchos y afilados. Hasta llegó a acusarlo --Funes-- de arenero con un juego de palabras con respecto a los colores de la corbata y de la camisa. Elegante.
Insisto: la deficiencia que vi en Funes, como candidato que es, fue demostrar que estaba hastiado de impertinencias. Porque Nacho, por desgracia --me gustan sus entrevistas y lo considero una desgracia--, cayó en la impertinencia. El objetivo no era saber qué pensaba Funes y confrontarlo, si era necesario; el objetivo era hacerlo quedar como... No sé como qué. Quizá como alguien poco confiable.
No es que tenga una estampita de Funes --ni de Nacho-- en la cabecera de mi cama, y la única camisa roja que hay en mi guardarropa es para los días de frío, y la compré de ese color porque no había de otro color en mi talla. (La compré en barata.) Nomás me molesta ver un mal trabajo periodístico, en especial si viene de alguien que sabe su oficio.
De pésimo gusto fueron los spots que estuvieron pasando con declaraciones directamente en contra de Funes de un diputado --suplente, claro-- que renunció hace poco al FMLN. Eso no se hace. Me pareció que eran espacios pagados, pero aparecían como si fueran parte de lo que Canal 33 tenía preparado como "contrapunto" a la entrevista. Algo así le hicieron a Schafik Hándal en TCS. Hay éticas básicas que deberían respetarse, sea quien sea el entrevistado, paguen lo que paguen por los spots.
Ahora vamos a ver si Jorge Hernández se lanza a invitarlo, si Funes acepta y si lo deja hablar. Allí sí puede haber cosas interesantes: Hernández se enoja bien fácil, Funes tiene buena sangre fría y terminaría con una... uh... rivalidad cantada hace años por el de TCS.
Y, mientras, va la columna de esta semana en Centroamérica 21, que puede encontrarse en este link.
¿Qué le pasó al periodismo salvadoreño? III
Rafael Menjívar Ochoa
Ejercer el periodismo, en general, está lleno de labores rutinarias, de coberturas poco trascendentes, y sólo de tarde en tarde habrá algún tema o noticia que de verdad pueda influir en el panorama político, cultural, deportivo o el que sea. Sin embargo, hay reporteros, editores y medios que le apuestan a hacer carrera o a reposicionarse en un solo golpe, con una sola nota, un reportaje, una entrevista.
Buscan casos de corrupción donde apenas habrá ambigüedades, poca información o nada; escarban en busca de hechos ocultos, mientras más sórdidos, mejor; lanzan campañas contra funcionarios en el supuesto de que tarde o temprano mostrarán sus cartas y ellos estarán allí para verlas y denunciar lo que descubran al paso.
A veces lanzan una piedra y esperan que le caiga a alguien, y allí estará la nota, o descubren conspiraciones donde hay hechos fortuitos. O, peor, buscan “la verdadera historia” en casos que son, en sí mismos, historias verdaderas. Casi siempre la historia a secas bastaría para crear un buen impacto, pero no daría réditos extra al autor ni al editor.
El documentalista Jorge Dalton lo llamó “periodismo paparazzi”, y el término, así como las circunstancias que lo produjeron, muestra muchas deficiencias del periodismo salvadoreño.
En el II Certamen Nacional de Video, celebrado en San Salvador en 2006, los reporteros comenzaron la semana denunciando la existencia de conflictos de intereses: una de las jurados era madre de un participante, y así se insistió durante todos los días, con entrevistas y comentarios. Se criticó el apoyo –o su carencia– de las instituciones culturales a la producción de obras; se promovió el enfrentamiento entre los participantes y en el momento mismo de la premiación se dijo que había tráfico de influencias, porque el corto ganador en la categoría de ficción había sido patrocinado por Concultura y un empleado de ésta estuvo en el equipo de realización. Hubo notas acerca de en las que se hablaba de que los premios se habían otorgado de manera injusta, y se tomaba como expertos a los perdedores.
Todo podía ser parte de una cobertura minuciosa y exhaustiva, pero no hubo más. Ni una sola reseña de los videos participantes. Si acaso, un párrafo o dos acerca de la trayectoria del director o el equipo realizador, alguna declaración y nada acerca de los videos en sí.
