9 de julio de 2007

Grecia, Cultura y columna

(Lo lamento. Regreso a mi miscelánea de los lunes. Es más fuerte que yo.)


Apareció en La Casa del Escritor hace como tres meses, con un cuaderno pequeño y un lápiz. Dijo dos frases: "Quiero ser escritora. Quiero escribir novela." Aparenta doce o trece años, pero tiene quince, recién cumplidos en aquel momento. Se llama Grecia Gabriela Jorge. (No le gusta su apellido: en la escuela, a la hora de pasar lista, le dicen "Jorge", y sólo a veces "Jorge, Grecia Gabriela".)
Ya he trabajado con poetas de esas edades: Nathaly Castillo, con quince; Gerardo Chávez, con catorce, y otros con un poco más, como Herberth Cea y Alberto Quiñónez, quienes llegaron a La Casa a sus diecisiete, y a sus diecinueve actuales están terminando unos poemarios francamente buenos.
Por algún motivo, a los más jóvenes se les da con mucha facilidad eso de hacer poesía, talento y trabajo de por medio. En pocas semanas están haciendo cosas complejas y sorprendentes, y el tiempo y la práctica van depurando los poemas. En principio, el material de la poesía es la visión personal de las cosas, debidamente procesada, basada en la relación que se haga entre elementos disímiles. Y otras cosas, qué sé yo cuáles. La distancia entre el poema y su creador no es muy larga, y el tiempo (la edad) servirá para ir dándoles madurez a los textos; con un poco de técnica, siempre habrá cosas que expresar, y allí están los ejemplos para demostrarlo.
La novela es un animal más complejo y, sobre todo, más difícil de amansar. (Me consta. Escribí la primera a los 17; apenas funcionó la que escribí cuatro o cinco años después.) No son algunos elementos los que se manejan, sino literalmente cientos, a veces miles: cada frase, cada movimiento de un personaje, cada frase, debe ser coherente con todo lo demás. Se requiere de mucho orden mental, más ingeniería que escultura, más resistencia de materiales que... uh... inspiración, si eso existe.
Se lo advertí a Grecia y me dijo que la poesía no se le daba ni le interesaba, que quería escribir novela. Y empezamos por armar los personajes, las situaciones, historias familiares, todo el show. Y aprende con una rapidez sorprendente: aunque apenas ha escrito el segundo capítulo, ya tiene armado, detalle por detalle, lo que pasará en los primeros cuatro. Ahora estamos trabajando en la artesanía; ella se encarga de lo demás, o sea de armar el relato.
No sé si alguien tan joven pueda escribir una novela-novela, o sea lo que entendemos como novela. Sé, porque lo estoy viendo, que antes de fin de año tendremos un primer borrador de algo, y allí nos enteraremos. Lo digo porque Grecia es de una disciplina mental férrea, y porque sólo ha faltado una vez a las sesiones de los viernes: hubo un aguacero terrible, y por algo la comunidad en la que vive se llama El Barrial, a cosa de un kilómetro a un lado del Parque Balboa, y no hay transporte público que la saque de allí.
Su hermano menor espera con paciencia el par de horas, o más, en los que trabajamos. Ella después tiene que "pagar" la espera: lo lleva al Parque Balboa a hacer suertes con la bicicleta junto con varios amigos, y aprovecha lo que queda de luz para escribir un rato más.
Uno de los cambios más importantes fue que escribiera en un cuaderno grande y con lapicero. Se pasaba la vida borrando y volviendo a escribir. Le dije que los cuadernos son para destrozarse, y que los tachones, las marcas, las anotaciones al margen, son parte del proceso de escritura. Su cuaderno ahora es como deben ser los cuadernos de un escritor, o sea incomprensibles, con rayas, tachones y trozos de la página anterior en medio de la que está llenando. Los de la escuela siguen siendo limpios y de un orden casi obsesivo. Cada cosa en su lugar.
Hay otra compañera que ha estado llegando los últimos viernes a la misma hora, Leticia, también quiere escribir novela y lo está haciendo. Tiene 14 años. Creo que mies esquemas mentales empiezan a romperse, y de todo corazón espero que terminen destrozados.

