18 de octubre de 2007

Pato confitado, comida china y tarde de plática en el Museo Rodin

Por fin, desde que llegué a Francia, logré dormir más de algunas horas, y de hecho fueron como once. Terminar con mi programa fue un buen somnífero. Me tocó firma de libros y, como queda asentado en el post anterior, después nos fuimos con Alain, Thierry, Carlos Ábrego y el librero a cenar. Pato confitado, en mi caso.
Carlos llegó a las 10 de la mañana como habíamos quedado, pero ni siquiera escuché cuando llamó, y tampoco a Thierry. Quien me despertó, poco después de las 11, fue la señora de la limpieza, que exigía saber a qué horas la dejaría cumplir con lo suyo.
Se burlaron un poco cuando les dije que quería almorzar una simple comida china pero, ya entrados en gastos, comieron tanto o más que yo.


Había quedado de almorzar con la antropóloga venezolana Elizabeth Burgos, autora de Mi nombre es Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, a quien conozco desde hace algunos años, pero la levantada tarde arruinó los planes. La llamé para disculparme y quedamos de vernos a las tres, en su casa, con Carlos Ábrego como mi guía.
Hace unos años Burgos me dio algunos tips muy buenos para la escritura de un libro de historia reciente de El Salvador que publicaré pronto. (Nada que ver con Tiempos de locura.) Alain Mala le ha estado enviando religiosamente los libros míos y hemos mantenido contacto con respecto a diferentes temas y fenómenos de América Latina.
Fuimos pues a verla, y de allí al café de los jardines del Museo Rodin. Un euro la entrada. Entrar en el museo-museo cuesta seis euros, y la verdad estaba más por la plática que por Rodin.


Creí que el cansancio me haría que nos retiráramos pronto, pero pasaron cuatro horas como si nada. Burgos tiene puntos de vista siempre provocadores, siempre originales, y siempre interesantes de oír y discutir.


Me dejó reproducir una foto tomada en el Hotel Habana, en 1970, que comparto con ustedes. Elizabeth Burgos y su entonces esposo, Régis Debray, fueron grandes amigos de Roque Dalton.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A Causa de la huelga que imperaba en los trenes ese día me perdí este encuentro con la doctora Burgos. Pero ver la foto con su comentario me trae a la mente otras cosas, y en particular ésta: ¿cómo no respetar a Roque Dalton?

Anónimo dijo...

La otra pregunta es, por supuesto ¿por qué a los escritores salvadoreños les gustan esas camisas tan raras?