13 de enero de 2007

Instrucciones para vivir sin piel, o el regreso a la traición



Instrucciones para vivir sin piel es quizá la única de mis novelas que ha surgido out of the blue, o sea de ninguna parte.
O casi de ninguna parte. Tuvo una motivación fulminante: un romance de tres o cuatro horas, en un congreso en Arizona, del que desde luego no hablaré. La impresión fue tanta que al día siguiente comencé a escribir la historia de "la Señora Tal y Tal", como se la menciona en el libro.
Escribí el primer borrador en tres semanas, de mayo a principios de junio de 1999, en un cuaderno chileno que había comprado en Costa Rica, muy cómodo y conveniente para viajar. Las primeras dos semanas escribí afuera de la casa de la familia Serpas en Flagstaff, concretamente de pie y apoyado en un comodísimo bote de basura de ésos que se usan en Estados Unidos. La señora Serpas se preocupaba y me ofrecía acomodarme un espacio dentro de la casa, donde hiciera menos frío, y creía que algo malo me pasaba. Pero no: de verdad que el bote de basura (convenientemente hermético y limpio) era comodísimo, y además no tenía que salir a la calle para fumar: ya estaba en la calle. La siguiente semana trabajé en casa de Karen y Don Schairer, en Sedona, a la orilla de un río de lo más bonito. Mientras, trabajamos con Karen en la traducción de Los héroes tienen sueño (sigue en busca de editor) y en la escritura de un libro llamado La visión del otro, sobre género testimonial. (Con los años hemos trabajado en muchas cosas juntos. Don ha dado unos excelentes talleres de acuarela para La Casa del Escritor y, junto con Karen, armaron un proyecto llamado Archivo de Historia Social, que allí está esperando su momento. Ya hablaré de él alguna vez. Sé algo: es importantísimo para la recuperación de muchas cosas de nuestra memoria histórica.)
Terminé el primer borrador y no quedó muy bien; las historias de amor nunca fueron mi fuerte, y menos si se trata de un romance de tres o cuatro horas, con todo lo intenso que hubiera sido. Así que me puse a pensar en cómo tratar el material en bruto para que saliera algo un poco menos... uh... bruto.
Lo primero fue armar al personaje principal, que en el original era aburridísimo, quizá porque se parecía demasiado a mí. Y llegaron dos ideas.
Para ese momento estaba trabajando la primera parte de Breve recuento de todas las cosas, con una estructura de lenguaje complejísima. La idea era que el primer capítulo tuviera sólo tres párrafos: el primero y el último de una línea; el segundo, de cincuenta cuartillas. En algún momento lo logré, por allí de 2000 o 2001, y en 2004 decidí cortarlo en párrafos de extensión aceptable. Pero para ese entonces estaba el reto: ¿cómo hacer un solo párrafo, con frases de dos o tres cuartillas, sin que resultara ilegible, aburrido y sin llenarlo de paja? El "reto" me había llegado después de leer Memorial del convento, de José Saramago. No es que él use así el lenguaje ni los párrafos ni las frases, pero fue mi modelo. Y estaba sufriendo en serio.
Así que me puse a experimentar con un texto mucho más manejable, es decir Instrucciones para vivir sin piel, que se llamó así desde el momento inmediatamente anterior a escribir la primera línea. (Con lo que me cuesta poner títulos... Hay dos novelas que tienen títulos que me han regalado: uno mi hijo y otro Hugo Martínez Téllez. Gracias a ambos; me ahorraron años de búsqueda.) Ya entrados en experimentación, se me ocurrió escribir otra vez la Historia del traidor de Nunca Jamás, pero veinte años después, ahora con un traidor de verdad, y no sólo un traidor a la causa revolucionaria, sino --y especialmente-- a sí mismo.
Cuando hice el Traidor tenía muy pocos recursos técnicos; allí me inventé algunos. Casi veinte años después, tenía ya bastantes, y quise ver qué saldría de un experimento análogo. De paso, resolvía el problema del lenguaje para Breve recuento, contaba una historia de amor momentáneo y empezaba una nueva etapa; con Trece había terminado la primera etapa de mi producción, digamos el aprendizaje del oficio, y había que aplicar lo que había aprendido.
Terminé el segundo borrador aún en Arizona, pocos días antes de regresar a El Salvador, en agosto de 1999. (Llegué acá el día 22.) Durante 2000 hice una tercera versión: rellené, quité, cambié de lugar, todo el show. Terminé, pulí y le di una copia a Claudia Hernández y le mandé otra a Thierry Davo y... nos les gustó. No quiere decir que me sugirieran correcciones o que les aburriera o qué sé yo. La rechazaron de tajo, de inmediato y sin matices. Y, desde luego, les hice caso: si no sirve, no sirve, y a terminar el Breve recuento y a escribir un par de policiales. Toda novela experimental funciona o no funciona, y ése es el riesgo. Ésa había fallado, como algunas otras que se han quedado en el camino, y no me preocupó demasiado.
Lo interesante es que, con todo y que la novela está ambientada en Phoenix, el tema es "salvadoreño", si existe algo así: un ex comandante guerrillero que llega una vez al año al mismo hotel, el mismo día, la misma habitación, a esperar a la Señora Tal y Tal. Hay otra mujer que ya está muerta, que fue asesinada, y personajes bien sórdidos. Hay uno que me gusta en especial, un escuadronero, guardia nacional, de unos 19 años de edad. Él no descuartiza: "esculpe la carne"; es un artista de la carne. Bastante siniestro. Hay un personaje colectivo que fue bien difícil de armar (es precisamente el que habla aquí, en el fragmento que puse en mi otro blog; poco a poco se va poniendo más complejo).
Y de repente algo cambió: tanto a Claudia como a Thierry (que entonces no se conocían), de un día para otro, les gustó Instrucciones, y hasta me dijeron por qué. A mí, la verdad, siempre me había gustado, y me parecía que estaba bien, pero con las cosas experimentales uno no puede saber: no hay parámetros y uno debe confiar en el juicio de gente con buen juicio.
Ambos conocían todo lo que había escrito hasta ese momento, y me da la impresión de que esa novela se les salió bruscamente del paisaje... que era lo que yo andaba buscando: algo totalmente diferente a lo anterior. Creo que, más que la novela, me vieron a mí, y después se dieron cuenta de que el juego era otro, lo cual les agradezco.
Y tanto fue así que en 2002, cuando vino Thierry con Alain Mala para tratar la publicación de varios libros míos en Francia, la propuesta que traían, traducida y todo, era Instrucciones, con todo y que Thierry había traducido Terceras personas desde mucho antes.
Hay algo que lamento: la novela no está publicada en español. No he podido aún interpretar el ritual de agarrar un libro nuevo, sentarme a gusto y ponerme a leerlo como si fuera de alguien más; mi francés no da para eso. Algún día será.

