Presentación en Occitania
Toulouse es el centro del antiguo reino de Occitania, cuna de cátaros y albigenses, que en el siglo XIII se vio envuelta en una larga guerra contra los reinos e imperios de Europa, bajo la égida, el aval y la participación directa del Vaticano. El pretexto: su fe era herética. La realidad: un reino libre y rico a las faldas de los Pirineos, estratégicamente situado si uno quería hacer la guerra a los vecinos de los vecinos.
Pero la gente de Toulouse y alrededores no eran herejes: su religión no tenía nada que ver con el catolicismo; si no, quizá hubiera sido más fácil para todos: se ponen de acuerdo y listo. (Ajá. Como siempre ha sido fácil con el Vaticano...)
El que quiera saber de eso, que lea más de lo que yo he leído. Un poco viene en la novela El nombre de la rosa, de Umberto Eco. Lo interesante es que los cátaros eran un pueblo que se dedicaba con especial fervor a las artes, y de allí salió --al menos en parte-- uno de los fenómenos culturales que caracterizan a la Edad Media y el Renacimiento: la juglaría.
Los juglares --al menos los de Occitania-- se dedicaron a recorrer mundo cantando historias de guerra, religión y resistencia, disfrazadas a veces de canciones de amor. La amada era la tierra que sufría, el amante eran los guerreros que al final perderían la guerra y sufrirían las muertes tan enfermas propinadas por la iglesia católica --ahora sólo les da por la paidofilia; se hubieran quedado matando banqueros y papas buenos--, con la dignidad triste de los que no acaban de entender.
Ahora, cerca de 750 años después, me dicen que hay un movimiento creciente, espontáneo pero constante, de recuperar esa identidad perdida. Ya hay escuelas que enseñan no sólo el occitano, sino también en occitano, al menos algunas materias. Se está reconstruyendo la historia y, en fin, uno habla con gente local y se da cuenta del orgullo que sienten de ser lo que son, de tener la historia que tienen, así sea de derrota. Claro que debe existir la corriente contraria, pero por mí estuvo bien no encontrármela.
Hubo algo que me llamó la atención: hay gente de un montón de nacionalidades, colores y creencias. Me parece que hay una convivencia fluida, y me pareció que es normal lo que otros, con no poco de racismo, llaman "parejas mixtas". Vi a un montón de africanos del norte y de la parte negra haciendo, desde luego, el trabajo sucio que no hace nadie más. Pero, por lo que averigüé, en buena parte son estudiantes que arreglan calles, atienden hoteles, etcétera, en lo que se gradúan.
Detecté que hay dos puntos de confluencia importantes en la ciudad. El primero es una plaza ubicada en la zona turística de Toulouse, de la que no anoté el nombre y me da pereza buscarlo. El segundo es la plaza del Capitolium, que se ve en la foto anterior. Pasa de todo, según vi. Es el lugar por el que buena parte de los habitantes deben atravesar de camino a su trabajo o su escuela, y de allí pallá es donde se encuentra lo que necesitan, hacen y consumen los locales. (Pude decir "los indígenas" o "los nativos", pero no lo haré, lo prometo.)
Anoche di una vuelta por los portales que están frente al Capitolium y vi algo sensacional: una exposición de pintura... colocada en el techo, a falta de espacio en otra parte. Es una idea tan obvia y tan brillante... Creo que en El Salvador podría intentarse algo así.
Por la noche, la plaza se llena de jóvenes. Y el centro de reunión es... cómo decirlo... el McDonalds que está en la esquina. Como me puse malo de la panza, para regularizarme, comí allí un par de veces, como anoche.
Hubo algo que me divirtió: la ensalada que pedí. En lugar de llevar pollo, como cualquier ensalada César de una cadena de comida rápida, llevaba salmón. Y costaba lo mismo que la otra.
Lo menos trascendente pero para mí importante: ¡me compré unos zapatos! Son medio artesanales, nacidos para ser viejos --y cómodos-- y un poco caros si acaso existiera algo así en EL Salvador. Los negros que he usado casi durante tres años están aún bien, y estoy seguro de que durarán más que éstos. Pero el placer nadie me lo quita.
