Fernando del Paso
Tenía 21 años cuando leí el primer libro que leí de Fernando del Paso: Palinuro de México. Era un tabique bastante incómodo de llevar en el metro y en los autobuses, pero la mayor parte de él lo leí precisamente en metro, autobuses, peseros, de pie esperando el metro, los autobuses y los peseros, mientras caminaba del metro (etcétera) al trabajo o a casa, en los pocos ratos que me quedaban libres entre la escuela de música, los ensayos (los de la escuela y los necesarios para las tocadas nocturnas con las que complementaba mi mal salario), las tocadas, la vida familiar, la militancia política, Salpress... En otras palabras, no podía soltarlo, con todo lo --físicamente-- pesado que era, y hasta hacía las cosas con mayor rapidez para seguir leyéndolo.
Tardé una semana. Ese mismo día lo comencé otra vez, y me tardé otra semana en releerlo, y fue como haberlo leído dos veces por primera vez.
Es uno de los libros con mayor magia en los que me ha tocado surfear, y bucear. Lo más impresionante es que es un libro que trata de absolutamente nada: Palinuro --el nombre del piloto de la nave de Eneas-- es un estudiante frustrado de medicina que vive en un departamento muy viejo en la Plaza de Santo Domingo, frente a la antigua Escuela de Medicina, y lo usa como base de operaciones para vivir en su lugar más real que existe para él, que son sus fantasías. Lo único cierto es que está enamorado de su prima Estafanía, que viven un romance largo y que el romance termina de manera triste. Lo demás son palabras, muchas palabras, palabras maravillosamente encadenadas.
Tratar de contar "de qué trata" Palinuro de México es inútil e innecesario. Hay que leerlo. Hay que caminar, con él como piloto, por los mares de la Ciudad de México --cantinas, parques, calles y callejones, rincones-- y reírse a cada página, querer u odiar a sus personajes excesivos, o aguantarse las ganas de llorar, o admirarse de la sutileza del lenguaje, o de sus frases explosivas ("Tocar el violín es el arte de hacer de tripas corazón"), y de todo al mismo tiempo.
Del Paso tardó como diez años en escribirlo. Quizá con ese libro aprendí una lección básica de literatura: un libro es un asunto de tiempo. Mientras más fluido, natural y "espontáneo" quiere uno que quede, más tiempo hay que invertir, y mucho más trabajo. Un asunto de paciencia, y por allí estará la noción de que uno es mortal, imperfectísimo y que a los que no somos Mozart nos queda sólo utilizar los recursos que tengamos con humildad y hasta donde se pueda.
La primera novela escrita y publicada por Fernando del Paso fue José Trigo, y la segunda que leí. También dos veces al hilo. (De Palinuro leí durante años muchos pasajes, muchas veces, y ahora me gustaría leerlo completo otra vez.) Es un libro harto diferente. Es un prontuario de recursos narrativos y técnicas de escritura. Todo lo que uno puede aprender alguna vez --y sólo alguna vez, y no todo-- está allí. La historia es incidental: alguien busca a un tal José Trigo en un campamento ferrocarrilero en Nonoalco-Tlatelolco. En lo que lo busca, se echa toda la historia de la vida de José Trigo y de sus antepasados, de sus compañeros ferrocarrileros, desde la Cristiada hasta las luchas dirigidas en 1958 por Demetrio Vallejo. (El libro es de 1964 y tardó más de diez años en escribirlo.) Y José Trigo jamás aparece, como es de preverse.
Hay todo un capítulo, por ejemplo, armado con puros dichos populares. Decenas y decenas y deenas de dichos populares que cuentan una parte de la historia. Hay personajes divertidísimos, como el tipo que todos los días se llama de tres o cuatro maneras diferentes, porque nació el Día de Todos los Santos. Su esposa mira el calendario y lo llama según las advocaciones del día. Igual hay que leerlo. Lo seguro es que no se trata de un libro para paladares delicados; más bien es un manjar de sabor fuerte para escritores que no le tengan miedo a meterse en problemas.
Con su tercera novela, Noticias del imperio, me pasó algo fuerte. La compré y empecé a leerla ese mismo día, y me atrapó. De repente alguien --alguien, no más-- me dijo que se la prestara, y sin más trámite la agarró, se la llevó y me la devolvió cinco o seis días después, pero ya no pude leerla. Ese alguien era alguien a quien no quería, o ya no quería, y me pareció que el libro quedó "sucio" después de que lo tomó y lo leyó. Tardaría años en leerlo y en admirarlo, y tuve que comprarlo dos veces más. (Uno de ésos se lo regalé a mi padre, y es el que tengo ahora en casa.)
Pero Palinuro siempre fue mi favorito.
