11 de enero de 2007

La elite

Generalmente la palabra "elite" trae adosado un significado negativo: el dominio de unos pocos sobre una mayoría. Y no sólo eso: la "elite" --cultural, en este caso-- es un artefacto cerrado e impermeable, tan insensible como ajeno a lo que ocurre fuera de su propia realidad. Ser "elitista" es tener una concepción bastante estrecha y torremarfilesca del arte, y --como muchos ismos, excepto cuando se aplican a uno mismo-- es más un insulto que una descripción.
En Notas para la definición de la cultura (1949), un ensayo bastante fuera de serie por su lucidez y sus alcances, T.S. Eliot se pasa un par de capítulos hablando de la elite cultural como un aspecto importante para cualquier sociedad. Para él, la elite no es un grupo cerrado, sino personas o grupos de personas que concentran y redistribuyen el conocimiento. Un factor importante es que cada clase o grupo social debe tener su elite, y que es sano que las elites interactúen y, en fin, cumplan con su papel. En su aspecto más básico, las elites funcionan a través de las familias, el mecanismo básico de transmisión del conocimiento; en sociedades más "avanzadas", con las especializaciones, las elites tienen a la dispersión, y sus mecanismos son mucho más complejos.
El problema comienza cuando una elite se convierte en un grupo de poder, no en un distribuidor de conocimiento, y cuando lo más importante es la clase a la que representa (en especial la dominante), no el conocimiento.
Para no hablar de más o de menos, transcribo un trozo de Notas para la definición de la cultura que traduje hace algunos años, con la idea de publicarlo alguna vez en El Salvador. De verdad que nos hace falta:


...Llego ahora a otro pasaje de la discusión del Dr. Mannheim que me parece cierto. Su integridad intelectual lo previene de disimular lo lúgubre de nuestra posición presente; pero tiene éxito, hasta donde puedo juzgar, cuando comunica a buena parte de sus lectores un sentimiento activo de esperanza, contagiándolos de su propia y apasionada fe en las posibilidades de la “planeación”. Aunque señala muy claramente:

No tenemos una idea muy clara de cómo la selección de las elites tendría lugar en una sociedad abierta de masas en la cual sólo importara el principio de los logros. Es posible que en una sociedad así la sucesión de las elites ocurriría muy rápidamente, y la continuidad social que es lo esencial se debe a la lenta y gradual expansión de la influencia de los grupos dominantes estaría ausente en ella.

