11 de noviembre de 2007

¡Niños, niños, por favor...!

Y aquí estamos ante un caso en el cual las partes cometen todas las torpezas políticas posibles y pasan por encima de quien se les ponga enfrente, que en este caso es el pueblo en general, y allá a quien no le guste; aquí somos retemachos y el que se acerque, que se aguante.
Me parece una torpeza política, en sí misma, que el FMLN efectuara su XXIII Convención Nacional en el aniversario de la ofensiva de 1989. No porque haya sido su momento culminante, sino por todo lo contrario: como en 1981, los guerrilleros hicieron un llamado a la insurrección popular que obviamente no se acató, y lo que hubo --igual que en 1981-- fue un enfrentamiento entre dos fuerzas disímiles: el FMLN no podía derrotar al ejército frontalmente y el ejército no podía enfrentar a una guerrilla inasible, como es el carácter de cualquier guerrilla. Si se trata de convocar al pueblo mediante un símbolo --la ofensiva de 1989-- de la lucha popular, no es el símbolo más adecuado. Los recuerdos de muchos salvadoreños con respecto al tema son más de miedo que de ganas de que se les recuerde lo bien que la pasaron pegándole tiros al ejército.
Mauricio Funes ha sido un buen prospecto de candidato precisamente porque aleja un poco del FMLN, con su imagen independiente, moderada e imparcial, respecto de los símbolos más crudos de la guerra; era la idea, en su momento, con la candidatura de Zamora.
La candidatura a la vicepresidencia de Salvador Sánchez Cerén ya era una torpeza grave, porque daba un blanco muy amplio a los siempre previsibles ataques de la derecha. La efemérides para anunciar las candidaturas no ayuda demasiado, y habrá quien por ese simple hecho retire su voto desde ya --igual habrá quien por eso vote por el FMLN; será de ver el balance al final--, y algo peor: está ubicando a Funes dentro de la estructura de pensamiento tradicional (hasta podría decirse "conservador") del FMLN. Quizá para los militantes frentistas todos esos elementos (la candidatura de Sánchez Cerén, la fecha de la convención, el alineamiento de Funes) ayuden a una mejor votación, pero no ven la contradicción patente: las elecciones y el mensaje que están enviando son simplemente incompatibles. Pertenecen a dos mundos y dos realidades diferentes.
Donde hay elecciones y se respetan los resultados, la insurrección es innecesaria y negativa. Donde hay insurrección, las elecciones no pueden ser válidas, porque un sector de la población --que se presupone amplio-- está contra mecanismos de estado espurios como --digamos-- las elecciones. Si el FMLN coloca una insurrección --además fallida-- como símbolo de su campaña, está invalidando las elecciones que espera ganar, y en las que se espera que se reconozca su triunfo, y que quien los reconozca sea el gobierno contra el que está planteando la insurrección. Me parece que hay algo que no checa: el FMLN está invalidando los mecanismos que le podrían dar el poder. ¿O sólo se trata de un poco de demagogia para exacerbar emocionalidades y ganar algunos votos más?
Por otra parte, la respuesta de ARENA es simplemente infantil: hacer que se declare el 11 de noviembre como día de luto por las víctimas de la ofensiva de 1989, como reportó hace un par de días El diario de hoy. La ofensiva de 1989 habrá sido una insurrección fallida --y eso es materia de análisis de la izquierda, no de descalificación a priori, y más bien de constatación a posteriori--, pero también fue el ataque de una fuerza políticamente representativa de El Salvador, según estaba reconocido internacionalmente, y la mayor parte de las víctimas no fueron generadas por la guerrilla, sino por el lado oficial, que ya manejaba ARENA.
La torpeza política de ARENA, en este caso, es que de facto está invalidando algo que ha sido su caballito de batalla desde el principio de la paz: la ley de amnistía. Al elevar a rango de ley la declaratoria de día de luto por la ofensiva de 1989, y al culpar --también con rango de ley-- al FMLN por los muertos, está abriendo un puerta no muy ancha, pero sí evidente, a la investigación y castigo de crímenes de guerra: el decreto es, de hecho --y de jure, cómo no--, un juicio nacional por un acto de guerra, y su calificación --declararlo día de luto-- un castigo para los supuestos responsables. Un abogado hábil podría sacar mucha raja de allí.
Además, ¿qué es eso de andar manipulando las leyes nacionales sólo para satisfacer intereses inmediatos, como hacer quedar mal a un adversario político con miras a unas elecciones? Imagino que el FMLN sería capaz también de hacer lo mismo, pero no lo ha hecho, por falta de poder o porque algo entienda de ética. Las elecciones pasarán, y un capítulo importante de la historia salvadoreña --la ofensiva de 1989-- quedará calificado de modo negativo antes de que logremos entender muy bien qué rayos pasó.
