14 de julio de 2005

No, no es una paradoja

Hay una observación que todo el mundo debió hacer unos dos mil años atrás, pero que a pocos les gusta: el fundador de la iglesia de Cristo fue el mismo que lo negó tres veces antes de que cantara cierto gallo.
Creyentes y ateos coinciden y responden: "Pero después se arrepintió." Y ésa es una de las maravillas del catolicismo: basta con arrepentirse para ser salvo, así uno sea responsable de Auschwitz o de algún escuadrón de la muerte especialmente enfermo. Hay una tranca: el arrepentimiento debe ser verdadero. Y, sí, todo arrepentimiento es verdadero cuando uno tiene miedo, por ejemplo a la muerte que se acerca o a las presuntas consecuencias de la muerte, llamémoslas infierno, vacío o lo que sea.
Es decir que Pedro fue un excelente fundador de la iglesia de Cristo: lo negó, pero se arrepintió, y fue salvo. ¿Quién mejor que un pecador para llevar el mensaje del que enseñó que se perdonara a los pecadores? (Así de viejos son los tecnicismos legales, que valen incluso para la ley de Dios.)
Lo que no deja de parecer sospechoso es que, a diferencia de sus compañeros apóstoles, Pedro no muriera en medio de terribles torturas y predicando, sino en cama y de viejo. Imagino que su integridad física (que cuidó desde la negación de Cristo) fue parte de un sacrificio aún más grande: no acceder al martirio, el ideal que su propia iglesia estableció... para los demás.
Quizá por eso se le nombró santo, y quizá por eso sea el encargado de cuidar de las puertas del Cielo: el supremo selector de las almas, ni más ni menos.
(Es decir: tengo gripe y la nariz absolutamente tapada. ¿En qué otra cosa puede uno cuando anda en ésas?)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Rafael: Pedro fue ejecutado. Murió en la cruz, y pidió que lo colocaran de cabeza, porque dijo que no era digno de morir de la misma manera que su maestro. Puedes revisar este lugar: http://www.enciclopediacatolica.com/p/pedroapost.htm#4