22 de octubre de 2007

Espejos para leerlos, María Poumier, El Traidor y la columna anterior

Envidio la capacidad de Thierry Davo de conservar libros, papeles, discos, todo bien clasificado y en estado excelente. Entre otras cosas, él tiene las versiones de todos mis libros, textos que yo ya había olvidado, cartas, trozos de papel. Y eso es sólo la parte que me corresponde de todo lo que tiene. Me metí a revisar sus discos y fue un viaje en el tiempo, de allá para acá, al ver su breve pero sustanciosa colección de discos latinoamericanos. Igual sus libros. En sus estanterías, en la sección salvadoreña, hay varios que ahora están olvidados o a los que no se les presta mucha atención, y que sin embargo son importantes y hasta fundamentales

Por ejemplo Espejos paralelos, de Hugo Lindo, un volumen de cuentos publicado por la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA) en 1974, agotado en poco tiempo, y que no se volvió a publicar. Thierry me dijo que lo halló en una venta de libros viejos en San José, y me lo prestó para que lo leyera y me lo trajera a El Salvador; quedé en devolvérselo cuando él viniera o cuando yo fuera de nuevo, y esas promesas se cumplen.
Aunque ha sido Álvaro Menen Desleal el cultor más sólido, divertido --también tiene sus ratos angustiantes-- y efectivo de la ciencia ficción en El Salvador, Hugo Lindo es sin duda el precursor: no se dedicó al género más que marginalmente, pero su primer relato fue publicado en 1947, según se hace constar en la contratapa. Y no lo hace nada mal.
No se trata de la ciencia ficción "dura", al estilo ruso, en el que cada relato es una teoría que plantea una visión diferente del universo; no es la ciencia ficción admonitoria y premonitoria que caracteriza a los estadounidenses, ni alcanza el lirismo o el terror psicológico de Bradbury o Lem. Es una ciencia ficción del hecho cotidiano: el devenir de la vida, el azar, los hechos fortuitos, se enmarcan en universos paralelos en los cuales las cosas ya son como son, o están a punto de serlo, y no hay modo de que los individuos y las sociedades puedan más que cumplir con su destino cósmico.
Hay sentido del humor, quizá un poco de ingenuidad en cuanto al tratamiento de algunos temas, pero no hay duda de que se trata de uno de los libros más importantes que ha generado la cuentística salvadoreña. Lo ideal sería reeditarlo, y ojalá la Dirección de Publicaciones e Impresos pudiera hacerlo.
Por cierto, otro de los grandes libros de cuentos, que también eventualmente es de ciencia ficción, no tiene una buena acogida, según me han contado con respecto a sus ventas: La ilustre familia androide, de Menen Desleal. ¡Es magnífico! Entre otros, trae uno de los cuentos más tiernos que me ha tocado leer, "Los vicios de papá", acerca de un robot adicto a la electricidad, al que le gusta el fútbol de los años cincuenta y sesenta del siglo XX.
Como sea, Espejos paralelos vale la pena de republicarse y de leerse, en vista de que es desconocido en el país, y quizá integrarlo a los planes de estudio. (¿Qué traen contra los subgéneros en los planes de estudio? Aunque soy injusto: una de mis novelas negras, Los años marchitos, está en los planes de bachillerato. Pero faltan Hugo Lindo --no, no el de los "otros" cuentos o el de Justicia, señor gobernador, sino éste Hugo Lindo, y el poeta, que es aun superior--, y a Álvaro sólo se lo ve marginalmente y a gusto de los maestros.)