Hay un problema: aunque éticamente sea repudiable, quizá ese decreto encuentro algún eco en la emocionalidad de ciertos votantes, en favor de ARENA. No hay que olvidar que la ofensiva se produjo cuando acababa de elegirse a un presidente (Cristiani), por primera vez sin fraudes, y que la ofensiva pretendía invalidar también un resultado popular; quizá de allí, en parte, que la insurrección haya fallado.
Pero los osos políticos no sólo se dan en el país, sino ambién en el amplio mundo del extranjero.
Si me preguntan qué pienso de Hugo Chávez, contestaré que no me gusta. Me parece que tiene una constitución sensacional, unos programas sociales envidiables, un plan de desarrollo alterno bien interesante. El problema del gobierno de Chávez, para mí, es el propio Chávez. Pero ése es mi problema, no de los venezolanos, que lo han elegido ampliamente cada vez que se ha presentado a elecciones.
Mi mayor problema es que habla demasiado, y habla como lo que es: un militar. Por la esencia misma de la carrera militar, no veo un país regido por uno de ellos en el que florezca la democracia o al menos cierta tolerancia, y donde no haya una demagogia rampante, como la hay en Venezuela. De Chávez me molesta la verborrea en el tono que usa, el constante insulto a quien sea, sin más fundamentos que su propio discurso --el discurso autocontenido de los militares de cualquier signo y de algunas organizaciones políticas cerradas, de izquierda o derecha-- y sin más objetivos que arengar a sus gobernados --o sus electores, según se quiera--, como un militar ante sus tropas.
Por eso, no me extrañó que en su discurso ante la XVII Cumbre Latinoamericana se pusiera a acusar de fascista a Aznar --igual pudo ser otro-- y a ponerse de verdulera ante la observación --justa y correcta-- de Rodríguez Zapatero de que, como presidente electo por los españoles, Aznar merecía respeto.
Lo desconcertante fue que el rey Juan Carlos, siempre tan mesurado y equilibrado, le dijera a Chávez que se callara. Chávez se encontró en su elemento y se siguió de largo con los insultos, o así lo intentó; la intervención de la presidenta chilena calmó los ánimos, o los puso en un nivel más diplomático.
El diario La jornada de México interpreta el exabrupto de Juan Carlos, en su editorial, como una reacción colonialista ante las muestras de independencia de ciertos países de nuestro continente. También me dio risa: lo que Juan Carlos no debió soportar fue el tono machacón, monótono y militarote de Chávez, y reventó.
Oso de Chávez por andar de demagogo, oso de Juan Carlos por no soportarlo --yo tampoco lo hubiera soportado, pero no soy rey-- y oso de La jornada por su editorial.
Ayer precisamente hablábamos con varios compañeros de La Casa acerca de la autoridad moral que agarró Juan Carlos como "el rey de todos" cuando el asunto de Tejero, en 1978. Parecía que Juan Carlos sería un rey más bien de imagen, débil e innecesario, pero mostró que sería más bien un excelente sostén de la España posfranquista cuando se fue a meter a la Moncloa y a ordenarle a Tejero que se rindiera. Y hacía fata pantalones para eso: el hombre se había tomado la Moncloa con el presidente de gobierno, ministros y medio mundo, armado, y amenazaba con cosas bien feas. Tejero esperaba el aval del rey, y no lo obtuvo, sino más bien la orden de entregarse --cosa que hizo-- para un juicio militar.
La monarquía, así sea formal, me da urticaria, y a veces admiro a Cromwell; pero Juan Carlos siempre me ha caído bien. Creo que, en efecto, ha sido el eje de una transición larga, azarosa y siempre complicada. Y admiro su capacidad de gobernar para todos. Nomás que Chávez le colmó el plato...
Supongo que el hecho de que Chávez "colme el plato" a más de uno será motivo de orgullo para varios, y más que varios. Yo la lógica de la demagogia y del comportamiento lumpen en un presidente no lo veo muy bien. Pero, insisto, ése es mi problema y de nadie más.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, como este es un sitio democratico, gritare a todo pulmon :

QUE VIVA EL FMLN!

QUE VIVA !

TODOS A VOTAR POR EL FMLN!

(A VER SI LO PUBLICAN!)

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Éste no es un espacio democrático: es mi blog. Aquí yo decido lo que va, lo que no va y cómo. Y lo ejerzo.
La democracia significa, entre mchos otros, el derecho y la obligación de tener un nombre, y usarlo. Si no, los gritos no llegan muy lejos, menos aún los susurros, como éste. No se puede gritar a todo pulmón en un blog entre millones en internet y esperar que lo tomen a uno en serio.
Si el anonimato te hace feliz, bien por ti. Si escribir en mayúsculas también, me alegro de haber ayudado a mejorar tu día. Si quieres hablar en serio, usa tus derechos y tus obligaciones. Pero cómo pedir tanto, ¿verdad?
(Si quieres podemos poner algo de música ecuatoriana también. O de Singapur.)

El-Visitador dijo...

Un buen artículo.

De hecho, me gustan muchos de los tuyos, pero no te doy las gracias todos los días por publicarlos, por no cansar.