Y he hecho valer ese derecho al placer. (Doble rima cruzada en una frase cortita. Hasta Mario Zetino estaría contento.) Por algún motivo, o por muchos --piratería, internet, stocks antiguos de las compañías-- se puede encontrar discos ridículamente baratos, a unos tres euros, de alta calidad y marca irreprochable, nada de chabeleados. Así que compré varios discos:
1. Canciones españolas antiguas, según recopilación y música de Federico García Lorca.
2. L'Etranger leído por Albert Camus, grabado por Radio Nacional en 1952. Por éste sí pagué un precio sospechosamente normal, pero valió la pena. Son tres CDs. Hace años Thierry Davo me regaló una copia en cassette, que ahora está en la casa de mi hija o en la de mi hijo, no sé, pero por allí está.
3. I Pagliacci, con Giuseppe di Stephano y María Callas. Tengo otra versión en casa, muy buena y quizá mejor, pero quería ver qué hacían esos dos juntos.
4. Chansons possibles et impossibles, de Boris Vian, que ante todo era un escritor sensacional. Hasta donde sé, grabó sólo una decena de sus canciones --alguna vez las tuve en acetato--, y allí vienen. Hay unas quince más cantadas por otros. En especial hay una canción, "El desertor", que es un canto a la tristeza, a la dignidad y a la vida, y que me gusta oír para no olvidar qué y quién soy. (Trolls, absténganse. Si van a decir idioteces, hablen de ustedes mismos y sus ideas. Les sale mejor que hablar de otras personas.) Y hay otra bien divertida --la mayoría lo son-- de alguien que no es alcohólico, sólo "bebe sistemáticamente", empujado por sus amantes y los amantes de su mujer. Hay que anotar que Vian era uno de los cultores más abnegados de la patafísica, ciencia inexacta si las hay. Quien no sepa qué es eso, que busque en la Wikipedia.
5. ¡Un set de diez discos con las obras de George Gershwin, buena parte tocadas por él mismo! Falta la ópera Porgy & Bess, aunque vienen varias canciones en diferentes versiones. Hay que hacer notar que P&B puede llegar a costar varias decenas de dólares, y el paquete lo compré por 15 euros.
6. Un álbum doble con toneladas de canciones de Woodie Guthrie, compositor y cantante de protesta de los años cuarenta y cincuenta en Estados Unidos. Se dice que de allí aprendió Bob Dylan, y la verdad prefiero al maestro, nomás que no había hallado sus cosas.
7. Un disco de Chavela Vargas, con DVD incluido, grabado en Costa Rica por gente de la Universidad de Guadalajara. Éste lo compré en Biarritz.
Supongo que tendré que pararle a las compras o me quedaré sin dinero para las dos próximas semanas. Por ahora puedo sobrevivir.
Por la tarde, frente al Capitolium, se armó un mitin bastante alegre para lograr la moratoria de... uh... no entendí, pero les di mi apoyo moral. Ojalá que sea algo bueno.
Y ésta es la librería Ombres Blanches (sombras blancas, pue), donde sería la presentación del libro. Es inmensa. Por dentro ocupa casi una manzana, aunque hay otros negocios aledaños por fuera. Allí compré uno de Lucky Luke y una versión en cómic de En la colonia penal, de Kafka. Un tanto lento el guión, pero bien espeluznante, cual debía ser.
Y el cartel invitando a la presentación. Los colores no tienen nada que ver con El Salvador; vi los de los eventos anteriores y eran iguales.
Como era muy temprano para llegar, me puse a callejonear y a tomar fotos.
Ésta me llamó la atención: la portada es medieval, pero acoge a un instituto dedicado a Fermat, sí, el del Teorema de Fermat. (El que no sepa, que busque en la Wikipedia.)
Y al país que vieres, haz lo que fueres. Me senté a escribir algo que me ha estado rondando la cabeza, y lo escribí en un cuaderno francés, caracterizado --como buena parte de los cuadernos franceses-- por su papel satinado y su buena calidad. Me senté en la mesita, llegó el mesero y ni siquiera me preguntó qué quería; se me quedó viendo y ya. "Un café", le dije, y esperé que me preguntara de qué tipo: americano, capuchino, con leche, sin leche, con crema batida... Nada de eso: me trajo el que aparece en la foto, mitad americano muy fuerte, mitad expresso un tanto suave. Delicioso. Y lo tomé sin azúcar, para no arruinarlo. Años de no tomar un café y tuve suerte de que fuera delicioso. De hecho me tomé dos, y no me quitaron el sueño; escribo tarde, pero ya me eché una siesta de un buen par de horas para esperar a hablar con Krisma por el chat a una hora sensata.