4 comentarios:

Nancy dijo...

¿cómo hacer un solo párrafo, con frases de dos o tres cuartillas, sin que resultara ilegible, aburrido y sin llenarlo de paja...?
Retomo tus palabras,llevo ya tres semanas intentando esto, mi proceso va lento pero lo sufro y lo disfruto...
Un abrazo.

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Con muuuuucha paciencia.
En mi caso, el proceso no fue lineal (y creo que en el caso de nadie). recuerda las frases de cuatro o cinco cuartillas de García Márquez en El otoño del patriarca.
Como el personaje de Breve recuento se encuentra estático (ya fue, ya pasó todo, en ese momento simplemente está sentado viendo una pared verde), y como el texto no trata de lo que hizo y piensa sino de lo que pudo haber dicho y pensado (no se sabe quién es él), resulta muchísimo más fácil, je je. Es una descripción de lo que un narrador omnisciente ve y piensa cuando lo ve, y lo que piensa que el otro piensa, y lo que cree que está viendo. Divertisimo. Dos años para escribir el parrafito, que después tuve que dividir en párrafos pequeños porque de verdad era pesadísimo. (A mí me gustaba...) Nomás porque sí, voy a poner un pedacito en La mancha en la pared. Pérame.
Ya. Puse algunos fragmentos al azar de las cinco partes de la novela. Se pueden encontrar aquí.

Anónimo dijo...

Hey, Rafael, vuelvo a tu blog después de varias semanas o quizá meses de ausencia.

Leí Instructions pour vivre sans peau y me fascinó. Eso del nudo en la garganta estuvo heavy, brother. Una amiga mía anduvo en Francia y le pedí que me lo consiguiera. Lo leí en un fin de semana. Cada año leo una novela en francés – mi esfuerzo por preservar el idioma que pasé años estudiando. Es irónico que una novela originalmente escrita en español se tenga que leer en francés, pero vaya, si no hay de otra no hay de otra. Ah, y la traducción de Thierry Davo es exquisita. ¡Qué bien maneja el francés ese tipo!

En estos momentos estoy leyendo Tiempos de Locura , la segunda edición, que también no la puedo soltar. Oíme, la Comisión político-diplomática del FMLN-FDR así como Francia y México usaban el concepto de "fuerzas políticas representativas" y no de "fuerzas beligerantes" porque tal parece que en el derecho internacional lo de "fuerza beligerante" te ponía al nivel organizaciones como la OLP, el ANC y SWAPO, lo cual significaba que los países que te apoyaban te podían dar ayuda militar abiertamente y esas organizaciones hasta podían tener status de observadores en Naciones Unidas, con butaca, acceso diplomático a las reuniones de la ONU y a todo el rollo excepto al voto. Francia y México no se quisieron comprometer a tanto y por eso crearon la "nueva" categoría de "fuerzas políticas representativas" y se la adjudicaron al FMLN-FDR. Just an observation…

Tu blog es adictivo, brother, hay que cuidarse…

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Carlos: Gracias por volver, por leer los libros y por el dato; tienes razón. En términos prácticos el acuerdo reconocía beligerancia al FMLN, pero en términos diplomáticos es bien importante la diferencia.
Ahora ya va a salir la tercera edición de Tiempos de locura, y creo que habrá reedición de algunos otros libros que están agotados desde hace algunos años. Buena onda.