10 de octubre de 2006

Miscelánea

Lo más importante: Renato Buezo, de La Casa del Escritor en Guatemala, se ganó el premio Myma Mac con un relato del libro que terminó apenas en agosto. Felicidades a él y a todos los que estamos contentos por él y lo vimos sudar plomo (como corresponde) durante dos años. Lo bonito es que Renato ganó sin el menor debate de los jueces: el cuento es muy bueno y era el que tenía que ganar.
Luego, hoy fueron las últimas negociaciones con FLACSO para la tercera edición (y versión definitiva) de Tiempos de locura. El Salvador 1979-1981. Será una coedición, y ya hablaremos luego de la otra editorial involucrada. Creímos que aparecería en cosa de un mes, pero al parecer deberá esperar para los primeros días de diciembre. No problemo en todo caso.
Por otro lado, apareció en El faro una nota mía acerca del V Festival Internacional de Poesía, al menos lo que a mí me tocó ver. La pueden encontrar aquí, junto con una nota de Ruth Grégori, y también la transcribo a continuación. (En portada de El faro hay una nota sobre los muerteros que es indispensable leer. Me parece bien hecha. El link directo está aquí.)

El encuentro de dos generaciones
Rafael Menjívar Ochoa

Con su quinta edición, el Festival Internacional de Poesía se convierte en un hito, sean cuales fueren los elogios o las objeciones que quisieran o pudieran hacérsele. Por quinta vez consecutiva, la Fundación Poetas de El Salvador, presidida por Paulina Aguilar, reunió a poetas de varios continentes y, junto con escritores salvadoreños, ofreció recitales en diversos escenarios y para diversos públicos, en un formato que se ha vuelto tradicional en ése y otros eventos nacionales.
Este festival, sin embargo, contó con algunas particularidades que vale la pena destacar, aún a riesgo de parecer –o de ser– juez y parte.
La más notoria es el rango de edades en la que se movieron los participantes. La mayoría se ubicaba en dos grupos: de 18 a 26 años y de 55 a 72, con varios poetas comprendidos en el rango intermedio. Eso significó una brecha de 30 años entre los mayores de un grupo y los menores del otro, y de hasta 55 años entre el mayor de los participantes (el mexicano Marco Antonio Acosta) y los más jóvenes (los salvadoreños Herberth Cea y Alberto Quiñónez, con 18, y Andrés Norman Castro, con 17).
La brecha no necesariamente marcó una diferencia de calidad en el trabajo poético, sino perspectivas encontradas: la de quienes están iniciando sus carreras y la de quienes están en proceso de culminarlas. Para los primeros la literatura, y el modo de asumirla, es aún una hipótesis de vida; los segundos ya saben a dónde los han llevado las decisiones que sus contrapartes todavía deben tomar.
Con esta particularidad en mente, La Casa del Escritor sugirió a la Fundación Poetas (y organizó) un “debate generacional” que se realizó el jueves 5 de octubre en El Mirador, en Los Planes de Renderos. Fue la única actividad que no se pensó para el público, sino para los participantes del Festival, y se abrió a diversos escritores, grupos y talleres, de los que asistieron unas veinte personas.
Se pidió al maestro guatemalteco Marco Antonio Flores que hiciera los planteamientos iniciales del debate, en el entendido de que, dijera lo que dijera, sería fructífero y, antes que nada, provocador. Y lo fue.
Flores comenzó negando –ni más ni menos– la posibilidad de un debate entre escritores de larga trayectoria y poetas de menor experiencia, y trazó lineamientos interesantes acerca del quehacer poético basado en su experiencia de cincuenta años en el oficio. Este paradójico punto de partida, sin embargo, llevó a dos horas de intensa discusión acerca del carácter de la poesía, la formación de poetas, los modos de hacer poesía, la técnica, el talento, la vocación y sus alrededores.
Algunos periodistas que cubrieron el evento notaron que no había un temario previo (el único punto de partida fue el planteamiento de Flores, que no se conocía con anterioridad), y quizá pensaron que algo se había ido de las manos de los organizadores –cuando nunca estuvo allí– o que se suscitó un “desorden” que no debía darse en un evento preparado con tanta minucia y durante tanto tiempo.
Lo que hubo fue una tertulia entre poetas de diferentes edades y con diferentes ideas acerca de la poesía, y derivó en múltiples significados. Fue una “cosa de escritores”, a veces sólo accesible a quienes están inmersos en la lógica y las dinámicas de la literatura.
El significado más profundo, quizá, derivó de la amplia brecha generacional. En un complejo juego de espejos, los escritores mayores discutieron con los jóvenes que fueron alguna vez, y los jóvenes pudieron enfrentarse a quienes, con suerte o no, talvez lleguen a ser en algún momento. Al mismo tiempo, con el simple hecho de tomarlos como interlocutores, los “viejos” reconocieron a los más jóvenes como poetas, así fuera en formación; lo que estuvo siempre en el tapete, y jamás se mencionó, fue la calidad de la obra de los oponentes; todos, o casi, conocían lo suficiente el trabajo de los demás para saber con quiénes estaban hablando.
La discusión en sí, aunque apasionada y a veces en tono elevado, muy rara vez cayó en la descalificación, y nunca en el insulto. En un medio en el que esos recursos suelen sustituir a la argumentación o a la calidad de la obra, el debate también constituyó un hito, en especial para los jóvenes poetas locales.