La bolsa que aparece arriba está llena de cuadernos franceses. Diez. El rojo que se ve allí tiene 48 páginas, o sea 24 hojas. Las suficientes para el relato que estoy escribiendo, sin que sobre mucho ni haga falta nada. Y ayer compré 12 o 14 más, de diferentes estilos, etcétera. Con los que llegue a regalar, tendré para un buen par de años.
Y la presentación del libro en Ombres Blanches. A la derecha, un académico que se había leído todo lo que he publicado en francés, y lo maneja bastante bien. Se dedicó a hacerme preguntas peliagudas, de las que a uno le gustan. No me dijo su nombre, nadie me lo dijo. Me pidió que lo llamara "Jo", así nomás.
En el centro, Jacques Danton, que trabaja con la librería y en rigor debía dedicarse a traducir, lo cual hizo, pero antes y después me/nos hizo unas observaciones bien serias acerca de lo que escribo. Al final él y yo nos fuimos a comer comida china. Deliciosa y abundante, y no muy cara para los estándares locales.
Mañana, a las 11:53, viaje a Montpellier para la siguiente presentación. El tren tarda unas tres horas. Ya hablaremos desde allá, si se puede. Si no, pasado mañana, desde la Casa de los Escritores y los Traductores de Saint-Nazaire. Y si no al día siguiente, desde LeMans, donde vive Alain Mala, sede de la heroica editorial Cénomane y cuna de Thierry Davo.
En los ínterin he estado hablando acerca del trabajo de los compañeros de La Casa. La mitad de la presentación de hoy (bueno, la de ayer) trató acerca de eso. Emocionante.
Pero la gente de Toulouse y alrededores no eran herejes: su religión no tenía nada que ver con el catolicismo; si no, quizá hubiera sido más fácil para todos: se ponen de acuerdo y listo. (Ajá. Como siempre ha sido fácil con el Vaticano...)
El que quiera saber de eso, que lea más de lo que yo he leído. Un poco viene en la novela El nombre de la rosa, de Umberto Eco. Lo interesante es que los cátaros eran un pueblo que se dedicaba con especial fervor a las artes, y de allí salió --al menos en parte-- uno de los fenómenos culturales que caracterizan a la Edad Media y el Renacimiento: la juglaría.
Los juglares --al menos los de Occitania-- se dedicaron a recorrer mundo cantando historias de guerra, religión y resistencia, disfrazadas a veces de canciones de amor. La amada era la tierra que sufría, el amante eran los guerreros que al final perderían la guerra y sufrirían las muertes tan enfermas propinadas por la iglesia católica --ahora sólo les da por la paidofilia; se hubieran quedado matando banqueros y papas buenos--, con la dignidad triste de los que no acaban de entender.
Ahora, cerca de 750 años después, me dicen que hay un movimiento creciente, espontáneo pero constante, de recuperar esa identidad perdida. Ya hay escuelas que enseñan no sólo el occitano, sino también en occitano, al menos algunas materias. Se está reconstruyendo la historia y, en fin, uno habla con gente local y se da cuenta del orgullo que sienten de ser lo que son, de tener la historia que tienen, así sea de derrota. Claro que debe existir la corriente contraria, pero por mí estuvo bien no encontrármela.
Hubo algo que me llamó la atención: hay gente de un montón de nacionalidades, colores y creencias. Me parece que hay una convivencia fluida, y me pareció que es normal lo que otros, con no poco de racismo, llaman "parejas mixtas". Vi a un montón de africanos del norte y de la parte negra haciendo, desde luego, el trabajo sucio que no hace nadie más. Pero, por lo que averigüé, en buena parte son estudiantes que arreglan calles, atienden hoteles, etcétera, en lo que se gradúan.
Detecté que hay dos puntos de confluencia importantes en la ciudad. El primero es una plaza ubicada en la zona turística de Toulouse, de la que no anoté el nombre y me da pereza buscarlo. El segundo es la plaza del Capitolium, que se ve en la foto anterior. Pasa de todo, según vi. Es el lugar por el que buena parte de los habitantes deben atravesar de camino a su trabajo o su escuela, y de allí pallá es donde se encuentra lo que necesitan, hacen y consumen los locales. (Pude decir "los indígenas" o "los nativos", pero no lo haré, lo prometo.)
Anoche di una vuelta por los portales que están frente al Capitolium y vi algo sensacional: una exposición de pintura... colocada en el techo, a falta de espacio en otra parte. Es una idea tan obvia y tan brillante... Creo que en El Salvador podría intentarse algo así.
