Semana sin posts
Apenas me doy cuenta de que no he escrito un post en toda la semana, y no es que falten temas o que no haya ocurrido nada, sino que he andado en otros asuntos.
Por ejemplo, desde la semana antepasada vino Karen Schairer, de la Northern Arizona University, con quien hemos trabajado varios proyectos para La Casa del Escritor (uno de ellos es bien importante si se ve a futuro: el Archivo de Historia Social, que llevó varios años y espera su momento). Esta vez nos vimos poco, hablamos bastante, me trajo un bote completo de Mint Patties, a las que soy adicto y de las que no queda más que una (¡el bote trae 240!), y le pedí también uno de los libros más divertidos e inteligentes que he leído: The Hitchhiker's Guide to the Galaxy, de Douglas Adams. (Es una serie de cinco; los otros cuatro me aburrieron un poco.) Allí se entera uno de cosas muy útiles, por ejemplo que la respuesta a la vida, el universo y todo es 42. La película me pareció francamente mala.
Anoche vinieron a cenar unos primos a los que no veía desde hacía años (bueno, los vi el martes y entonces los invité), Evelyn Córdova, hija de la tía Emma Posada Menjívar, y Edgardo Aguilar, su esposo, además de María José y Edgardo, sus hijos. Bien agradable. Evelyn es nutricionista, y durante años trabajó en el INDES con los atletas de alto rendimiento. Ahora tiene una clínica junto con Edgardo, que es odontólogo, de lo mejorcito que me ha tocado... uh... iba a poner "sufrir", pero realmente es bueno en lo suyo. Él me sacó tres muelas del juicio y logró que no pareciera el juicio final, con todo y que tuvo que meter cuchillo y que se rompieron las raíces de una y qué sé yo. Me pasé un buen rato con Evelyn reconstruyendo el mapa familiar, las cosas que a ella le faltaban porque es menor que yo y no las vivió, y las que me faltaban a mí porque estuve 27 años fuera y me las perdí.
Otra cosa bien importante es que Herberth Cea, después de dos años y medio de trabajo, terminó su poemario. Tenía un buen borrador desde hacía meses, pero todavía había observaciones de los compañeros antes de que me tocara revisarlo. Lo hice y la verdad había poco que objetar, si es que había algo. Anoche me mandó la versión final, que leeremos hoy en el taller. Es un buen poemario. Un "poeta niño" bastante maduro y técnicamente sólido.
Y, bien, fui al médico a principios de semana, y quizá allí esté el porqué de que no haya escrito. De eso no voy a hablar, porque no hay mucho que hablar, excepto que trato de enderezar lo que se me había puesto chueco y que, como siempre, debí haber ido antes para evitarme sufrimientos innecesarios.
El resto ha sido lo del taller del jueves por la tarde, el de novela del viernes y el sábado no hubo. Estamos pintando La Casa de amarillo nuevamente. Pusieron una bomba de agua y un tanque de 2,500 litros, porque en la temporada seca nos quedamos con los baños cerrados; cambiaron toda la instalación eléctrica, pusieron una buena polarización y, en fin, se hizo lo que se pudo. Siempre es poco, pero siempre es útil.
Por ejemplo, desde la semana antepasada vino Karen Schairer, de la Northern Arizona University, con quien hemos trabajado varios proyectos para La Casa del Escritor (uno de ellos es bien importante si se ve a futuro: el Archivo de Historia Social, que llevó varios años y espera su momento). Esta vez nos vimos poco, hablamos bastante, me trajo un bote completo de Mint Patties, a las que soy adicto y de las que no queda más que una (¡el bote trae 240!), y le pedí también uno de los libros más divertidos e inteligentes que he leído: The Hitchhiker's Guide to the Galaxy, de Douglas Adams. (Es una serie de cinco; los otros cuatro me aburrieron un poco.) Allí se entera uno de cosas muy útiles, por ejemplo que la respuesta a la vida, el universo y todo es 42. La película me pareció francamente mala.
Anoche vinieron a cenar unos primos a los que no veía desde hacía años (bueno, los vi el martes y entonces los invité), Evelyn Córdova, hija de la tía Emma Posada Menjívar, y Edgardo Aguilar, su esposo, además de María José y Edgardo, sus hijos. Bien agradable. Evelyn es nutricionista, y durante años trabajó en el INDES con los atletas de alto rendimiento. Ahora tiene una clínica junto con Edgardo, que es odontólogo, de lo mejorcito que me ha tocado... uh... iba a poner "sufrir", pero realmente es bueno en lo suyo. Él me sacó tres muelas del juicio y logró que no pareciera el juicio final, con todo y que tuvo que meter cuchillo y que se rompieron las raíces de una y qué sé yo. Me pasé un buen rato con Evelyn reconstruyendo el mapa familiar, las cosas que a ella le faltaban porque es menor que yo y no las vivió, y las que me faltaban a mí porque estuve 27 años fuera y me las perdí.
Otra cosa bien importante es que Herberth Cea, después de dos años y medio de trabajo, terminó su poemario. Tenía un buen borrador desde hacía meses, pero todavía había observaciones de los compañeros antes de que me tocara revisarlo. Lo hice y la verdad había poco que objetar, si es que había algo. Anoche me mandó la versión final, que leeremos hoy en el taller. Es un buen poemario. Un "poeta niño" bastante maduro y técnicamente sólido.
Y, bien, fui al médico a principios de semana, y quizá allí esté el porqué de que no haya escrito. De eso no voy a hablar, porque no hay mucho que hablar, excepto que trato de enderezar lo que se me había puesto chueco y que, como siempre, debí haber ido antes para evitarme sufrimientos innecesarios.
El resto ha sido lo del taller del jueves por la tarde, el de novela del viernes y el sábado no hubo. Estamos pintando La Casa de amarillo nuevamente. Pusieron una bomba de agua y un tanque de 2,500 litros, porque en la temporada seca nos quedamos con los baños cerrados; cambiaron toda la instalación eléctrica, pusieron una buena polarización y, en fin, se hizo lo que se pudo. Siempre es poco, pero siempre es útil.
2 comentarios:
Me alegra mucho lo que cuentas de Herberth y su poemario.
Felicidades para Herberth :)
Tengo ganas de probar esas cosas a las que sos adicto y de leer el libro...
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