30 de marzo de 2007

La semana antes de Semana Santa

Lunes y martes. Días de dudoso descanso. Me pidieron un artículo largo, en dos partes, para una publicación de la que hablaré otro día. Ya tenía algo escrito y casi listo: un capítulo que no incluí (no recuerdo por qué; creo que falta de tiempo para elaborarlo bien) en la segunda edición de Tiempos de locura, y que entrará en la tercera y definitiva como parte de otro. (Ya se están tardando, ¿no?) Si hubiera sido un artículo verdaderamente largo, no hubiese existido problema, pero había que dejarlo en más o menos mil palabras por entrega. Y a cortar y reacomodar.
Hubo que desvelarse, pues, y para contrarrestar o complementar el desvelo --yo me entiendo-- terminé el martes por la tarde en Flacso --sin que tenga que ver con el asunto-- conversando con Carlos Briones de todo lo que se puede platicar con él, o sea de todo, y muy divertido. Hasta la vez que nos peleamos estábamos rebotando de risa...
Hacía meses que no nos sentábamos a hablar de cualquier cosa, y me la pasé bien. Me dio los materiales de un seminario que Flacso hizo con FundaUngo en febrero pasado, bajo el tema "La polarización política en El Salvador", que deberá publicarse muy pronto en forma de libro. No se lo pierdan, en serio, y va un adelanto.
Hay seis ensayos de personas dedicadas a diferentes profesiones u oficios, de un buen rango de ideologías políticas, y casi todas llegan a la misma conclusión, y la fundamentan: en El Salvador no existe una polarización social, sino política. Esto es: "la gente" no está polarizada ideológicamente, sino que los partidos promueven esa idea junto con la polarización. Y entre la población no es un factor importante que un partido sea de derecha o izquierda a la hora de votar.
Uno de los ponentes, un politólogo, descubre que no hay dos polos ideológicos, sino tres; que la mayor proporción se considera de derecha, seguida por una que se considera de centro, y la minoría --significativa, pero minoría-- es de izquierda. Pero eso no se ve reflejado en los votos, y no porque los partidos "de centro" sean tres y se los dividan, porque la proporción de gente que los elige es mínima (al menos así fue en las últimas presidenciales; las municipales funcionan de otro modo). Hay varios criterios por los cuales la votación da la sensación de polarización, y no necesariamente son excluyentes:
a) Se vota por partidos que tengan alguna posibilidad de ganar.
b) Históricamente, el voto ha sido "antisistema" o "prosistema", "antigobierno" o "progobierno", "antimilitares" o "promilitares". Se da entonces la paradoja de que haya gente de izquierda que vote por ARENA, como se vio en las últimas presidenciales, o lo contrario.
c) Se vota por el partido que tenga un mejor proyecto. Allí iría, supongo, buena parte del voto "de centro".
d) Se vota por individuos que se consideren fiables, como en Santa Tecla, Santa Ana, San Miguel y Nejapa. O se vota contra los que no muestren ser fiables.
Unos fragmentos de esa ponencia:
¿Qué tal si los electores no votan en términos de ideología, como lo supone el razonamiento “tradicional”? Es posible imaginar que los electores sigan otra “lógica” aunque los partidos se autoproclamen como ideológicamente orientados. Así, el FMLN sería un partido autoproclamado de izquierda y ARENA sería un partido autoproclamado de derecha. Como la mayor parte del electorado “tradicionalmente” vota a estos partidos, la conclusión lógica es que el electorado vota según la ideología explícitamente proclamada de los partidos. [...] Diversos analistas asumen que los electores se comportan en términos ideológicos porque asumen que los partidos compiten en esos términos. Dando por sentado que así son las cosas, la suerte electoral de los partidos de centro aparece como un enigma. [...]
Si preguntamos a militantes del PCN y ARENA sobre su ideología, seguramente contestarán que es de derecha, mientras que si preguntamos a militantes del FMLN sobre el mismo punto seguramente responderán que es de izquierda. Pero, ¿qué pasa si preguntamos a militantes del PDC? Es muy probable que afirmen que su ideología es “de centro”. Éste me parece que es el punto. Porque el “centro” no alude a una ideología, sino a una “ubicación” en una dimensión. Evidentemente, si en esa dimensión el FMLN está a la izquierda y ARENA a la derecha, necesariamente el PDC se ubica en el centro. Ahora bien, si recurrimos a un plano bidimensional para representar las oposiciones partidistas, hablar del centro no tiene sentido, como tampoco lo tiene hablar de izquierda y derecha.
Etcétera.
Un periodista señala en su trabajo:
La descripción de un sistema político polarizado, como el nuestro, podría dar lugar a concluir que El Salvador es, consecuentemente, un país polarizado. Pero esta tesis se cae con sólo ver las encuestas de opinión sobre la aceptación de partidos políticos en El Salvador. La de Latinobarómetro de 2003 registra que el 61 por ciento de los ciudadanos se declaran sin afinidad por los partidos políticos, y menos del 5 por ciento dicen ser ¨muy afines¨ a los partidos de su preferencia.
Las diversas encuestas realizadas sobre confianza en los partidos políticos registran, en el más conservador de los casos, a más del 75 por ciento de la población expresando desconfianza hacia los partidos políticos. Los enfrentamientos y el discurso polarizante parten de las dirigencias partidarias, no de sus militantes ni de los ciudadanos.
El Salvador no es un país tan polarizado. Las sospechas y las zancadillas políticas de las extremas no se trasladan, al menos en el terreno de las ideologías o el pensamiento político, a la ciudadanía. Sociedades como la estadounidense, la venezolana o la española muestran características de mayor polarización que la salvadoreña.