Por la noche, la plaza se llena de jóvenes. Y el centro de reunión es... cómo decirlo... el McDonalds que está en la esquina. Como me puse malo de la panza, para regularizarme, comí allí un par de veces, como anoche.
Hubo algo que me divirtió: la ensalada que pedí. En lugar de llevar pollo, como cualquier ensalada César de una cadena de comida rápida, llevaba salmón. Y costaba lo mismo que la otra.
Lo menos trascendente pero para mí importante: ¡me compré unos zapatos! Son medio artesanales, nacidos para ser viejos --y cómodos-- y un poco caros si acaso existiera algo así en EL Salvador. Los negros que he usado casi durante tres años están aún bien, y estoy seguro de que durarán más que éstos. Pero el placer nadie me lo quita.
Y he hecho valer ese derecho al placer. (Doble rima cruzada en una frase cortita. Hasta Mario Zetino estaría contento.) Por algún motivo, o por muchos --piratería, internet, stocks antiguos de las compañías-- se puede encontrar discos ridículamente baratos, a unos tres euros, de alta calidad y marca irreprochable, nada de chabeleados. Así que compré varios discos:
1. Canciones españolas antiguas, según recopilación y música de Federico García Lorca.
2. L'Etranger leído por Albert Camus, grabado por Radio Nacional en 1952. Por éste sí pagué un precio sospechosamente normal, pero valió la pena. Son tres CDs. Hace años Thierry Davo me regaló una copia en cassette, que ahora está en la casa de mi hija o en la de mi hijo, no sé, pero por allí está.
3. I Pagliacci, con Giuseppe di Stephano y María Callas. Tengo otra versión en casa, muy buena y quizá mejor, pero quería ver qué hacían esos dos juntos.
4. Chansons possibles et impossibles, de Boris Vian, que ante todo era un escritor sensacional. Hasta donde sé, grabó sólo una decena de sus canciones --alguna vez las tuve en acetato--, y allí vienen. Hay unas quince más cantadas por otros. En especial hay una canción, "El desertor", que es un canto a la tristeza, a la dignidad y a la vida, y que me gusta oír para no olvidar qué y quién soy. (Trolls, absténganse. Si van a decir idioteces, hablen de ustedes mismos y sus ideas. Les sale mejor que hablar de otras personas.) Y hay otra bien divertida --la mayoría lo son-- de alguien que no es alcohólico, sólo "bebe sistemáticamente", empujado por sus amantes y los amantes de su mujer. Hay que anotar que Vian era uno de los cultores más abnegados de la patafísica, ciencia inexacta si las hay. Quien no sepa qué es eso, que busque en la Wikipedia.
5. ¡Un set de diez discos con las obras de George Gershwin, buena parte tocadas por él mismo! Falta la ópera Porgy & Bess, aunque vienen varias canciones en diferentes versiones. Hay que hacer notar que P&B puede llegar a costar varias decenas de dólares, y el paquete lo compré por 15 euros.
6. Un álbum doble con toneladas de canciones de Woodie Guthrie, compositor y cantante de protesta de los años cuarenta y cincuenta en Estados Unidos. Se dice que de allí aprendió Bob Dylan, y la verdad prefiero al maestro, nomás que no había hallado sus cosas.
7. Un disco de Chavela Vargas, con DVD incluido, grabado en Costa Rica por gente de la Universidad de Guadalajara. Éste lo compré en Biarritz.
Supongo que tendré que pararle a las compras o me quedaré sin dinero para las dos próximas semanas. Por ahora puedo sobrevivir.
Por la tarde, frente al Capitolium, se armó un mitin bastante alegre para lograr la moratoria de... uh... no entendí, pero les di mi apoyo moral. Ojalá que sea algo bueno.
Y ésta es la librería Ombres Blanches (sombras blancas, pue), donde sería la presentación del libro. Es inmensa. Por dentro ocupa casi una manzana, aunque hay otros negocios aledaños por fuera. Allí compré uno de Lucky Luke y una versión en cómic de En la colonia penal, de Kafka. Un tanto lento el guión, pero bien espeluznante, cual debía ser.
Y el cartel invitando a la presentación. Los colores no tienen nada que ver con El Salvador; vi los de los eventos anteriores y eran iguales.
Como era muy temprano para llegar, me puse a callejonear y a tomar fotos.
Ésta me llamó la atención: la portada es medieval, pero acoge a un instituto dedicado a Fermat, sí, el del Teorema de Fermat. (El que no sepa, que busque en la Wikipedia.)