Fue obvio algo doloroso: los reporteros no estaban preparados para la cobertura del certamen. No se habían preparado ni tenían idea de cómo funciona como medio de expresión. Había que realizar la cobertura, y recurrieron a lo que conocían: la búsqueda del escándalo, de la “verdadera historia” detrás del evento. Y nada de lo que hizo importante al evento: varias decenas de videos, su factura, sus aciertos, sus deficiencias.
Otro ejemplo fue un reciente reportaje acerca del papel de la KGB en el trasiego de armas para la guerrilla de El Salvador. Se daba por cierto que la Unión Soviética y el FMLN habían actuado de cierto modo, basados en un par de declaraciones y documentos que bien podían ser apócrifos. En el mejor de los casos, fue una cobertura deficiente. De inmediato aparecieron personas que, con conocimiento de causa, hablaron acerca de esas armas, si se trató de las mismas, y de por qué las cosas no pudieron ser como el reportaje decía. El reportaje ni siquiera había considerado que la nota pudiera ser falsa o estar “envenenada”, y no buscó lo primero que hay que buscar en esos casos: contrapartes que equilibren el valor de la información.
Aparte de un extraño acto de censura en un medio electrónico, que apoyaba a los responsables del reportaje, no hubo respuesta ni rectificación: para el medio que publicó la cobertura ése es un modo de hacer historia, y eso es parte ahora de nuestra historia. La “verdadera historia”, que en realidad fue un trabajo más que deficiente.
En ocasiones –muy pocas–, un buen reportaje lleva a la renuncia de funcionarios de alto nivel. Pero el objetivo no es tirar funcionarios, sino cumplir con una labor social: comunicar. Si un funcionario cae, es porque en efecto había algo que fallaba, y el reportero hizo bien su trabajo. Dedicarse de allí en adelante a ver a qué funcionario botar, desplaza los objetivos a otra parte: no a un buen periodismo, sino a hacerla de vigilante vengador.
Hay en muchas ocasiones, pues, una concepción errada de lo que es el periodismo, y en la base está la tan humana prisa por destacar de los reporteros y editores, y por otra el motivo por el cual no sólo no destacan, sino que puede hacer que trunquen una carrera quizá prometedora: la falta de formación. Ésta en parte se deberá a escuelas deficientes o a editores poco preparados, pero también a una decisión de los propios reporteros.
Sé que Nacho puede ser un entrevistador muy bueno e inquisitivo. En plan de ponerse de tú a tú con Funes, de seguro lo mete en aprietos, porque tiene más experiencia, más años y seguramente es más malo.
Lo que vi fue un tipo sibilino, sin una estrategia de entrevista, tratando de hacer tropezar a Funes con cualquier cosa que éste dijera. Como cazándolo, pero sin una buena mira. Lo descontextualizó, juzgó puntos de vista que nunca son negociables --uno no negocia puntos de vista con un entrevistado; a lo mucho los confrontará--, no lo dejaba hablar... Al final Funes lo resumió bien: Se supone que el entrevistado soy yo. O sea: se suponía que lo llamó para que los televidentes se enteraran de quién es Funes el candidato, qué propone, etcétera, no quién es Nacho Castillo, algo público y notorio. No es que me parezca que Nacho sea un mal entrevistador: es que en esa entrevista se dedicó a tratar de que Funes quedara mal, y no lo hizo de frente, sino con frases ambiguas, insinuaciones, juicios de valor personales y sin querer escuchar lo que el otro le decía. Si puedo describir la entrevista en dos palabras, serían "mal gusto".
Creo que el único problema de Funes --porque en general me parece que se manejó bien en las respuestas-- fue demostrar su tedio o su desagrado con lo que estaba ocurriendo. Perdió dinamismo y no transmitió toda la convicción que seguramente tiene. Eso está bien cuando uno no es candidato a la presidencia. He oído muchas interpretaciones acerca de la entrevista, y algunos dan como ganador a Nacho y otros a Funes. A mí me parece que fue una pérdida de tiempo para Funes y un fuerte bajón de nivel de parte de Nacho.