Esto hace surgir un problema de la mayor importancia para la presente discusión, que no creo que el Dr. Mannheim haya tratado en detalle: el de la transmisión de la cultura.
Cuando nos involucramos con la historia de ciertas partes de la cultura, como la historia del arte, de la literatura o de la filosofía, aislamos de manera natural un tipo particular de fenómenos; sin embargo ha existido un movimiento que ha producido libros de interés y valor, que relaciona estos temas de un modo más cercano a una historia social general. Pero incluso estos recuentos son usualmente sólo la historia de un tipo de fenómenos interpretados a la luz de la historia de otro tipo de fenómenos y, como la que hace el Dr. Mannheim, tiende a tomar un punto de vista de la cultura más limitado que el que se adopta aquí. Lo que debemos considerar son los papeles que interpretan la elite y la clase en la transmisión de la cultura de una generación a la siguiente.
Debemos estar conscientes del peligro, mencionado en el capítulo anterior, que implica identificar la cultura con la suma de las diversas actividades culturales; y, si evitamos esta identificación, debemos también evitar identificar nuestra cultura de grupo con la suma de las actividades de las elites del Dr. Mannheim. El antropólogo podrá estudiar el sistema social, la economía, las artes y la religión de una tribu en particular, podrá estudiar incluso sus peculiaridades psicológicas, pero no es solamente observando en detalle todas estas manifestaciones, y juntándolas, que nos acercaremos a una comprensión de la cultura. Pues entender la cultura es comprender a la gente, y esto significa un entendimiento creativo. Tal entendimiento nunca podrá ser total: o es abstracto –y la esencia se escapa– o es vívido; y, en la medida en que se vive, el estudioso tenderá a identificarse tan completamente con la gente a la que estudia que perderá la perspectiva desde la cual era meritorio y posible estudiarla. El entendimiento implica una región más extensa de lo que uno puede ser consciente; uno no puede estar afuera y adentro al mismo tiempo. Lo que comúnmente queremos decir cuando hablamos del entendimiento con respecto a otra gente es, desde luego, una aproximación hacia el entendimiento, que cesa muy cerca del punto en el que el estudioso comienza a perder algo esencial de su propia cultura. La persona que, a manera de comprender el mundo interior de una tribu de caníbales, toma parte en las prácticas del canibalismo, ha ido talvez demasiado lejos: nunca podrá ser de nuevo lo que antes era.
He traído a colación este asunto, sin embargo, únicamente para apoyar mi argumento de que la cultura no es sólo la suma de diversas actividades, sino un modo de vida. Ahora el especialista de genio, que debe estar totalmente cualificado en el terreno de su logro vocacional para ser miembro de una de las elites del Dr. Mannheim, podría muy bien no ser una de las “personas cultas” representativas de la cultura de un grupo. Como ya dije antes, podrá ser sólo un muy valioso colaborador de ella. Pues la cultura de grupo, como se ha observado en el pasado, nunca ha comprendido a la clase, ni a la aristocracia ni a una clase media alta. Una gran cantidad de miembros de estas clases siempre han sido minuciosamente deficientes cuando se trata de “cultura”. Creo que, en el pasado, el repositorio de esta cultura ha sido la elite, la mayor parte de la cual fue extraída de la clase dominante de su tiempo, y constituyeron los consumidores primarios del trabajo del pensamiento y el arte producidos por los miembros de la minoría, quienes se habían originado en varias clases, incluida también esa clase. Las unidades de esa clase –algunas de ellas– serían individuos; otras serían familias. Pero los individuos de la clase dominante que componen el núcleo de la elite cultural no deben por lo tanto ser cortados de la clase a la que pertenecen, pues sin su pertenencia a esa clase no tendrían un papel que representar. Es su función, en relación con los productores, preservar y comunicar las medidas o las maneras que son elementos vitales en la cultura de grupo. Es la función de los miembros de las familias elevadas o no elevadas preservar la cultura de grupo, como es la función de los productores alterarla.
En una elite compuesta por individuos que encuentran su camino dentro de ella sólo para su preeminencia individual, las diferencias de fondo serían tan grandes que estarían unidos solamente por los intereses comunes, y separados a causa de todo lo demás. Una elite debe, por lo tanto, estar ligada a alguna clase, ya sea alta o baja; pero, en la medida en que aún existen clases, es de esperarse que ocurra que la clase dominante atraiga hacia sí a esta elite. Lo que ocurriría en una sociedad sin clases –que es mucho más difícil de entrever de lo que piensa la gente– nos lleva al terreno de las conjeturas. Hay, sin embargo, algunas posibilidades que me parece importante aventurar.
