22 de octubre de 2007

Cuadernos


Los cuadernos escolares caligráficos franceses siempre me han gustado para escribir novelas. Los años marchitos lo escribí en uno de ellos, moradito, que por allí debe andar, guardado en alguna caja con manuscritos. También en uno de ésos empecé lo que sería el Breve recuento de todas las cosas, por allá de 1989. El papel es grueso, satinado, las rayas tienen buen tamaño si uno las agarra de dos en dos y los márgenes dan chance de hacer anotaciones. Con una buena pluma fuente, las cosas se escriben solitas.
Compré varios en Toulouse (una veintena, quizá, libretas incluidas), y hay unos que me guardaré para mí. Tienen 48 páginas (24 hojas), buenas para una novela corta o para un relato largo, con la posibilidad de usar otro si se acaba el primero.
En uno rojito venía una novela negra con serios matices de ciencia ficción, que me puse a escribir. Ya veremos en qué para. Nunca había escrito algo así. O sea que me gustan los cuadernos con personalidad, exigencias, gustos propios y hasta con cambios de estilo.

3 comentarios:

Ricardo Hernández Pereira dijo...

Madres!!! pareciera que escribes en sáncrito!

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Copto clásico. Oriental, desde luego; del otro hay giros que no entiendo, como ya he dicho.

Naaa.
Español puro y duro, nomás que... ¿cómo diré? Con estilo. Ejem.
Deberías ver cómo me sale la letra en compu...

Edwin Arévalo dijo...

Son bonitos los cuadernos franceses, tengo años que no los uso, aunque ultimadamente estoy escribiendo en libretas de diario. Mas que sáncrito, parece que escribes como Da Vinci.