* * *

En 1987 estaba a punto de publicarse Historia del traidor de Nunca Jamás en Francia. Era mi primera novela publicada, la primera traducida por Thierry Davo y la primera que iba a editar Alain Mala en su joven editorial, Cénomane. Era una aventura por donde quiera que se le viera y, bueno, los gastos eran serios para alguien que apenas empieza. (Un día de éstos me enviarán fotos de Cénomane. Es una maravilla ver cómo funciona Alain con lo poco que tiene, y cómo ha logrado crecer en un local tan, tan pequeño.)
Thierry tuvo una idea: ¿y si se pedía financiamiento del Centro Nacional de Letras? Nada se perdía: se presentaba una solicitud, una copia de la novela y los motivos por los que se pedía el financiamiento. Éste no llegaba a modo de subsidio, sino de una especie de premio ("presea" es la palabra adecuada) a la calidad de la obra y a su supuesta importancia para la literatura francesa, poca o mucha. Lo único que había a favor era que el traductor era francés, y quizá apoyar a una editorial que comenzaba. Y el único modo de presentar la novela era presentándola; nada de conectes, cosas por debajo del agua, etcétera. Todo by the book, muy a la francesa.
El resultado fue que El traidor ganó la presea, y eso permitió que se pagaran buenos derechos de autor, de traducción, etcétera. (No es que ahora sean malos; es que son... uh... relativos.)
Apenas hace dos semanas me enteré de que la académica francesa María Poumier había escrito el dictamen mediante el cual se aprobó el financiamiento. Poumier ha realizado, después de eso, varios trabajos concernientes a El Salvador: traducciones de Manlio Argueta y de David Escobar Galindo, la publicación de una antología bilingüe de poesía salvadoreña y ha participado en un par de festivales internacionales de poesía; en el VI, o sea el que acaba de pasar, lo hizo en calidad de poeta.
Thierry tenía desde luego la hoja con el dictamen, que reproduzco a continuación:


He visto un par de veces a María Poumier, y he platicado con ella durante algunos minutos. No sé si recordaba este dictamen, pero no lo mencionó; yo no lo sabía, porque nunca se me había ocurrido preguntar quién o quiénes habían dictaminado a favor. En todo caso, es elocuente lo que dice, y lo agradezco.
Después de conocer el documento, nos hemos reído bastante con Alain y Thierry acerca de los chismes que se armaron por aquí, y que continúan: que mi padre, como vivió en Francia durante dos años, movió sus contactos para que el libro se publicara; que había presionado --¿cómo?-- al Centro Nacional de Letras, que había pagado al editor...
En realidad, lo de la publicación de mis libros en Francia ha sido un asunto de tres locos que son buenos amigos, y que lo disfrutan. Hasta ahora, de los otros cuatro que se han publicado, tres han tenido el patrocinio del Centro Nacional del Libro --imagino que el CN de Letras creó una oficina ad-hoc--; con Trece al parecer hubo un problema de timing, o vaya a saber. A lo mejor no le gustó al dictaminador, que está en su soberano y sacrosanto derecho, porque la novela es rarísima.
Por de pronto ya está casi lista la publicación para el próximo año, mi primera colección de cuentos. No, no he publicado un libro de cuentos, sólo en revistas y antologías. Hay un texto que aún debo pulir un poco para integrarlo. Ya lo pondré por aquí cuando venga al caso.
Para 2009 hay un proyecto ambicioso, que ojalá se concrete. El asunto, para un editor pequeño, es siempre de liquidez, y es en lo que trabajará Alain mientras Thierry y yo hacemos lo nuestro. (Y más bien Thierry. Tendrá que traducir muuuchas cuartillas. Yo me pasé dieciséis o diecisiete años escribiéndolo, o sea que ya no duele.)

* * *

El texto que sigue me lo pidieron del Festival Belles Latinas, con sede en Lyon, para la revista Espaces Latinos. Sociétés et cultures de l'Amerique Latine. Lo envié como mi columna en Centroamérica 21 para el número de la semana pasada.
Creo que fui un poco brusco en lo que dije, pero había que decirlo. Fue recibido positivamente, debo reconocerlo. Alain sacó una cantidad ingente de fotocopias y las repartió en donde pudo. Le gustó mucho la definición de literatura que, sin saberlo ni quererlo, puse por allí.
La columna de esta semana en CA 21 trata acerca del relajo de candidaturas y las pocas posibilidades de alianzas que se ven hasta ahora. Quien quiera leerla, puede encontrarla aquí. Hoy no quiero hablar de política.