Quizá hubiera sido más interesante que confrontara directamente a Funes, no que usara ese tono como de lamentarse de lo que se veía obligado a preguntar, en el plan de "Yo no quisiera, pero mucha gente me ha dicho que..." Y eso de "mucha gente", para un periodista, es bastante impreciso. Había una obvia necesidad de cazarlo por donde fuera. ¡Qué fregar con las mismas preguntas! Había algunas que daban para hacer preguntas secundarias muy buenas, pero no me parece que Nacho tuviera un guión: se confió en que es un buen entrevistador y subestimó a un colega que también tiene dientes, muchos y afilados. Hasta llegó a acusarlo --Funes-- de arenero con un juego de palabras con respecto a los colores de la corbata y de la camisa. Elegante.
Insisto: la deficiencia que vi en Funes, como candidato que es, fue demostrar que estaba hastiado de impertinencias. Porque Nacho, por desgracia --me gustan sus entrevistas y lo considero una desgracia--, cayó en la impertinencia. El objetivo no era saber qué pensaba Funes y confrontarlo, si era necesario; el objetivo era hacerlo quedar como... No sé como qué. Quizá como alguien poco confiable.
No es que tenga una estampita de Funes --ni de Nacho-- en la cabecera de mi cama, y la única camisa roja que hay en mi guardarropa es para los días de frío, y la compré de ese color porque no había de otro color en mi talla. (La compré en barata.) Nomás me molesta ver un mal trabajo periodístico, en especial si viene de alguien que sabe su oficio.
De pésimo gusto fueron los spots que estuvieron pasando con declaraciones directamente en contra de Funes de un diputado --suplente, claro-- que renunció hace poco al FMLN. Eso no se hace. Me pareció que eran espacios pagados, pero aparecían como si fueran parte de lo que Canal 33 tenía preparado como "contrapunto" a la entrevista. Algo así le hicieron a Schafik Hándal en TCS. Hay éticas básicas que deberían respetarse, sea quien sea el entrevistado, paguen lo que paguen por los spots.
Ahora vamos a ver si Jorge Hernández se lanza a invitarlo, si Funes acepta y si lo deja hablar. Allí sí puede haber cosas interesantes: Hernández se enoja bien fácil, Funes tiene buena sangre fría y terminaría con una... uh... rivalidad cantada hace años por el de TCS.
Y, mientras, va la columna de esta semana en Centroamérica 21, que puede encontrarse en este link.
¿Qué le pasó al periodismo salvadoreño? III
Rafael Menjívar Ochoa
Ejercer el periodismo, en general, está lleno de labores rutinarias, de coberturas poco trascendentes, y sólo de tarde en tarde habrá algún tema o noticia que de verdad pueda influir en el panorama político, cultural, deportivo o el que sea. Sin embargo, hay reporteros, editores y medios que le apuestan a hacer carrera o a reposicionarse en un solo golpe, con una sola nota, un reportaje, una entrevista.
Buscan casos de corrupción donde apenas habrá ambigüedades, poca información o nada; escarban en busca de hechos ocultos, mientras más sórdidos, mejor; lanzan campañas contra funcionarios en el supuesto de que tarde o temprano mostrarán sus cartas y ellos estarán allí para verlas y denunciar lo que descubran al paso.
A veces lanzan una piedra y esperan que le caiga a alguien, y allí estará la nota, o descubren conspiraciones donde hay hechos fortuitos. O, peor, buscan “la verdadera historia” en casos que son, en sí mismos, historias verdaderas. Casi siempre la historia a secas bastaría para crear un buen impacto, pero no daría réditos extra al autor ni al editor.
El documentalista Jorge Dalton lo llamó “periodismo paparazzi”, y el término, así como las circunstancias que lo produjeron, muestra muchas deficiencias del periodismo salvadoreño.
En el II Certamen Nacional de Video, celebrado en San Salvador en 2006, los reporteros comenzaron la semana denunciando la existencia de conflictos de intereses: una de las jurados era madre de un participante, y así se insistió durante todos los días, con entrevistas y comentarios. Se criticó el apoyo –o su carencia– de las instituciones culturales a la producción de obras; se promovió el enfrentamiento entre los participantes y en el momento mismo de la premiación se dijo que había tráfico de influencias, porque el corto ganador en la categoría de ficción había sido patrocinado por Concultura y un empleado de ésta estuvo en el equipo de realización. Hubo notas acerca de en las que se hablaba de que los premios se habían otorgado de manera injusta, y se tomaba como expertos a los perdedores.