* * *

Por allí de 1991 encontré, en el tiradero de los libros usados de la Librería Británica de Serapio Rendón, en el Distrito Federal, una pequeña joya: un debate acerca del socialismo entre George Bernard Shaw y G. K. Chesterton, ocurrido en 1928. Una delicia.
Chesterton hizo la invitación al debate, como parte de una campaña en favor de un movimiento creado por él llamado Liga Distribucionista; Shaw, por su parte, era un socialista de línea más bien cercana al anarquismo, y era miembro de la respetable Sociedad Fabiana.
En el debate, Shaw usa su humor y su inteligencia de navaja de afeitar en contra de Chesterton, y me parece que éste sale muy mal parado, y además se enoja e insulta al maestro, de quien escribió una excelente biografía.
Traduje el texto y en 1997 se publicó en la colección El Pez en el Agua, de la Universidad Autónoma Metropolitana, en un tiraje pequeño, de unos 500 ejemplares, que voló en pocas semanas. Lo interesante es que hasta ese momento había más ejemplares publicados en español que en inglés: la edición original fue de unos 100 ejemplares, y el facsímil de 1970 fue de 300. La traducción volvió a publicarse en el número 65 de la excelente revista española Archipiélago, y ahora aparece en el número 95 de la revista salvadoreña Cultura, que comenzó a circular la semana pasada. De verdad que vale la pena leer el texto: dos escritores de primera línea (uno de ellos con un Nobel) discutiendo acerca de sus ideas políticas, y usando para ello recursos literarios, valen el viaje a la Dirección de Publicaciones e Impresos, y los cuatro dólares que cuesta. (La DPI queda a un par de cuadras del Parque Bolívar, frente a la iglesia del Perpetuo Socorro.)


Y de paso hay otras cosas que valen la pena de leer. Por ejemplo, las primeras obras publicadas de tres compañeros de La Casa del Escritor: Retratos, de Nancy Gutiérrez, una micronovela; D'Todo hay en el D'Ríos, una extrañísima pieza de teatro de Yuleana Juárez, y cuatro o cinco poemas de Mario Zetino. Hay también varios poemas de Jorge Galán, del libro Breve historia del alba, que hace unos meses ganó el premio Adonais en España, y un par de cuentos míos: "Fade-out", antologado ya varias veces en varios idiomas, y "Una voz profunda como todos los mares", una especie de pequeña novela negra con ángeles y demonios --o ambos-- publicado en México hace unos ocho o nueve años.
Hay mucho más, y de más gente, y hasta viene un disco de Roberto Armijo, en la voz de él mismo. Pero me da mucho orgullo publicar junto a compañeros de La Casa. Es la tercera vez; antes me tocó con Teresa Andrade, también en Cultura; antes con Gerardo Chávez, en la Revista de la Universidad, de la USAC, en Guatemala, y otra con Krisma, en México, en Castálida. En fin.

* * *

A la hora de escribir este post aún no han puesto la nueva edición de Centroamérica 21, ni es el caso: apenas pasa de la medianoche del domingo. Pero estoy cansado, así que no espero para comentar noticias (lo haré después), y pongo mi columna semanal. Allí va:

