Pantallas en blanco, etcétera
Sí, lo de las "camisas para escribir" es una manía que puede obviarse, si es necesario, cuando hace falta lavarlas, pero uno se siente más cómodo si es la misma la mayor parte posible de las veces. Eso sin hablar de los pantalones, los zapatos viejos, el paquete de cigarros y la cocacola al lado.
Entre la serie de fotos de la derecha y la de abajo a la izquierda hubo varios meses de diferencia (enero y agosto) y dos casas diferentes (colonia Buenos Aires y Los Planes). En ambos casos dejé la cámara en automático, tirando fotos cada dos o tres minutos. ¿Por qué? Bueno, dos motivos de peso:
1. Tenía una cámara.
2. Se me dio la gana.
Hubo un tercero: quería saber qué veían mis ex esposas cuando me preguntaban por qué me pasaba el tiempo sin hacer nada, o clavado en la computadora o en el cuaderno durante horas, a veces sólo viendo una pantalla o una hoja en blanco, un par de líneas, un párrafo que horas después borraba o tachaba. Vamos: si uno es escritor, lo lógico es que escriba, no que pierda el tiempo en... bueno, en lo que sea que esté haciendo, y que además, con la práctica, lo haga con mayor rapidez y efectividad, sin necesidad de tantos borradores y resmas de papel bond gastados sin remedio y las cuentas de la electricidad y los fines de semana perdidos. (No todos; sólo los de las épocas en que uno se pone a escribir.) (Ahora sí, todos los fines de semana trabajo, y mis descansos de lunes y martes no coinciden con los de Krisma. Pero igual ella se la pasa más o menos en las mismas frente a la compu en las épocas en que le da por escribir, como en estos días, con la energía que le deja la escuela y Valeria y todo lo demás.)
Las fotos son de 2003, como la que usé en el post anterior. Ese año escribí una novela negra titulada Réquiem para una señora sin canas, ambientada en El Salvador. Entre otras cosas el personaje habla del montón de cosas que no entendí cuando recién regresé en 1999, y que quizá aún no termine de captar.
Fue la primera novela que escribí en la que los personajes me caen bien, e incluso siento cariño por ellos. Mis demás personajes, con pocas excepciones, me resultan irritantes, o de plano desagradables. He sido capaz de seguirlos, respetarlos y sentir lo que sienten, pero --si, como decía Flaubert, "Madame Bovary soy yo"-- seguro salieron de zonas de mi interior que no terminan de gustarme, y se desarrollaron de una manera en la que no me gustaría desarrollarme, pero hubo la posibilidad.
Siempre he tenido temas recurrentes: la traición --a las ideas, a la gente--, la vejez, la imposibilidad de saber... El Réquiem habla sobre la amistad. Es quizá una de las novelas más sórdidas que he escrito, junto con Breve recuento de todas las cosas (actualmente en proceso de publicación en Francia), pero creo que hay mucho cariño y mucha ternura en medio de todas esas cosas terribles, y que esas cosas terribles son las que terminan uniendo a los personajes.
En las fotos de arriba aún estaba en la etapa de la página en blanco: no sabía por dónde entrarte. En las de abajo estaba terminando el primer borrador. Por esa época estábamos a punto de inaugurar La Casa del Escritor, así que me pasaba el día en pláticas, detalles, planes, etcétera; pero durante todo el día, hiciera lo que hiciera, pensaba "Quiero regresar allí", o sea al mundo que había armado y a su gente. Y regresaba, y por primera vez no fue tedioso el proceso de corrección y corrección y corrección y corrección. De cerca de 260 cuartillas que tenía el borrador original, sobrevivieron 190. En enero de este año murieron 18 más.
En 2005 escribí otra novela, Al director no le gustan los cadáveres, y sentí de nuevo eso de "Quiero volver allí". Estaba ambientada en México, pero había partes que me costaba trabajar por la lejanía del Defe en el tiempo y el espacio. Así que me fui unos días a respirar lo que tenía que respirar (y sobre todo a ver a mi hija Eunice), y listo. Es la novela que menos tiempo me ha llevado escribir: siete meses. No quedó mal...