Después Del Paso publicó un libro muy bonito de sonetos, que hojeé en un Sanborns y decidí no comprar. Por lo que leí, sólo sería una curiosidad después de tres novelas excepcionales, y no necesitaba de eso. Cosas de uno. Hizo también textos para niños, entiendo, pero ni siquiera vi el libro. Quizá fui excesivo; prefiero no cuestionármelo.
Ahora está a punto de recibir el premio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que antes llevaba el nombre de Juan Rulfo, y según dice La Jornada de México ha decidido no escribir otra novela. Treinta y cinco años dedicados a tres novelas me parece una buena carrera, en especial porque son "esas" novelas. Y una confesión: cuando se dijo que el Nobel podía caer en un mexicano, pensé de inmediato en Fernando del Paso, y sentí tristeza de que se lo dieran a Octavio Paz. La vitalidad de Del Paso es.. híjole... Es. Hay que leerlo, en serio. Una novela suya vale las obras completas de más de uno que haya publicado en pasta dura y forrado en cuero.
Hace cosa de un mes estuve en la feria del libro de Le Mans, y me tocó que me entrevistara Claude Fell, académico de gran trayectoria y traductor de Noticias del imperio. Fue un verdadero honor, en especial porque le gustó el Breve recuento de todas las cosas y hasta leyó un fragmento para el público. Curiosamente es mi fragmento favorito, y me gustaría pensar que en él encontró algún eco de Fernando del Paso, de quien aprendí el disfrute por las palabras y ciertos modos de meterse innecesariamente en problemas de lenguaje. Pero es tan delicioso...
Pongo ese fragmento en mi otro blog, nomás porque sí.
Tardé una semana. Ese mismo día lo comencé otra vez, y me tardé otra semana en releerlo, y fue como haberlo leído dos veces por primera vez.
Es uno de los libros con mayor magia en los que me ha tocado surfear, y bucear. Lo más impresionante es que es un libro que trata de absolutamente nada: Palinuro --el nombre del piloto de la nave de Eneas-- es un estudiante frustrado de medicina que vive en un departamento muy viejo en la Plaza de Santo Domingo, frente a la antigua Escuela de Medicina, y lo usa como base de operaciones para vivir en su lugar más real que existe para él, que son sus fantasías. Lo único cierto es que está enamorado de su prima Estafanía, que viven un romance largo y que el romance termina de manera triste. Lo demás son palabras, muchas palabras, palabras maravillosamente encadenadas.
Tratar de contar "de qué trata" Palinuro de México es inútil e innecesario. Hay que leerlo. Hay que caminar, con él como piloto, por los mares de la Ciudad de México --cantinas, parques, calles y callejones, rincones-- y reírse a cada página, querer u odiar a sus personajes excesivos, o aguantarse las ganas de llorar, o admirarse de la sutileza del lenguaje, o de sus frases explosivas ("Tocar el violín es el arte de hacer de tripas corazón"), y de todo al mismo tiempo.
Del Paso tardó como diez años en escribirlo. Quizá con ese libro aprendí una lección básica de literatura: un libro es un asunto de tiempo. Mientras más fluido, natural y "espontáneo" quiere uno que quede, más tiempo hay que invertir, y mucho más trabajo. Un asunto de paciencia, y por allí estará la noción de que uno es mortal, imperfectísimo y que a los que no somos Mozart nos queda sólo utilizar los recursos que tengamos con humildad y hasta donde se pueda.
La primera novela escrita y publicada por Fernando del Paso fue José Trigo, y la segunda que leí. También dos veces al hilo. (De Palinuro leí durante años muchos pasajes, muchas veces, y ahora me gustaría leerlo completo otra vez.) Es un libro harto diferente. Es un prontuario de recursos narrativos y técnicas de escritura. Todo lo que uno puede aprender alguna vez --y sólo alguna vez, y no todo-- está allí. La historia es incidental: alguien busca a un tal José Trigo en un campamento ferrocarrilero en Nonoalco-Tlatelolco. En lo que lo busca, se echa toda la historia de la vida de José Trigo y de sus antepasados, de sus compañeros ferrocarrileros, desde la Cristiada hasta las luchas dirigidas en 1958 por Demetrio Vallejo. (El libro es de 1964 y tardó más de diez años en escribirlo.) Y José Trigo jamás aparece, como es de preverse.
Hay todo un capítulo, por ejemplo, armado con puros dichos populares. Decenas y decenas y deenas de dichos populares que cuentan una parte de la historia. Hay personajes divertidísimos, como el tipo que todos los días se llama de tres o cuatro maneras diferentes, porque nació el Día de Todos los Santos. Su esposa mira el calendario y lo llama según las advocaciones del día. Igual hay que leerlo. Lo seguro es que no se trata de un libro para paladares delicados; más bien es un manjar de sabor fuerte para escritores que no le tengan miedo a meterse en problemas.