Todo podía ser parte de una cobertura minuciosa y exhaustiva, pero no hubo más. Ni una sola reseña de los videos participantes. Si acaso, un párrafo o dos acerca de la trayectoria del director o el equipo realizador, alguna declaración y nada acerca de los videos en sí.
Fue obvio algo doloroso: los reporteros no estaban preparados para la cobertura del certamen. No se habían preparado ni tenían idea de cómo funciona como medio de expresión. Había que realizar la cobertura, y recurrieron a lo que conocían: la búsqueda del escándalo, de la “verdadera historia” detrás del evento. Y nada de lo que hizo importante al evento: varias decenas de videos, su factura, sus aciertos, sus deficiencias.
Otro ejemplo fue un reciente reportaje acerca del papel de la KGB en el trasiego de armas para la guerrilla de El Salvador. Se daba por cierto que la Unión Soviética y el FMLN habían actuado de cierto modo, basados en un par de declaraciones y documentos que bien podían ser apócrifos. En el mejor de los casos, fue una cobertura deficiente. De inmediato aparecieron personas que, con conocimiento de causa, hablaron acerca de esas armas, si se trató de las mismas, y de por qué las cosas no pudieron ser como el reportaje decía. El reportaje ni siquiera había considerado que la nota pudiera ser falsa o estar “envenenada”, y no buscó lo primero que hay que buscar en esos casos: contrapartes que equilibren el valor de la información.
Aparte de un extraño acto de censura en un medio electrónico, que apoyaba a los responsables del reportaje, no hubo respuesta ni rectificación: para el medio que publicó la cobertura ése es un modo de hacer historia, y eso es parte ahora de nuestra historia. La “verdadera historia”, que en realidad fue un trabajo más que deficiente.
En ocasiones –muy pocas–, un buen reportaje lleva a la renuncia de funcionarios de alto nivel. Pero el objetivo no es tirar funcionarios, sino cumplir con una labor social: comunicar. Si un funcionario cae, es porque en efecto había algo que fallaba, y el reportero hizo bien su trabajo. Dedicarse de allí en adelante a ver a qué funcionario botar, desplaza los objetivos a otra parte: no a un buen periodismo, sino a hacerla de vigilante vengador.
Hay en muchas ocasiones, pues, una concepción errada de lo que es el periodismo, y en la base está la tan humana prisa por destacar de los reporteros y editores, y por otra el motivo por el cual no sólo no destacan, sino que puede hacer que trunquen una carrera quizá prometedora: la falta de formación. Ésta en parte se deberá a escuelas deficientes o a editores poco preparados, pero también a una decisión de los propios reporteros.
8 comentarios:
Don Rafa, a ver si podemos conseguir el video de la entrevista en el YouTube para verla porque supongo que estuvo...interesante. No me extraña que traten de hacerle "trampa" a Funes. Saludos.
Fernando (Cchero07)
http://www.chero07.info
"Hay éticas básicas que deberían respetarse"... Ejem... A ver...
Un abrazo.
Pues ya que no respetan las "grandes éticas" (en realidad las leyes) que dicen que no hay que empezar la campaña más de un año y medio antes de la fecha...
Digo, si algo hay relativo, es eso.
Schafik dejó de ir al programa de Jorge Hernández --que prometía ser un buen periodista de derecha, y decidió más bien ser de derecha que periodista-- porque, mientras él hablaba de su campaña, etcétera, aparecían anuncios en los que se le acusaba de secuestrador, por ejemplo, y de cómo lo que acababa de decir era mentira y cómo iba a arruinar al país. (Si seguía lo que decía, sí lo hubiera arruinado, pues, pero quizá de otro modo.) La siguiente vez, para que llegara, exigió que quitaran los spots, y luego dijo que no volvería, porque al entrevistador sólo le faltaba preguntarle: "Usted, como conocido terrorista, ¿a cuántos inocentes asesinó?" Bien feo. Nacho Castillo no llega a eso, pero que la entrevista fue seria, o que no suene a que es parte interesada, hay que discutirlo. No más de treinta segundos, para no perder demasiado tiempo en obviedades.
Una campaña electoral tiene de dos: o se basa en la ética o se pasa la ética por... bueno... suelen decir el arco del triunfo, pero he sabido de arcos de ésos que son poco triunfantes. Hasta ahora sólo conocemos de la segunda especie; por eso sólo veo cable.