Para aprovechar que estaba por el rumbo, me fui a Galerías a comer un spaghetti en Piccolo Tre Fratelli, y caminé desde la 9a calle (donde está Flacso) hasta el Paseo Escalón. En la 3a calle me detuve maravillado: en el cordón de la acera, después del número, habían puesto un parche de pintura amarilla, y sobre el parche se leía el nombre de Schafik Hándal. Esto es: la 3a calle ahora se llama Schafik Hándal. Quizá lo había leído, pero no lo registré. Me reí: sé que la calle es muy larga, pero me tocó ver el rótulo precisamente en la colonia Escalón, a unos metros de un centro de consumo que muy poco tiene que ver con la ideología del difunto y a unos metros más del Paseo General Escalón. La muerte hace extraños compañeros de calle.
Me acordé de cuando le pusieron nombre a la 2a avenida, la que pasa cerca de El diario de hoy: Monseñor Óscar Arnulfo Romero. Más de uno en el periódico se habrá sentido incómodo, y supongo que ese criterio no habrá estado ausente en la decisión del alcalde Silva. Y la 29a calle ahora se llama Camilo Minero. Emocionante.
Y hay más cosas emocionantes: Ernesto Bautista, quien ha llegado a La Casa a trabajar sus textos en varias ocasiones, se ganó el premio Amílcar Colocho de poesía joven. Otra compañera de La Casa, Claudia Alas, recibió una mención. Se puede ver en el PDF del Suplemento Tres Mil, en este link.

Miércoles. Suspendido un taller. A cosas administrativas y a planificar. El miércoles siempre es un día extraño. A veces no hay nada, a veces cae todo al mismo tiempo.

