20 de octubre de 2006

Arte y parte

Hay críticos y críticos, gente que sabe y gente que más bien busca llamar atención hablando de cosas de las que no tiene idea. A veces uno tiende a generalizar --porque hay muchos de los segundos y muy pocos de los primeros-- y se lleva entre las patas de los caballos a gente de verdad valiosa.
Por ejemplo, después de los posts acerca de mediocres, los prólogos, quién los hace y si deberían existir, me puse a revisar el libro Arte y parte, de Ricardo Roque Baldovinos, que él mismo me regaló en mi cumpleaños de 2002, recién salido --el libro-- de la editorial. Mi impresión es la misma de la primera vez: qué tipo tan inteligente. Bastante ecuánime, acertado en sus juicios y bien ubicado en su carrera y su trabajo. Y con un gran amor a la literatura, algo no muy frecuente entre académicos y críticos. (Ricardo dio para La Casa un taller de lectura de la narrativa de Jorge Luis Borges, a finales de 2002. De verdad disfrutable. No me perdí una sola sesión.)
Releí completos dos de los ensayos que vienen en el libro, uno acerca de la literatura testimonial y otro acerca de Roque Dalton. Hay párrafos clave que me atrevo a transcribir:
La literatura testimonial suele entrañar algunas ambivalencias. Por un lado, parece revestirse de un exceso de humildad. Se suele afirmar que el texto testimonial carece de pretensiones literarias. Esto viniendo de algunos autores de testimonios puede ser una confesión sincera. El testimonio es un primer aporte a la cultura, un aporte "en bruto", sobre experiencias hasta entonces escondidas, negadas. Por el otro lado, sin embargo, los críticos --aquellos que han hecho carrera del estudio del testimonio-- nos presentan la otra faz, y la humildad se vuelve exceso de arrogancia. El testimonio carece de pretensiones literarias porque es "más que literario". El testimonio resulta ser una práctica de escritura que trasciende los asfixiantes límites de la autonomía artística, para convertirse, en pocas palabras, arte vuelto vida.
Al superar los límites del "arte intrascendente", el testimonio queda, por su parte, exento de las tribulaciones del juicio estético. Intentar valorar estéticamente un testimonio es poco menos que una escandalosa obscenidad, una muestra grosera de incorrección política. El texto vale por la veracidad de la vivencia que transmite y, sobre todo, por la corrección de la opción política de su autor. Siendo las cosas así, qué importa si el testimonio está mal escrito? Más aún, estar mal escrito se vuelve un punto a su favor, un elemento que mantiene el aura de autenticidad con que el testimonio se empaca y despacha para su consumo por las almas que simpatizan con las causas progresistas de la humanidad. [...]
Estamos pues ante la literatura que renuncia a la autonomía, es decir que abandona la consistencia interna como criterio de valor fundamental. En cambio, tenemos una literatura plenamente heterónoma, donde la norma la establecen criterios principalmente políticos e ideológicos. La literatura testimonial así concebida encaja perfectamente dentro de la corriente de los estudios literarios que ataca ferozmente la tradición estética que hemos heredado desde el siglo XVIII. Según estos teóricos, el valor estético es una mera ilusión ideológica, cada ideología y grupo de poder produce sus propios criterios de valor y jerarquía. Al negarse la especificidad de lo estético, nos quedamos ante una crítica que evalúa los productos de la cultura sobre la base de parámentros exclusivamente políticos...
Etcétera.
Acerca del tema: en la revista Cultura número... a veeer... 93 viene un documento bien valioso: "Historia de un testimonio", de Elizabeth Burgos, la autora de Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, el libro que le aseguró el Nobel de la Paz a la activista guatemalteca. Después del Nobel, los académicos a los que se refiere Ricardo agarraron guerra santa contra Burgos, y la propia Menchú llegó a hacerle un juicio --que obviamente no ganó-- para que le dieran los derechos de autor. Después vino toda una campaña de desprestigio de "la izquierda" contra Burgos, que también es de izquierda y lo demostró jugándose el pellejo en la guerrilla de Douglas Bravo, en la del Che y con su apoyo a la de Guatemala, entre otras cartas credenciales. Y en Cultura se publica por primera vez completo (ya se había publicado en una versión parcial en Francia) el testimonio de la autora sobre el testimonio de Menchú. Bien interesante y bien importante.
Y ya tengo que irme a trabajar, así que le corto. Consigan el libro; seguro lo venden en la librería de la UCA y donde distribuyan los de Editorial Lis. Vale la pena leer a un crítico de verdad de vez en cuando, para no olvidar que todavía existen.

5 comentarios:

bonampak dijo...

El objeto artistico siempre es motivo de critica y cuestionamiento en su su aprehension,aun cuando esta nos refiera el apreciar las cosas sin juicio pero es donde la carga estetica que descifra nuestros mas privados y
sinceros sentimientos afloren aun sin que los digamos volviendones en criticos potenciales amen que no lo seamos explicitamente,no escapara ni el mas sublime de los artistas a la critica de quien lo hace sin pretension pero como ud.dice la cri
tica que maneja valores definidos redirige una vision pues si no no criticarian,pero quizas como que el
termino provoca alergia a algunos y
alegria anticipada en otros,la cri
tica es la quintaesencia para quien
vive de teorizar pero es necesaria
para hacer un alto y replantearanos
y ver que hacemos,lo dificil es encararla con responsobilidad,yo ni en mas humedoartisticos sueños qui-
ziera llegar a ser critico pero me
doy cuenta que todos los dias lo so
mos pues dicernimos hasta el canal que vemos,creo que lo pernicioso cae cuando hablamos sin conocer ni
nos despojamos de pretensiones y ac
titudes pues dificil tarea es ya que concebimos que "eso" es nustra esencia,pero que cuesta sincerar el
espìritu y darle "honor a quien,ho
nor merece".
Se me escapaba a que horas y donde
es la catividad de mañana y como le hago para llegar se vale bus y carro.Gracias

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

El almuerzo es a las 12:00 en la Villa Montserrat (o sea la sede de La Casa del Escritor). Es de traje, o sea que será bien apreciado lo que tengas a bien traer. (Por ahora hacen falta pan y tortillas, de preferencia de las delgaditas, para hacer tacos.)
Queda una cuadra antes del Parque Balboa, frente a la clínica San Francisco de Asís, casi frente a la iglesia de Fátima. En bus te puedes venir en la 12 o en la 17, que se toman dos cuadras atrás de la Biblioteca Nacional (basta con preguntar para enterarse dónde; es casi frente al Agrícola; tambie´n hay micros).
La 12 te deja justo en la iglesia. Si vienes en la 17 te bajas en el triángulo y de allí caminas un par de cuadras hacia el Parque Balboa.
En carro, pues llegas al triángulo de Los Planes, das vuelta a la derecha, dos cuadras y frente a la clínica. En taxi, sólo le dices "lléveme". Todavía no tenemos vuelos regulares.

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Ah: los que quieran evitarse el almuerzo, a las 3 empezarían las cosas oficiales. A eso de las 6 pasan los videos del MUPI.

Unknown dijo...

Y bueno, una pena que uno descubra tanto y tanto de lo alegre que es el país de uno, justamente cuando se está lejos. Yo no sé si es percepción mía, pero cuando yo vivía allá, es que no era así de bonita la cosa, pues!!! Felicidades en todo caso y un abrazo. Los esfuerzos ya están dando muchos frutos! Saludos.

Anónimo dijo...

adelante Rafael, como te dije anteriormente estas haciendo mucho bien en la Casa del escritor. me agrada decirtelo porque es verdad.
saludes