«"Usted, como conocido terrorista, ¿a cuántos inocentes asesinó?"»
Veo tu punto. Una pregunta fea.
Y sin embargo, qué feo es también cuando se invita a un personaje "con pasado" y se soslaya dicho pasado como si no existiese. Es feo porque de una forma u otra se blanquea dicho pasado.
Por éso un mínimo de decoro requeriría que a ciertos personajes no se les
dignifique con una entrevista. Para no caer en lo uno ni en lo otro. Y al carajo con los "ratings."
(Ojo que hablo de lo que yo haría. Respeto el derecho de otros a entrevistar a quien deseen y como lo deseen).
Hay modos y modos de hacer una entrevista. Si entrevistas a alguien, es porque tiene cosas que decir que nadie más puede decir, o un enfoque particular acerca de algo. Ergo, lo que tienes que hacer es sacarle esa inforamación, y luego cotejar si tiene que ver con lo que muestran fuentes documentales, testimonios, interpretaciones, etcétera. Pero, amte todo, te interesa su visión de las cosas.
Me parece que Nacho hacía una pregunta, trataba de orientar a Funes y lo hacía sin siquiera esperar la respuesta. Lo interrumpía, soltaba juicios de valor diferentes al universo de valores de Funes, etcétera. Eso no es una entrevista. Será otra cosa, pero no una entrevista. Hablo de puros aspectos "técnicos", que en la marcha se convierten en éticos. Burlarse de los puntos de vista del entrevsistado tampoco es elegante: yo no te invito a almorzar a mi casa para burlarme de ti.
El pasado existe, es parte de muestro presente y se proyecta hacia el futuro. Es necesario dilucidarlo. Pero hay modos...
No sé si alguna vez hable de una entrevista que preparamos en Vértice con un funcionario X. El objetivo era retratarlo. Una entrevista concisa, sencilla, en la que importaba poner a ese funcionario en su lugar, es decir ubicarlo.
Buena parte de lectotes dijeron. "¡Pero qué tipo tan desagradable y mala onda!" El tipo,por su parte, estaba fascinado y hasta envió una felicitación por la entrevista más objetica que le hubieran hecho. Sus seguidores también estaban fascinados.
Eso es una entrevista: entrever a un personaje a través de sus propias palabras, con preguntas clave. La confrontación puede ser necesaria, pero tiene sus momentos.
Si una figura es pública y puede imfluir en el devenir del país. es ima emttevista necesaria, pero que los entrevistadores no tieem el derecho de hacer lo wue hizo Macho. Eso no es periodismo y me extraña viniendo de él. El asunto era desacreditar a Funes como se pudiera. Allí no hay un compromiso con el espextador, sino con um ideología.
sólo vi un rato la entrevista que mencionas, pues me cansé de la actitud de Nacho Castillo.
Como antecedente, no recuerdo donde, Nacho dijo que Funes jugó durante mucho tiempo a ser víctima de otros medios de difusión. Este comentario lo dijo con molestia. Esa misma molestia fue la que vi en la entrevista a Mauricio Funes.
Me parece raro que siendo un periodista que fundamenta lo que afirma, hoy se dejara llevar por el lado de "... algunos militantes del FMLN me han dicho.. " No importa que eso sea cierto, pero hay otras maneras de tratarlo y manejarlo.
Otros detalles, como detenerse en el color de la vestimenta del candidato, me parecen excesivos.
Creo que en la siguiente vez que ambos se encuentren en el foro, Nacho sabrá corregir los errores que cometió.
La etrevista fue sencilla como la que le hace cualquier persona q tenga un blog aca, sin ninguna presion ni estrategia, pero lo que sucede es que no hay razon para que haya sido asi. O si? Hay una reflexión en un blog vecino sobre esa entrevista, lo invito a revisarla esta en elmotin-sv.blogspot.com. Saludos.
A Funes lo agarran como si se tratará de una guerra por ver quien queda mejor "parado", buscando salirle adelante para no quedar ellos en evidencia de su falta de profwesionalismo, dos entrevistas en tv y las mismas basura preguntas, porque no dejan el paz el tema de venezuela y cuba y comenzamos por hablar de nuestro pais El Salvador, por cierto mi voto lo tiene Funes
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