El canal primario de transmisión de la cultura es la familia: nadie puede escapar del todo del tipo –o pasar totalmente por encima– de la cultura que ha adquirido en su ambiente temprano. Ello no sugeriría que éste puede ser el único canal de transmisión: en una sociedad de alguna complejidad se complementa y continúa mediante otros conductos de la tradición. Es así incluso en sociedades relativamente primitivas. En comunidades más civilizadas, en las que no todos los hijos podrían seguir la ocupación del padre, el aprendiz (al menos de manera ideal) no sirve únicamente a su maestro, y no sólo aprende de él como uno aprendería en una escuela técnica: el aprendiz se ve asimilado por un modo de vida que va de acuerdo con ese particular negocio u oficio; y talvez el secreto perdido del oficio es éste: que no sólo es una simple habilidad la que se transmite, sino todo un modo de vida. La cultura –distinguible del conocimiento de la cultura– era transmitida por las antiguas universidades: ha habido jóvenes que han aprovechado lo que no han aprovechado estudiantes sin provecho, que no han adquirido el gusto por el aprendizaje o por la arquitectura gótica o por el ritual y la forma en las escuelas. Supongo que algo similar se transmite en las sociedades de tipo masónico; pues la iniciación es una introducción a un modo de ida, de viabilidad sin embargo restringida, recibida del pasado y que será perpetuada en el futuro. Pero, con mucho, el canal de transmisión más importante recuerda a la familia; y cuando la vida familiar fracasa al interpretar su papel, debemos esperar que la cultura se deteriore. [...] Pero cuando hablo de la familia tengo en mente un vínculo que abarca un periodo de tiempo mucho más largo: el respeto hacia los muertos, no importa qué tan antiguos sean, y una cierta solicitud hacia los nonatos, no importa qué tan remotos. A menos que esta reverencia por el pasado y el futuro sea cultivada en el hogar, nunca podrá ser más que una convención retórica en la comunidad. Tal interés en el pasado es diferente de las vanidades y pretensiones de la genealogía; tal responsabilidad por el futuro es diferente de la del constructor de programas sociales.
Debo decir que en una sociedad vigorosa habrá tantas clases como elites, con algunos traslapes y una constante interacción. Una elite, si se trata de la elite gobernante, y en tanto el impulso natural de legar a los descendientes propios tanto el poder y el prestigio no sea un impedimento artificial, tenderá a establecerse como clase: es esta metamorfosis, creo, la que lleva a lo que me parece un descuido por parte del Dr. Mannheim. Pero una elite que se transforma de esta manera tiende a perder sus funciones de elite, pues las cualidades mediante las cuales los miembros originales ganaron su posición no serán transmitidas, todas, de igual modo a sus descendientes. Por otra parte, tenemos que considerar cuáles fueron las consecuencias cuando la conversión tuvo lugar, y tendremos allí una sociedad en la cual las funciones de clase fueron asumidas por una elite. [...]
La situación de una sociedad sin clases, dominada exclusivamente por elites es, aventuro, algo de lo que no tenemos evidencia demostrable. Por dicha sociedad, supongo, debemos designar a aquélla en la cual cada individuo comienza sin ventajas o desventajas, y en la que, mediante algún mecanismo establecido por los mejores diseñadores de tales maquinarias, cada quién encontrará su camino –o será dirigido– hacia aquel estado de vida que esté capacitado para ocupar mejor, y cada posición estará ocupada por el mejor hombre o mujer, el mejor capacitado para ella. Desde luego, ni siquiera el más optimista esperaría que el sistema funcionara tan bien: si parece acercarse a la colocación de la gente adecuada en los lugares adecuados en una proporción mayor que cualquier sistema anterior, deberemos darnos por satisfechos. Cuando digo “dominado”, y no “gobernado”, por elites, quiero decir que tal sociedad no debe contentarse con ser gobernada por la gente adecuada: debe ver que sus artistas y arquitectos más aptos escalen hasta la cima, tengan influencia sobre el gusto de la gente y ejecuten tareas públicas importantes; debe hacer lo mismo con las otras artes y con la ciencia; y, por encima de todo, talvez, debe lograr que las mentes más capaces encuentren su expresión en el pensamiento especulativo. El sistema no sólo debe hacer esto por una sociedad en una situación particular: debe continuar haciéndolo generación tras generación. Sería una locura negar que en una fase particular del desarrollo de un país, y para un propósito limitado, una elite podría hacer una muy buena labor. Podría, mediante la expulsión del anterior grupo gobernante, que en contraste debería ser una clase, salvar, reformar o revitalizar la vida nacional. Tales cosas han ocurrido. Pero tenemos muy poca evidencia acerca de la perpetuación de un gobierno de la elite, y la que tenemos es insatisfactoria. [...]
