4 de julio de 2007

Materiales: Siembra vientos, de Víctor Manuel Valle

Hace unos años estaba trabajando acerca de la Huelga del Acero, de abril de 1967, y había puntos que no me quedaban claros sobre el contexto en que se desenvolvió. Sebastián Vaquerano (editor de ese libro, ex editor de EDUCA y ahora director de la excelente Editorial Legado) me regaló un ejemplar de Siembra vientos, de Víctor Manuel Valle, ingeniero con varios posgrados en educación, dirigente estudiantil en la época de José María Lemus y posteriormente dirigente del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR). Llegó a ser su secretario general tras la muerte de Guillermo Manuel Ungo durante una temporada que se pasó en El Salvador. Luego regresó a Costa Rica, donde ha vivido desde que lo exiliaron en 1972. (Lo vi el año pasado en San José, según cuento aquí. En esta foto, Víctor Manuel es el que está a la derecha, y Sebastián a la izquierda.)
Siembra vientos está impreso en Costa Rica, bajo el sello del Centro de Investigación y Acción Social (CINAS), de El Salvador. En principio debería encontrarse en la librería de la UCA, y vale la pena tratar de conseguirlo: es una guía importante para enterarse de las luchas salvadoreñas de 1960 hasta 1970, los mecanismos de respuestas del sistema, algunas reacciones y luchas de la derecha y sus organizaciones, y trae materiales documentales invaluables.
La primera parte del libro es una entrevista con Valle, quien habla acerca de su experiencia como dirigente político y traza una interesante línea temporal de los acontecimientos más importantes de los que les tocó ser testigo y participante. La entrevista fue realizada por Jeannette Noltenius para un trabajo de doctorado de la Universidad de París.
Luego, vienen los documentos, que ocupan dos tercios del volumen. El primero de los materiales es la proclama de la Fuerza Armada para el golpe de estado de 1961 en contra de la Junta Cívico Militar, que duró un par de meses, entre cuyos integrantes estaba el doctor Fabio Castillo y que dio paso al Directorio Cívico Militar y posteriormente, en 1962, al gobierno de Julio Adalberto Rivera, el primer presidente entronizado por el PCN. Una parte de esa proclama está analizada en Tiempos de locura. El Salvador 1979-1981:

La Junta no estaba destinada a durar. Al igual que en 1979, la composición del gobierno estaba demasiado "a la izquierda", y los civiles exigieron del ejército casi lo mismo y del mismo modo. Apenas tres meses después, el 25 de enero de 1961, cuando el descontento social había disminuido, fue derrocada por el Directorio Cívico Militar, conformado en su primera etapa por los civiles José Antonio Rodríguez Porth, jurista conservador de gran prestigio, asesinado por el FMLN en 1989; José Francisco Valiente y Feliciano Avelar, y los militares Aníbal Portillo y Julio Adalberto Rivera. Unos meses después renunciarían Rodríguez Porth, Valiente y Rivera (quien se postularía a la presidencia al año siguiente), y se incorporaría el coronel Mariano Castro Morán.
Es interesante revisar la proclama emitida por la Fuerza Armada en 1961, tras el derrocamiento de la Junta de Gobierno, por su contenido y por los personajes que la suscriben. [...]
Como ocurrió en 1979, el documento fue consensuado por las instancias de la Fuerza Armada, y entre las decenas de firmas destacan varias que tendrían un papel importante en la historia futura del país.
Entre los firmantes del Ministerio de Defensa está el capitán mayor Benjamín Mejía, quien dirigiría el golpe fallido de 1972 para evitar la llegada al gobierno de Arturo Armando Molina. A su vez, Molina firma por el Regimiento de Artillería.
Aparece también, por el Regimiento de Caballería de San Salvador, el capitán mayor Carlos Humberto Romero, derrocado por el golpe de 1979, y unas líneas más abajo aparecen los destinados a derrocarlo: el teniente Jaime Abdul Gutiérrez por el Primer Regimiento de Infantería de San Salvador, y el subteniente Adolfo Arnoldo Majano, por el Segundo. Majano sería también miembro del Estado Mayor presidencial de Molina y durante un periodo, a finales de los años sesenta, estaría asignado a la escuela de la Policía Nacional.
Por la Escuela de Comando y Estado Mayor aparece el capitán Ernesto Claramount, candidato a la presidencia por la oposición en 1977, contra quien se cometió un fraude que dio pie a la llegada de Romero. Por el 14o. Regimiento de Infantería, con sede en La Unión, firma entre otros el teniente coronel José Alberto Medrano. Hay otras figuras que integrarían los gobiernos formados a partir de 1979: el teniente Nicolás Carranza, de la tendencia “dura” de la Fuerza Armada a partir de 1979, el subteniente Adolfo Blandón y el subteniente Juan Rafael Bustillo.
En toda la historia de El Salvador hay nombres que se entrecruzan en diferentes instancias, en diferentes iniciativas y en diferentes hechos de relevancia. Pero en la proclama de 1961 puede encontrarse a los personajes que, desde el ejército, encabezarían los gobiernos siguientes y las conspiraciones en contra de tales gobiernos. Todo en familia.
Falta la firma de Fidel Sánchez Hernández, entonces coronel, quien sustituiría a Rivera en el gobierno; en ese momento se encontraba en misión diplomática en España.
También viene la Plataforma Programática del Frente Unido de Acción Revolucionaria, el primer intento de organizar la lucha armada en El Salvador, entre 1962 y 1964; algunos documentos de las organizaciones universitarias, incluido uno que habla de luchas de estudiantes de la derecha: cuando en 1964 la Facultad de Ingeniería trató de separarse de la UES por la línea "comunista" de sus autoridades (entre los dirigentes se encontraba Enrique Altamirano, actual director de El diario de hoy); el programa de gobierno del Partido de Acción Renovadora (el primero estructurado que se presentó en el país) para las elecciones de 1967; un documento fundamental, del que sólo conocía una vieja y casi clandestina edición de ese mismo año, lanzada en Costa Rica: la memoria de la Huelga del Acero escrita por Salvador Cayetano Carpio; la constitución y estatutos del MNR y del efímero Partido Revolucionario (PR), el testimonio de un policía infiltrado como chofer de Schafik Hándal y algunas cosas más.
Valle trata de ser objetivo en el recuento y valoración de lo que cuenta, y me parece que en general lo logra, aun cuando es obvia su posición política, la emoción que le produce la narración y la agilidad que logra en el texto.
Si le interesa la historia reciente de El Salvador (¿cuarenta años es reciente?), en especial la historia de la izquierda, y si aún puede encontrar el libro, no puede perderse éste.

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