El otro soy yo
Rafael Menjívar Ochoa

Cuando los antropólogos visitan nuestras comunidades “indígenas”, en busca de lenguas, mitos y rituales, no buscan algo de sí mismos, sino un poco de paz de espíritu a través de las carencias de “el otro”. El alivio lo hallan en su conocimiento de cosas que aquél supuestamente ignora, sumido en determinismos que no es capaz de comprender.
Donde el “indígena” ve pobreza, el antropólogo ve tradición; donde el antropólogo ve tecnología cultural, el “indígena” ve la necesidad de mejores herramientas; donde el antropólogo ve un aparato de televisión, ve también la destrucción de un mundo de gran riqueza –es decir: estancado en el pasado– que quisiera encerrar en una botella, para preservarlo del tiempo.
Hay relaciones perversas. En México, los estudiosos han visitado durante décadas las mismas comunidades para investigar los mismos fenómenos (estructuras de mercado, relaciones de parentesco, vestimenta) y llegar todos a las mismas conclusiones. Los “indígenas” conservan sus “costumbres”, al gusto de los visitantes, y hacen de los antropólogos y del turismo “social” su medio de vida. “Los otros” se reconocen entre sí, y asumen el papel que les corresponde en un juego conveniente.
En la literatura latinoamericana, vista desde las academias extranjeras, ocurre algo similar. Se espera que los escritores actuemos el papel de “indígenas” de las letras y escribamos acerca de “nuestra realidad”: guerra, miseria, dictadores y cielos que se funden con los mares cuando los cangrejos flotan en el sopor de las dos de la tarde.
Hubo quienes lo hicieron porque era su apuesta: Salarrué, Asturias, Roa Bastos, Carpentier, García Márquez. Los críticos y académicos creyeron –o dictaron– que “eso” éramos nosotros, y para tener alguna valía debíamos entrar en un juego conveniente, fácil y ajeno. “Lo social” y “lo real maravilloso” se convirtieron en dogma, y muchos escritores entraron en el juego de ser “el otro” a cambio de validación.
El peor caso lo dictó la “academia posmoderna” de Estados Unidos. Armó un andamiaje teórico según el cual el testimonio de guerra, represión y heroísmo era nuestra verdadera literatura. Escribir una novela como cualquier novela, en un latinoamericano, era signo de aculturación. Básicamente, “el otro” debía transmitirle a alguien autorizado por “el centro” (es decir: un académico de un país desarrollado) sus experiencias; éste las escribiría a su conveniencia y “eso” sería nuestra literatura.
El juego de “nosotros” y “el otro” es un juego amañado, y reproduce relaciones de poder cargadas de una ideología que no reconoce a los humanos como simples humanos, sino que los estratifica a conveniencia. La literatura explora, siempre, a ese “otro” que nos preocupa, que está oculto, latente o activo, dentro de nosotros mismos.
“El otro” no está fuera: el otro soy yo. Siempre lo ha sido. Si no, escribir y vivir no tendría más sentido que jugar a un juego de ocultamientos, cuando la literatura es revelación, como la vida.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

depuis que vous êtes parti, je négocie avec mon silence....

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

¿Y por qué esperar a que me muera? Para entonces el silencio valdrá tanto como las palabras.

Unknown dijo...

Aplauso de pie y reventazón de cuetes de vara por este artículo.

keru/black dijo...

ya hay que salir de ese agujero creativo... alguien me dpuede decir que dice lo que esta arriba

Anónimo dijo...

A propos de vos récits:
L'intensité de votre écriture destabilise; au début, il n'y a pas de plaisir.
Cette écriture agit avec ingérence dans nos sentiments et créer un malaise.
"Une conscience trop clairvoyante est une véritable maladie".
Cette écriture éclaire les recoins terribles de notre âme , recoins que l'on préfère habituellement ignorer.
Je ne peux pas dire que j'aime cette écriture , à moins "qu'il y ait une certaine volupté dans le mal de dents".
Puis j'ingurgite le texte, le digère et soudain les mots glissent de ma bouche avec plaisir et j'éprouve une certaine volupté? à entrer dans l'intimité de votre écriture ou plutot à me laisser envahir par les mots d'un autre.
Et enfin, au détour d'une phrase, l'humour apparait ,insolite et se laisse savourer.
La, enfin, je peux dire que j'aime cette écriture.
Merci pour vos récits et votre présence .

Anónimo dijo...

pas de commentaire sur mon précédent message????

Jennifer dijo...

Alguien sabe el título y autor de un relato q escuche en una clase de literatura... se trataba de un adolescente q tenía amoríos con una prostituta ella lo ayudó a graduarse de abogado y el se caso con otra y no recuerdo más q ella lo volvió a ver en un juzgado pero no era el sino su hijo q se le parecía mucho por favor respondan si saben me encantaría leerlo de nuevo ya q eso fue hace tantos años me encanta la lectura salvadoreña.

Jennifer dijo...

Alguien sabe el título y autor de un relato q escuche en una clase de literatura... se trataba de un adolescente q tenía amoríos con una prostituta ella lo ayudó a graduarse de abogado y el se caso con otra y no recuerdo más q ella lo volvió a ver en un juzgado pero no era el sino su hijo q se le parecía mucho por favor respondan si saben me encantaría leerlo de nuevo ya q eso fue hace tantos años me encanta la lectura salvadoreña.