He hablado, en los párrafos precedentes, principalmente de la “clase gobernante” y de la “elite gobernante”. Pero debo recordar de nuevo al lector que, al tratar con la clase versus la elite, tratamos con la cultura total de un país, y que involucra bastante más que a un gobierno. Podemos crearnos, con alguna confianza, a una elite gobernante, como los republicanos romanos rindieron el poder a los dictadores, como lo hemos hecho nosotros con miras en un propósito definido durante una crisis... Y una crisis puede durar largo tiempo. Este propósito limitado también hace posible escoger a la elite, pues sabemos para qué estamos escogiéndola. Pero si buscamos una manera de seleccionar a la gente correcta para conformar cada elite con miras a un futuro indefinido, ¿mediante qué mecanismo debemos hacerlo? Si nuestro propósito es sólo poner a la mejor gente, en cada paso de la vida, en las más altas posiciones, carecemos de un criterio para saber quién es la mejor gente; o, si imponemos un criterio, tendrá un efecto opresivo sobre lo nuevo. El nuevo trabajo de genio en el arte, la ciencia o la filosofía con frecuencia se topa con oposición.
Lo que me preocupa por el momento es la pregunta acerca de si sólo con la educación podemos asegurar la transmisión de la cultura en una sociedad en la cual algunos educadores se muestran indiferentes a las diferencias de clase, y en la cual algunos otros desean, por otra parte, terminar con las diferencias de clase. Hay, en cualquier caso, el peligro de interpretar “educación” de manera que cubra demasiado o demasiado poco: demasiado poco cuando implica que la educación está limitada a lo que puede ser enseñado; demasiado cuando implica que todo lo que vale la pena de preservarse puede ser transmitido mediante la enseñanza. En la sociedad deseada por algunos reformistas, lo que la familia puede transmitir estará limitado al mínimo, especialmente si el niño está destinado a ser, como espera el Sr. H. C. Dent, manipulado por un sistema educativo unificado para funcionar “desde la cuna hasta la tumba”. Y a menos que el niño sea clasificado por los funcionarios que tendrán la tarea de clasificarlo, para que sea exactamente como su padre, será arrastrado a un diferente –no necesariamente mejor, porque todo será bueno por igual, sino diferente– ambiente escolar, y entiendo que a lo que la opinión oficial del momento considera “las directrices verdaderamente democráticas”. Las elites, en consecuencia, consistirán sólo en individuos cuyo único interés común será su interés profesional: sin cohesión social, sin continuidad social. Estarán unidos sólo por una parte –la parte más consciente– de sus personalidades; se reunirán en forma de comités. La parte más importante de su “cultura” será sólo lo que compartan con los demás individuos que conforman su nación.
En el caso de una sociedad con una estructura de clases, la afirmación de que ésta es, en cierto sentido, una sociedad “natural”, estaremos prejuiciados si permitimos que nos hipnoticen los dos términos contrastantes de aristocracia y democracia. Todo el problema se falsifica si usamos estos términos de manera antitética. Lo que he avanzado no es una “defensa de la aristocracia” (un énfasis sobre la importancia de un órgano de la sociedad). Más bien es un llamado en favor de una forma de sociedad en la cual una aristocracia tendría una función peculiar y esencial, tan peculiar y esencial como la función de cualquiera otra parte de la sociedad. Lo importante es una estructura de sociedad en la que haya, desde la “cima” hasta la “sima”, una gradación continua de niveles culturales. Es importante recordar que no debemos considerar los niveles altos como poseedores de más cultura que los bajos, sino como representantes de una cultura más consciente y una mayor especialización dentro de la cultura. Me inclino a creer que ninguna democracia verdadera puede mantenerse a menos que contenga estos tres diferentes niveles de cultura. Los niveles de cultura también pueden verse como niveles de poder, hasta el grado de que un pequeño grupo en el más alto nivel tendrá igual poder que un grupo más amplio en el nivel más bajo, por lo que puede argumentarse que una igualdad total significa una irresponsabilidad universal; y, en una sociedad como la que he concebido, cada individuo heredará más o menos responsabilidades hacia el bien común, de acuerdo con la posición que haya heredado en la sociedad. (Cada clase tendría responsabilidades relativamente distintas.) Una democracia en la que todas tengan una responsabilidad igual en todo sería opresiva para quienes estén conscientes, y licenciosa para el resto.
Hay otros terrenos desde los que una sociedad graduada puede defenderse; y espero, en general, que este ensayo sugiera líneas de pensamiento que yo mismo no exploraré; pero debo recordar constantemente al lector acerca de los límites de mi tema. Si estamos de acuerdo en que el vehículo primario para la transmisión de la cultura es la familia, y si estamos de acuerdo en que en una sociedad altamente civilizada deben existir diferentes niveles de cultura, resulta que para asegurar la transmisión de la cultura de estos diversos niveles deben existir grupos de familias que persistan, de generación en generación, cada una en el mismo estilo de vida.
Y de nuevo debo repetir que las “condiciones de cultura” que he planteado no necesariamente generan la más alta civilización; sólo establezco que, cuando están ausentes, es difícil encontrar el grado más elevado de la civilización.

