Final encontrado
En abril pasado comenté, en el tercer párrafo de abajo hacia arriba del post que está en este link, del final perdido de un texto que empecé a escribir en 2004, lo más cercano que he hecho a una historia de amor. (No lo es. Esas cosas no se me dan.) El texto tiene unas 50 cuartillas (una cuartilla son 250 palabras); no llega a la extensión estándar de una novela, y tiene más de lo que se espera de un cuento.
El asunto es que pensaba que el final era el adecuado y no podía haber otro --y lo sigo pensando--, y que era imposible para mí volver a escribirlo --lo hubiera sido--; lo había pasado en limpio en la compu de la oficina, y el disco duro se desmadró. Tenía que estar en uno de los tantos cuadernos que hay por toda la casa, pero no recordaba en cuál, y me pasé noches buscándolo. No es que me haya invadido la desesperación, por dos motivos:
1. "Invadido la desesperación" es una frase horrible y un lugar común.
2. En el ínterin fui descubriendo materiales y cosas diversas que había olvidado. Algunos los he puesto en este blog y en La mancha en la pared, y otros por allí andan.
Hoy buscaba un libro de poesía que tenía que prestarle a una compañera y, a un lado, estaba un cuaderno hecho con papel de fibra de banano, en el que escribí los primeros capítulos de una novela que no sé si quiera terminar. Como no sé si quiera terminarla, hace unos meses pasé las primeras páginas al final (se abren los anillos, se sacan las hojas, se reacomodan, etcétera), para empezar algo nuevo. Pero no empecé nada nuevo: allí estaba el penúltimo capítulo del texto en cuestión y --¡vaya!-- después, inmediatamente, el capítulo perdido. Me desconcertó, porque ese texto tiene un cuaderno propio, y rara vez hago crossovers. Quizá se me ocurrieron los capítulos un día en que traía ese cuaderno, no estaba en casa y no podía esperar a llegar para usar el cuaderno adecuado, so riesgo de que se me olvidara. A veces ocurre.
Ya había revisado el cuaderno una de estas semanas, pero sólo leí por encima un poco de lo escrito y, sí, allí había "algo" del texto en cuestión, el penúltimo capítulo, como ya dije. Me pareció que la extensión del texto y la de la versión impresa eran más o menos iguales. Lo que había olvidado (y lo confirmé hoy) es que sólo escribí la mitad a mano, y el resto en la compu. Después escribí notas para el capítulo final. Creí que eran cinco páginas, y no: apenas una y media. Pero lo releo y calculo que, en efecto tendrá unas cinco cuartillas o seis cuando ponga todo lo que debo ponerle para que quede como debería quedar.
Hasta allí todo bien. El problema que encuentro ahora es el texto mismo. No es un cuento, eso está claro. Tampoco una novela. No sé qué rayos es.
Estructuralmente tiene todo lo que debe tener: no se le puede hacer nada más, ni para atrás ni para adelante. Pero algo queda incompleto. Eso es feo, y ya me ha pasado: el texto no puede modificarse mucho, no tiene todo lo que se esperaría que tuviera, está bien escrito y funciona, pero algo queda trunco. Al parecer estaría ante un texto fallido, como tantos que tengo por allí y otros que he perdido, y listo, no hay problema.
Reviso otros textos y me doy cuenta de que hay un par que tratan de temas diferentes, pero que pueden funcionar como una serie y, al final, quizá logren un sentido unitario: en ellos está de algún modo la información que falta en el texto en cuestión, y éste tiene ambientes, situaciones, etcétera, que complementan a los otros. Uno de los textos compatibles es "Diario de enero", un cuento del que he hablado en varias ocasiones, entre otras aquí.
Veo algo similar a lo que me pasó con Terceras personas: los textos aparentemente no tienen relación, pero juntos forman una unidad. La diferencia es que TP fue adoptando esa forma a medida que lo escribía, y ahora los textos existentes pueden adoptar una forma --más bien una lógica-- similar.
Ya veremos. Es al menos una hipótesis de trabajo.
El asunto es que pensaba que el final era el adecuado y no podía haber otro --y lo sigo pensando--, y que era imposible para mí volver a escribirlo --lo hubiera sido--; lo había pasado en limpio en la compu de la oficina, y el disco duro se desmadró. Tenía que estar en uno de los tantos cuadernos que hay por toda la casa, pero no recordaba en cuál, y me pasé noches buscándolo. No es que me haya invadido la desesperación, por dos motivos:
1. "Invadido la desesperación" es una frase horrible y un lugar común.
2. En el ínterin fui descubriendo materiales y cosas diversas que había olvidado. Algunos los he puesto en este blog y en La mancha en la pared, y otros por allí andan.
Hoy buscaba un libro de poesía que tenía que prestarle a una compañera y, a un lado, estaba un cuaderno hecho con papel de fibra de banano, en el que escribí los primeros capítulos de una novela que no sé si quiera terminar. Como no sé si quiera terminarla, hace unos meses pasé las primeras páginas al final (se abren los anillos, se sacan las hojas, se reacomodan, etcétera), para empezar algo nuevo. Pero no empecé nada nuevo: allí estaba el penúltimo capítulo del texto en cuestión y --¡vaya!-- después, inmediatamente, el capítulo perdido. Me desconcertó, porque ese texto tiene un cuaderno propio, y rara vez hago crossovers. Quizá se me ocurrieron los capítulos un día en que traía ese cuaderno, no estaba en casa y no podía esperar a llegar para usar el cuaderno adecuado, so riesgo de que se me olvidara. A veces ocurre.
Ya había revisado el cuaderno una de estas semanas, pero sólo leí por encima un poco de lo escrito y, sí, allí había "algo" del texto en cuestión, el penúltimo capítulo, como ya dije. Me pareció que la extensión del texto y la de la versión impresa eran más o menos iguales. Lo que había olvidado (y lo confirmé hoy) es que sólo escribí la mitad a mano, y el resto en la compu. Después escribí notas para el capítulo final. Creí que eran cinco páginas, y no: apenas una y media. Pero lo releo y calculo que, en efecto tendrá unas cinco cuartillas o seis cuando ponga todo lo que debo ponerle para que quede como debería quedar.
Hasta allí todo bien. El problema que encuentro ahora es el texto mismo. No es un cuento, eso está claro. Tampoco una novela. No sé qué rayos es.
Estructuralmente tiene todo lo que debe tener: no se le puede hacer nada más, ni para atrás ni para adelante. Pero algo queda incompleto. Eso es feo, y ya me ha pasado: el texto no puede modificarse mucho, no tiene todo lo que se esperaría que tuviera, está bien escrito y funciona, pero algo queda trunco. Al parecer estaría ante un texto fallido, como tantos que tengo por allí y otros que he perdido, y listo, no hay problema.
Reviso otros textos y me doy cuenta de que hay un par que tratan de temas diferentes, pero que pueden funcionar como una serie y, al final, quizá logren un sentido unitario: en ellos está de algún modo la información que falta en el texto en cuestión, y éste tiene ambientes, situaciones, etcétera, que complementan a los otros. Uno de los textos compatibles es "Diario de enero", un cuento del que he hablado en varias ocasiones, entre otras aquí.
Veo algo similar a lo que me pasó con Terceras personas: los textos aparentemente no tienen relación, pero juntos forman una unidad. La diferencia es que TP fue adoptando esa forma a medida que lo escribía, y ahora los textos existentes pueden adoptar una forma --más bien una lógica-- similar.
Ya veremos. Es al menos una hipótesis de trabajo.
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