¿Se buscan candidatos?
Rafael Menjívar Ochoa

La campaña para las elecciones presidenciales comenzó con una anticipación de más de dos años, digan lo que digan las leyes y los partidos políticos. La mecánica tiende a ser la misma que en 2004 –la polarización ARENA–FMLN–, pero hay variables que hacen que este proceso prematuro tenga características especiales.
La principal –ya se ha dicho– es el natural desgaste de ARENA como partido en el poder durante ya cuatro periodos (veinte años para la fecha de las elecciones). Este desgaste hacía que la posibilidad de un relevo en el poder se viera como una posibilidad en los comicios anteriores. Pocos dudaban de que el entonces alcalde de San Salvador, Héctor Silva, tuviera posibilidades de ser electo si se presentaba por el FMLN y, según diversas fuentes políticas, la propia derecha estaba preparándose para una batalla que podía perder.
Silva jugó a una previsible moderación al ofrecer su mediación entre sindicalistas del Seguro Social y el gobierno, enfrentados en posiciones que no parecían conciliables, y no era el caso: el conflicto era, además de los temas reivindicativos, parte de la presión de la izquierda en esa otra precampaña electoral. El FMLN forzó la salida de Silva, descartando a su candidato más viable, y disparó baterías para que no quedara mucho de él.
No quedó mucho, y no ayudaron la falta de determinación de Silva en la campaña ni la alianza de CDU con la Democracia Cristiana; el radical descenso en la votación fue elocuente.
Otras dos candidaturas se descartaron: la del periodista Mauricio Funes y la del alcalde de Santa Tecla, Óscar Ortiz. Funes se retiró cuando vio lo que se movía cerca de la superficie: ante la posibilidad de triunfo, Schafik Hándal quería ser –y fue– candidato del FMLN. Ortiz dio una lucha institucional que terminó en nuevas divisiones de la izquierda, aún no resueltas.
Ahora Funes está en el primer lugar en la lista de posibles candidatos del FMLN, con ciertas esperanzas de triunfo. Pero los principales sabotajes han llegado desde la izquierda, de parte de quienes consideran que no es justo que un candidato externo se lleve el premio mayor. La campaña de Salvador Arias por la candidatura, de una agresividad inusual, fue detenida por el FMLN, y los detractores de Funes han relegado la pugna al ámbito interno y al momento adecuado, o eso parece.
Una dudosa fórmula de “equilibrio” sería la candidatura a la vicepresidencia de Salvador Sánchez Cerén, quien seguramente recibiría un tratamiento similar a la “campaña de miedo” que se montó contra Hándal, y que neutralizaría el eventual acierto de proponer a Funes.
Habrá que ver, también, si cambia el modo reactivo de hacer política del FMLN, basado en ataques a ARENA, sin propuestas viables y propias. Una campaña “negativa” de la izquierda es paradójica, porque podría basarse en lo que ha logrado en las decenas de alcaldías que controla; sin embargo, otra fuente de divisiones está en las pugnas entre la cúpula del FMLN y los alcaldes, y hablar de tales logros sería reconocerles poder a adversarios potenciales o reales, así proporcionen buena parte del “voto duro”.
Lo interesante es que hasta ahora parece poco trascendente quién será el candidato de la derecha, y que más bien será la fórmula del FMLN la que determine el curso de los acontecimientos. La decisión no es banal, como no lo fue en 2004, cuando la cercanía del triunfo se convirtió en una derrota apabullante. Ese mismo aspecto muestra también un problema estructural de la izquierda: mucho de su futuro depende de los candidatos de una fórmula, de sólo dos personas, no de toda una organización.
Se dijo antes que parece poco trascendente quién será el candidato de la derecha, y no lo es. Para 2004, ante la figura agresiva y patriarcal de Hándal, ARENA escogió la del joven Elías Antonio Saca de entre políticos de mayor experiencia y trayectoria. Quizá fue un gran acierto de la derecha: salirse de una contienda frontal entre “iguales” y contraponer una figura “no quemada” (aunque paralelamente se jugara a la carta del miedo), con un discurso personal inusualmente moderado, que el ejercicio del poder y las campañas electorales han ido endureciendo.
La iniciativa parece estar en la izquierda. Si la pierde, es bastante probable un quinto mandato de ARENA, y un desgaste aún mayor del FMLN.

3 comentarios:

Nancy dijo...

Saludos..
Ah la novela en verdad es un mundo complejo pero fascinante..
Gracias.

Anónimo dijo...

Estoy leyendo el tomo IV de las obras completas de Gilbert Keith Chesterton, y me ha gustado la estructura de sus biografías. Leeré con curiosidad la polémica a la que remites.

Aldebarán dijo...

De vez en cuando, es bueno dejarse llevar por las debilidades.

Con respecto a tu artículo en CA21, se me ocurre que tal vez el FMLN usará la misma táctica de la derecha: vender a sus candidatos como productos de consumo, donde no importa el Plan de Gobierno, los debates o poner otro bloque en la construcción faraónica de la pirámide de la democracia. Por el contrario, importa mostrar una imagen más que un contenido.

¿Quiénes son los destinatarios de esta campaña? No sólo sus posibles electores, sino también sus propios militantes.