3 comentarios:

René dijo...

upa hoy si te la fumaste Rafa, jeje ...en la primera leída me quedé en un 50 % :( lo de la transmisión de generación en generación, me recuerda al debate que hay también sobre si se hereda genéticamente el arte o las inclinaciones artísticas, no se si sea así pero en mi familia ´por parte de papá, por ej, sea casualidad o genética, aunque no somos unidos y estmos medio regados, casi todos tocan algún instrumento musical o tienen alguna relación con lo artístico, y ahora que lo recuerdo mi papá me contó hace tiempo que mi abuelo le escribía poemas a mi abuela, ya indagaré, todavía vive, en noviembre cumplió 93 años.

Unknown dijo...

Fijate que me gustó. Creo que las élites son casi como un mal necesario por la especialización que requieren varios segmentos del conocimiento, de la creación y la cultura. Pues obviamente estamos los economistas, gran élite y también poco dada a distribuir, y están(mos) los poetas, pero también hay físicos, informáticos (suspiro), paleontólogos, etc. Y es que si hay una experticia que los va elitizando, por decirlo así. Obviamente, a mí me gusta por ejemplo, la mecánica cuántica pero soy una pinche ignorante... y así. Me gustó este post-cito.

Anónimo dijo...

La reciprocidad de el grado de conciencia en la mutua aceptacion de las caracteristicas propias a ser ras
gos especiales pero comunes a un grupo, funciona dentro de las sociedades aun mas singulares,en meca
nismos de seleccion para la configuracion de elites,pero pregunto
Las elites como tal son dentro de la idea mas sencilla "un grupo selecto"
por variadas razones,con el advenimiento de un mosaico mas amplio de caracteristicas de nuestra sociedad las elites adecuan
el fenomeno artistitico (oceanos de tinta y hoy bits,sobre
la funcion real de lo que como cultura y arte nos "redistribuyen",se han escrito)
obviamente cada elite sera reproduc
tora y encaminara sus baterias a la
promocion de un arte acorde a su
permanencia.(acoto que la elite aun siendo su naturaleza la que fuera tratara de revalidar dentro de la sociedad,y formulara su razon de ser en virtud de ideonoidad,talento, educacion o el resultado del entorno,y herencia ,pues asi consevara sus prerrogativas,pues las
tienen sino que chiste que le digan,usted es de una clase "aparte" y se mate para estare ahi) Ahora bien la cultura en una actitud panoptica y absoluta,es dificil.
obviamente sera siempre parcial y de ahi que las elites se conforman bajo parametros muy subjetivos,para
considerar muchas veces la validez de un grupo en virtud de sus "habi
lidades"la sociedad es casi o regularmente ajena o demasiado pasiva a la elites, es asi que no alcanzan ese deseo de materializar los maximos ideales y el ciclo interminable de elites que no
lo son tanto,por eso de ahi la pregunta quien o porque existe esta elite y quien puede entrar,me parece que la instruccion,general-
mente ya esta determinado por las
conocidas normas de unas directrices encaminadas a la ausencia de una actitud mas critica y consciente,ya demasido obvio con la cultura de masas.Platon hablo en la repu
blica de los gobiernos y grados de enfermedad en sus diferentes estados y hablaba de esas elites gobernantes,creo que si es mas de ficcion el libro .retomando el planteamiento y redirigiendolo, como comunicador y reproductor de un sistema sera el artista una pieza o conformora una elite promo-
tora y generadora de un cambio?,ya
oigo "compromiso""realismo social"
pero aun mas alla esta la inquietud
del grado de involucramiento a la influencia mas alla de ser un elite puede comprometer a una interaccion mas amplia con la sociedad,creo
muchas veces que las ideas en esto de la funcion de la elite se
tienden a cruzar y muchas terminan en funcion de otras y se subordina al mas elemental principio: el de
supervivencia, lo grave es a costa de que o quien, trendan que sobrevivir las elites.

SAludos y Gracias