Y al país que vieres, haz lo que fueres. Me senté a escribir algo que me ha estado rondando la cabeza, y lo escribí en un cuaderno francés, caracterizado --como buena parte de los cuadernos franceses-- por su papel satinado y su buena calidad. Me senté en la mesita, llegó el mesero y ni siquiera me preguntó qué quería; se me quedó viendo y ya. "Un café", le dije, y esperé que me preguntara de qué tipo: americano, capuchino, con leche, sin leche, con crema batida... Nada de eso: me trajo el que aparece en la foto, mitad americano muy fuerte, mitad expresso un tanto suave. Delicioso. Y lo tomé sin azúcar, para no arruinarlo. Años de no tomar un café y tuve suerte de que fuera delicioso. De hecho me tomé dos, y no me quitaron el sueño; escribo tarde, pero ya me eché una siesta de un buen par de horas para esperar a hablar con Krisma por el chat a una hora sensata.
La bolsa que aparece arriba está llena de cuadernos franceses. Diez. El rojo que se ve allí tiene 48 páginas, o sea 24 hojas. Las suficientes para el relato que estoy escribiendo, sin que sobre mucho ni haga falta nada. Y ayer compré 12 o 14 más, de diferentes estilos, etcétera. Con los que llegue a regalar, tendré para un buen par de años.
Y la presentación del libro en Ombres Blanches. A la derecha, un académico que se había leído todo lo que he publicado en francés, y lo maneja bastante bien. Se dedicó a hacerme preguntas peliagudas, de las que a uno le gustan. No me dijo su nombre, nadie me lo dijo. Me pidió que lo llamara "Jo", así nomás.
En el centro, Jacques Danton, que trabaja con la librería y en rigor debía dedicarse a traducir, lo cual hizo, pero antes y después me/nos hizo unas observaciones bien serias acerca de lo que escribo. Al final él y yo nos fuimos a comer comida china. Deliciosa y abundante, y no muy cara para los estándares locales.
Mañana, a las 11:53, viaje a Montpellier para la siguiente presentación. El tren tarda unas tres horas. Ya hablaremos desde allá, si se puede. Si no, pasado mañana, desde la Casa de los Escritores y los Traductores de Saint-Nazaire. Y si no al día siguiente, desde LeMans, donde vive Alain Mala, sede de la heroica editorial Cénomane y cuna de Thierry Davo.
En los ínterin he estado hablando acerca del trabajo de los compañeros de La Casa. La mitad de la presentación de hoy (bueno, la de ayer) trató acerca de eso. Emocionante.
8 comentarios:
Buenísimo! ya no te digo nada que no te haya dicho por chat :) sólo que espero que la sigás pasando super bien y que traigás un chingo de historias y remarques sobre los franceses para compartir y reir... son tan extraños para us latinoamericanos.
Me agrada, que viaje mas activo y que bien detallado. Cada vez que me asomo hay un post nuevo.
Los zapatos tan curioso y lo de Lucky Luke, pos mas todavía, nunca he visto uno de esos. Para mi siempre ha sido un personaje mas de caricaturas que de historieta.
hola saludos Rafael
nada mas como aportacion el mitin del que hablas en el capitolium
segun puedo leer en las pancartas es en contra de los OMG
organismos geneticamente modificados, por cierto en Francia el cultivo mas extensivo de OMG es el maiz y es contra este que hay muchas portestas de grupos ambientalistas
saludos
Excelente compra con L'Etranger leido por Camus, Lo vi una vez en Nueva York pero costaba $100 asi es que me quede con las ganas. Boris Vian es muy bueno tambien.
Hola Rafael,
soy Isabelle Bleton, amiga de Thierry Davo y la que te recibira en Lyon el 12 de octubre para un pequeño encuentro con los estudiantes de la ENS. me encanta tu blog, que ademas de divertirme me permitio conocerte un poco antes del verdadero encuentro. sera un placer, no lo dudo, y ya estoy hablando con entusiasmo del evento a mis estudiantes. uno de ellos es compatriota tuyo ! (no te asustes, eh?)
me alegra que disfrutes de tu viaje, espero que lo siguiente te vaya bien.
un abrazo
Isabel.
hey y el post de la cámara??
Rafa... seguí haciendo buenas compras, si compartís pirateando esas cosas que comprás, se te podría hacer una transferencia jajaja
:P
Tá chivo.
Hola Rafael, menos mal que te comprastes unos zapatos, viendo los pasos que das por Toulouse pronto tendras que dejar los negros.
un abrazo y cuidate.
Angela
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