Jueves. Taller de periodismo. Hace meses que pasamos del rollo técnico, y más bien estamos en los intríngulis del oficio, en casos específicos, en las preguntas más difíciles de responderse a uno mismo. Una de las de ayer fue cómo ser un periodista "completo", que pueda manejar diferentes géneros, enfoques, etcétera, con la misma calidad y destreza. Y la respuesta es que no hay modo. Igual que en literatura, uno es lo que es, y así escribe: habrá temas y enfoques que podrá olfatear a leguas a la redonda, y otros que ni siquiera advertirá, o que hará falta mucho entrenamiento para que advierta. La obligación de un periodista es saber lo más que pueda, manejar todos los géneros, ser un comando del manejo de la información, pero siempre se especializará en algo. Los más codiciados son los cronistas: uno puede aprender a hacer crónicas, pero encontrar un cronista natural es de lo más difícil. Cuando un editor lo halla, no lo suelta, porque no hay técnica que pueda superar lo que haga. Igual hay gente buena para reportajes "duros", para nota diaria, para análisis, para edición... Poner a un buen reportero de calle a editar es un desperdicio, lo mismo que poner a un cronista a hacer nota diaria o a un entrevistador a ir por las gaseosas. Quizá de ese modo están desperdiciándose talentos en el periodismo nacional, etcétera.
Krisma se fue desde temprano a Santa Ana, para el recital que dio junto con Jorge Galán y Eleazar Rivera, que armaron en la UES los compañeros de La Casa en la vecina república. De regreso llegó a La Casa y, zaz, en ese momento me llaman para decirme que la nota que hice el lunes y martes se atrasa una semana, que necesitan un artículo de opinión para hoy. Y, bueno, después de ver House M.D. me puse a hacerlo. A mí me divirtió, pero creo que van a llover los blogs anónimos, por decir lo mejor. Y eso será más divertido aún. Ya lo envié.
Y Alberto Quiñónez dio señales de vida después de cuatro o cinco meses: ¡terminó su poemario! Ya le di una revisada rápida. Guau. Me mandó también el de Claudia Alas. Imagino que los trabajaremos en los próximos días para que queden listos para publicación. (No, no los escribo ni reescribo. Ni siquiera les meto mano. Nomás leemos verso por verso y me pongo a hacer preguntas incómodas. Hay que encontrarle también un orden a los poemas: el orden determina el carácter del libro, y en un solo poemario hay muchos libros posibles. Es difícil decidir cuál quedará.)

Viernes. Por la mañana, nada especial. Por la tarde, algo muy especial. Desde hace más de un mes, los viernes por la tarde, está llegando una muchacha que acaba de cumplir quince años y que me mandaron de la Escuela Goldtree, que vive cerca de La Casa. Desde el primer momento me lo dijo: Quiero ser escritora, quiero escribir novela. Y en ésas estamos, ya que no puede llegar al taller de los domingos.
Aparece con su hermano menor y con su cuaderno, nos sentamos en el jardín, y va armando poco a poco un relato. Tiene una sabiduría natural para el comportamiento de los personajes; aún es ingenua para el manejo de historias, pero aprende muy rápido.
De entrada me planteó un tema: un muchacho se pelea con su padre y decide que se va y no regresa. Camina unos metros fuera de la casa, saca lo que trae en los bolsillos y mira: unos billetes, unas monedas, unos trozos de papel con nada importante y las llaves de la casa. Lo primero que hace es tirar las llaves.
--¿Para dónde las tira? --le pregunto.
--¡Pues para atrás! --me contesta como se le contesta a alguien que no ha entendido de qué se trata el asunto después de largas explicaciones.
--¿Por qué para atrás?
--¡Pues porque allí está su pasado!
--¿Qué hace con los papeles?
--También los tira.
--¿Hacia dónde?
--Ésos sólo los deja caer. No son importantes --me dice, y luego hace que el personaje cuente el dinero y calcule para cuánto tiempo le alcanzará.
Ya avanzó mucho más que eso. Ahora está con el segundo de tres personajes principales, y hace que se mueva con mucha soltura. Ya veremos hoy cómo armó la historia, y cómo va a comenzar la trama.
No sé si las vacaciones de semana santa comienzan el lunes o el miércoles; ni siquiera he preguntado. Como el lunes y el martes descanso, no me preocupa tampoco. Necesito no hacer nada. Quizá lo logre, aunque no apostaría nada.
Me gustan mi vida y mi trabajo.

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