Entre la serie de fotos de la derecha y la de abajo a la izquierda hubo varios meses de diferencia (enero y agosto) y dos casas diferentes (colonia Buenos Aires y Los Planes). En ambos casos dejé la cámara en automático, tirando fotos cada dos o tres minutos. ¿Por qué? Bueno, dos motivos de peso:
1. Tenía una cámara.
2. Se me dio la gana.
Hubo un tercero: quería saber qué veían mis ex esposas cuando me preguntaban por qué me pasaba el tiempo sin hacer nada, o clavado en la computadora o en el cuaderno durante horas, a veces sólo viendo una pantalla o una hoja en blanco, un par de líneas, un párrafo que horas después borraba o tachaba. Vamos: si uno es escritor, lo lógico es que escriba, no que pierda el tiempo en... bueno, en lo que sea que esté haciendo, y que además, con la práctica, lo haga con mayor rapidez y efectividad, sin necesidad de tantos borradores y resmas de papel bond gastados sin remedio y las cuentas de la electricidad y los fines de semana perdidos. (No todos; sólo los de las épocas en que uno se pone a escribir.) (Ahora sí, todos los fines de semana trabajo, y mis descansos de lunes y martes no coinciden con los de Krisma. Pero igual ella se la pasa más o menos en las mismas frente a la compu en las épocas en que le da por escribir, como en estos días, con la energía que le deja la escuela y Valeria y todo lo demás.)
Las fotos son de 2003, como la que usé en el post anterior. Ese año escribí una novela negra titulada Réquiem para una señora sin canas, ambientada en El Salvador. Entre otras cosas el personaje habla del montón de cosas que no entendí cuando recién regresé en 1999, y que quizá aún no termine de captar.
Fue la primera novela que escribí en la que los personajes me caen bien, e incluso siento cariño por ellos. Mis demás personajes, con pocas excepciones, me resultan irritantes, o de plano desagradables. He sido capaz de seguirlos, respetarlos y sentir lo que sienten, pero --si, como decía Flaubert, "Madame Bovary soy yo"-- seguro salieron de zonas de mi interior que no terminan de gustarme, y se desarrollaron de una manera en la que no me gustaría desarrollarme, pero hubo la posibilidad.
Siempre he tenido temas recurrentes: la traición --a las ideas, a la gente--, la vejez, la imposibilidad de saber... El Réquiem habla sobre la amistad. Es quizá una de las novelas más sórdidas que he escrito, junto con Breve recuento de todas las cosas (actualmente en proceso de publicación en Francia), pero creo que hay mucho cariño y mucha ternura en medio de todas esas cosas terribles, y que esas cosas terribles son las que terminan uniendo a los personajes.
En las fotos de arriba aún estaba en la etapa de la página en blanco: no sabía por dónde entrarte. En las de abajo estaba terminando el primer borrador. Por esa época estábamos a punto de inaugurar La Casa del Escritor, así que me pasaba el día en pláticas, detalles, planes, etcétera; pero durante todo el día, hiciera lo que hiciera, pensaba "Quiero regresar allí", o sea al mundo que había armado y a su gente. Y regresaba, y por primera vez no fue tedioso el proceso de corrección y corrección y corrección y corrección. De cerca de 260 cuartillas que tenía el borrador original, sobrevivieron 190. En enero de este año murieron 18 más.
En 2005 escribí otra novela, Al director no le gustan los cadáveres, y sentí de nuevo eso de "Quiero volver allí". Estaba ambientada en México, pero había partes que me costaba trabajar por la lejanía del Defe en el tiempo y el espacio. Así que me fui unos días a respirar lo que tenía que respirar (y sobre todo a ver a mi hija Eunice), y listo. Es la novela que menos tiempo me ha llevado escribir: siete meses. No quedó mal...
1 comentario:
rafael, te invito a que leas una nueva revista. por algun motivo, la parte literaria, los del blog del trompudo solian criticarla porque creian que eras tu. esto sucedio en otro blog en que participaba pero decidí cambiarlo por lo mismo. te dejo el link de la la parte literaria de la revista
http://madeinelsalvador.blogspot.com/
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