Con su tercera novela, Noticias del imperio, me pasó algo fuerte. La compré y empecé a leerla ese mismo día, y me atrapó. De repente alguien --alguien, no más-- me dijo que se la prestara, y sin más trámite la agarró, se la llevó y me la devolvió cinco o seis días después, pero ya no pude leerla. Ese alguien era alguien a quien no quería, o ya no quería, y me pareció que el libro quedó "sucio" después de que lo tomó y lo leyó. Tardaría años en leerlo y en admirarlo, y tuve que comprarlo dos veces más. (Uno de ésos se lo regalé a mi padre, y es el que tengo ahora en casa.)
Pero Palinuro siempre fue mi favorito.
Después Del Paso publicó un libro muy bonito de sonetos, que hojeé en un Sanborns y decidí no comprar. Por lo que leí, sólo sería una curiosidad después de tres novelas excepcionales, y no necesitaba de eso. Cosas de uno. Hizo también textos para niños, entiendo, pero ni siquiera vi el libro. Quizá fui excesivo; prefiero no cuestionármelo.
Ahora está a punto de recibir el premio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que antes llevaba el nombre de Juan Rulfo, y según dice La Jornada de México ha decidido no escribir otra novela. Treinta y cinco años dedicados a tres novelas me parece una buena carrera, en especial porque son "esas" novelas. Y una confesión: cuando se dijo que el Nobel podía caer en un mexicano, pensé de inmediato en Fernando del Paso, y sentí tristeza de que se lo dieran a Octavio Paz. La vitalidad de Del Paso es.. híjole... Es. Hay que leerlo, en serio. Una novela suya vale las obras completas de más de uno que haya publicado en pasta dura y forrado en cuero.
Hace cosa de un mes estuve en la feria del libro de Le Mans, y me tocó que me entrevistara Claude Fell, académico de gran trayectoria y traductor de Noticias del imperio. Fue un verdadero honor, en especial porque le gustó el Breve recuento de todas las cosas y hasta leyó un fragmento para el público. Curiosamente es mi fragmento favorito, y me gustaría pensar que en él encontró algún eco de Fernando del Paso, de quien aprendí el disfrute por las palabras y ciertos modos de meterse innecesariamente en problemas de lenguaje. Pero es tan delicioso...
Pongo ese fragmento en mi otro blog, nomás porque sí.
5 comentarios:
Para mi leer a del Paso es como saborear una golosina, su manejo del lenguaje es de delicioso.
"...me pareció que el libro quedó sucio después que lo tomó y lo leyó..." si, hay gente que envilece lo que toca. y tambien hay quien ennoblece. soy hipersensible a esas vibras, incluso si no se de quien provienen. gusto comprar libros de segunda mano, pero a veces hay que levantarse en medio de la noche a tirarlos a la calle y hacerle una limpia a la casa...incluso me ha pasado con cd's...
"José Trigo" y "Palinuro" son dos textos que deben clasificarse entre las obras maestras de la literatura universal, "Palinuro" sobre todo. Con "Noticias del imperio", no se produjo el encuentrazo. Una lectura es un momento de convivencia con un texto, y no he sabido encontrarme con "Noticias del imperio", incluso creo que no he terminado de leerlo. Y la otra novela de Fernando del Paso, "Linda 67", recuerdo haberla leído con cierto placer pero no me impactó. No importa. Con "José trigo" y "Palinuro" ya Fernado del Paso es un gran autor.
Me tocó hablar con él, en un lugar perdido de la campiña francesa (une especie de Pénjamo nuestro), hace 20 años, a donde él había llegado como consejero cultural de la embajada de México,a presentar una exposición de artesanía huichol. Andaba con la esposa, encantadores los dos. El encuentro fue muy simpático, sobre todo porque los dos estábamos muertos de la risa de encontranos así de repente en ese pueblillo donde ni siquiera al diablo se le hubiera ocurrido olvidar la chaqueta. Grato recuerdo. Yo le pregunté si podría escribir un cuento. Se sonrío y me contestó: "si me da 500 cuartillas, sí, sin problema". Pinche Fernando del Paso...
del Paso también publicó una novela policial llamada Linda 67 que no estaba mal, pero que no le llegaba en genialidad y sobre todo en la exquisitez del lenguaje a Palinuro y/o a Noticias del Imperio.
Esa de Linda 67 no la leí. Es más: apenas ahora me entero de que existe...
Palinuro para el placer, José Trigo para aprender y Noticias porque es muy buena.
Ah: también publicó un libro con sus dibujos. Están buenos.
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