31 de octubre de 2007

¡Extra, extra! ¡Manlio Argueta escribe a su casa en Vaio verde! ¡Extra!

Pues si, Manlio llegó ayer a LA y necesitaba internet. Y hay imternet; lo que no trajo fue compu. Así que, como buen discípulo, le presté mi Vaio, que por cierto:
1. Es verde.
2. Nunca había aparecido fotografiada aquí.

Allí tienen, pues.
El día estuvo tranquilo. Fuimos a conocer la Librería Azteca, donde será la feria del libro, a hablar con la dueña, y los "no escritores" a negociar términos para futuras importaciones de libros, condiciones de venta y qué sé yo.
Toda la familia estaba pintando obsesivamente todo lo que hubiera dentro y fuera de la librería; hoy es allí la conferencia de prensa, con Telemundo y Univisión presentes, y hay que estar guapos.

* * *

Estar en el barrio coreano es casi estar en Corea. Todo está escrito en coreano, la gente habla en coreano y lo mira a uno con ojos de coreano y como no coreano. Desde luego que quienes limpian el hotel en el que estamos --dos chavas muy amables-- son de Guatemala y El Salvador, esta última concretamente de Morazán. Igual los que recogen la basura y atienden en el McDonalds de al lado.
Allí, en el McD, pasa algo interesante: las mesas de afuera son territorio en disputa entre coreanos viejos y salvadoreños y guatemaltecos.
Desde las 5 de la mañana, cuando abren, las sillas y mesas externas del McD empiezan a llenarse de gente. Del lado más cercano a la calle se sientan coreanos viejos, especialmente los que fuman, y empiezan a platicar a voces. Ayer se me ocurrió ponerme a escribir alli, en ese lado, y tuve al montón de viejitos rodeándome no con hostilidad directa, sino moviéndose a mi alrededor, sentándose en la silla de enfrente de mi propia mesa y dándome la espalda, no sé. Yo estaba tan clavado en lo mío que no me importó, pero vi un par de miradas de triunfo cuando me retiré.
En las mesas más cercanas al edificio del McD se ponen los "latinos", o al menos de las nacionalidades que ya dije. No sé de qué hablan los coreanos, pero debe ser de algo muy parecido: de cuándo llegaron a EU, de la hermana que quiere regresarse a su país, de los hijos que nacieron "aquí", de los que nacieron "allá", de dónde comprar una buena alarma... Eso sí, por las tardes los coreanos tienen primacía: hacen torneos de un juego suyo que parece Go, pero con fichas de diferentes tamaños. Los latinos quedan reducidos a un par de mesas, o a estar de pie.
En el hotel donde estoy los coreanos y los latinos tienen sus papeles claros, y no hay disputa: unos atienden a los clientes, administran o son los dueños; los otros limpian. Y así en el resto del barrio.
Por cierto, nunca creí que un switch para encender la luz pudiera tener tanto misterio para mí o necesitar de un manual, y menos aún en coreano:


Y, desde luego, lo que está frente a nuestro hotel, y que a mí me hace pasar horas sentado y leyendo esa única palabra, embobado:

Sí, ya fui y compré algunas cosas para llevar a casa, especialmente de comer. ¿Será porque Ralphs --¡loado sea su nombre!-- sólo tiene cosas de comer? Igual venden celulares, y cigarros a $5.75 la cajetilla. (En el aeropuerto compré tres paquetes de Lucky Strike por $36, o sea a $1.20 la cajetilla. Qué terrible...)

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