Más juegos de espejos
Otra particularidad del V Festival fue la participación de diez integrantes o ex integrantes del taller literario de La Casa del Escritor, algunos de ellos con obra publicada no sólo en El Salvador, sino también en antologías y revistas en el extranjero. La gente de La Casa había participado en la tercera y cuarta edición, con tres y dos personas, respectivamente, y en esta ocasión la mayor parte de los jóvenes del Festival salieron de ella, junto con Laura Zavaleta (24 años), reciente ganadora del concurso Letras Nuevas; Luis Benjamín Vargas Mejía (25), Andrés Norman Castro (17), el costarricense Alejandro Cordero (23) y la nicaragüense Alejandra Sequeira (24).
Y otra más fue la participación activa de escritores ya fallecidos, en una actividad realizada en La Luna Casa y Arte el martes 3, titulada “La noche de los poetas muertos”. El acto consistió en la presentación de grabaciones de once poetas salvadoreños ya fallecidos, cuya recopilación fue parte del proyecto “Sólo la voz”, de La Casa del Escritor: Claudia Lars, Quino Caso, Pedro Geoffroy Rivas, Hugo Lindo, Oswaldo Escobar Velado, Eugenio Martínez Orantes, Waldo Chávez Velasco, Mercedes Durand, Roque Dalton, Roberto Armijo y Rolando Elías.
Uno de los objetivos de la actividad fue mostrarles a los poetas extranjeros a algunos de los autores y obras más influyentes de la literatura nacional; otro, que los poetas y asistentes salvadoreños conocieran las voces de algunos de los maestros. Y que las conservaran: la Fundación Poetas lanzó una cierta cantidad de discos con las obras que se escucharon en el recital, como fragmentos de Sólo la voz, de Lindo, y Vida pasión y muerte del antihombre, de Geoffroy grabados por sus autores; un poema leído por Quino Caso en una fiesta familiar, dos de Durand y dos de Elías grabados en programas de radio, etcétera.
La reacción de los poetas extranjeros fue de interés, y en el caso de algunos de emoción. Entre los asistentes salvadoreños hubo verdadera conmoción, y llegaron a rodar las lágrimas.
Hubo otras novedades en el V Festival Internacional de Poesía con respecto a las ediciones anteriores, como el decorado de la inauguración (un café instalado en el escenario, desde el cual los poetas leyeron sus obras) y la clausura (motivos y música de Brasil). Fue un detalle más que interesante la presencia de estatuas vivientes en la inauguración y en “La noche de los poetas muertos”, que generaron un ambiente de calidez y a ratos de humor.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

HOLA:
YA TENIA DIAS DE NO DAR SEÑALES DE VIDA..JAJAJAJA TE LLAMARAN DEL COLEGIO PARA INFORMARTE BIEN DE LO QUE SE QUIERE.SALUDES A KRISMA Y VALE. A PROPOSITO...QUE PASO CON EL VIDEO, LO TERMINARON AL FIN??

Anónimo dijo...

Me dan unos grandes celos haberme perdido todo esto por vivir fuera, pero de todas formas, felicidades, MIL FELICIDIDADES por los logros del festival de poesía.

Lo que todavía no puedo captar desde este punto de lejanía es el porqué de la brecha. Básicamente es de personas que están entre los 30 y los 55 años. ¿A qué se debe? ¿Serán los que se fueron a combatir, los que se exiliaron, los que murieron en la guerra, los que tuvieron poco tiempo para la poesía por el conflicto armado?

¿Y a qué se debe la ausencia de poetas de esa generación como Miguel Huezo Mixco y Otoniel Guevara y quizá otros que todavía están vivos y viven (creo) en El Salvador?

No sé si estas pregunta sean ingenuas pero te garantizo que son sinceras y me gustaría saber cómo se explicó el hoyo en el contexto de las pláticas que se dieron.

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Usuaria: Es bueno ver que también diste señales de vida. Gracias por los saludos y, no, no hemos terminado el video. Entre las lluvias, que Rebeca se operó la rodilla y que me fui a Costa Rica está bastante atrasado. Pero ya será el momento.

Carlos: Gracias. Creo que fue un buen reconocimiento para el trabajo de la gente de La Casa. No como los "chavos que prometen", sino como escritores por derecho propio, con todo y que están en formación. (¿Quién no lo está?)
Lo de la brecha creo que fue circunstancial, y contribuyó el hecho de que invitaran a tanta gente muy joven. Cuando tenían ya las invitaciones a los poetas me di cuenta, y le sugerí a la Fundación Poetas lo del debate, aprovechando. Lo que sé es que Otoniel y Miguel fueron invitados, al igual que unas 50 personas más, nomás que no fueron. El día, la hora y el lugar quizá no fueran de lo más cómodos (jueves, 4 de la tarde; comenzamos a las 4:20), y aun así llegaron unos 15 de los invitados, y un par participaron. (Ojo: el debate era totalmente abierto.) Y El Mirador es un lugar bien bonito para estar y platicar. Ese día estaba especialmente bien el paisaje, con un mar de niebla y todo.
Si la pregunta es otra (¿qué pasó con la gente de mi camada?), la respuesta es sencilla: se perdió mucha gente talentosa. Unos murieron, otros se quedaron en el trip de la literatura "comprometida" y no salieron de allí, otros no se formaron lo suficiente por estar en las labores de la guerra. Si te das cuenta, la mayor parte de los que ahora estamos publicando fuerte fuimos los que estábamos en el extranjero, como Horacio Castellanos, Jacinta Escudos y yo. Miguel en ese sentido es una exepción.
Hablan de la "generación del cinismo", y hace unos años nos reíamos en Managua de eso con Jacinta. No hay una generación, porque no había contacto entre nosotros, ni una estética particular, ni una temática, ni siquiera la idea de hcer cosas bajo marcos comunes. De hecho, a Miguel lo conocí en 1998, y a ella en 1999. A Horacio, en 1981, creo, pero estuvimos sin vernos unos 15-18 años.
Y viene el otro tema: ¿existe una literatura "nacional"? Creo que no. Lo que veo son escritores individuales que hacen lo que buenamente pueden. No veo cantidad y calidad suficientes, durante un tiempo más o menos largo (digamos uns 100 años), como para que se pueda hablar de una literatura propia. Y eso va para todo Centroamérica.
A ver qué dice el tiempo.

Unknown dijo...

Y bueno, con una mano contaría a las personas de quién puedo decir: ese chavo es escritor, y de los buenos. Renato está entre ellos. Nadie mejor ni más justo para ganarse ese premio. Estamos contentos. Su triunfo, también es nuestro. Así que el sábado va la celebración con la mara! Un abrazo a vos, el profesor (the master), que mucho tuviste que ver en que este muchacho sea hoy tan bueno. Ah, qué noches de desvelo!

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Tómense un par de vasos de coca de dieta a mi salud. Y lo único que hice con él fue hostigarlo hasta que se cansó. Y las noches de desvelo que aún nos faltan...

cuarto.encuentro dijo...

Perdón por llegar tarde a esta conversación a la que no me invitaron, pero es para aclararle a Carlos que tampoco me invitaron a ese festival. Yo recibí una tan sola vez una invitación del festival de poesía a hacer una lectura, la cual acepté y a la cual fui. Después de eso, nada. No quiero que quede esa impresión de que no acepté ir a donde no me invitaron, así que Rafael debería de saber mejor las cosas que dice saber y no afirmar lo que no es cierto. Ah, y qué pena enterarse de esto dos años después, ni modo.