Clásicos en función corrida
Un amigo decía que uno intuye que se está poniendo viejo cuando las películas que ahora se presentan como clásicas uno las vio en función corrida.
Y, sí, me tocó ver en estreno Vestida para matar, con Angie Dickinson y Michael Caine, en el tantas veces heroico Cine Latino, del Paseo de la Reforma, en la Ciudad de Mëxico, en 1980. Hoy vi un pedazo en el canal Retro... o sea que es mucho más que clásica. Y veintisiete años no se me hacen tantos, puestos así, en perspectiva.
La primera noción de "eso" me dio por allí de 1989 o 1990, en una semana santa. Mi ex suegro acostumbraba ver películas en la onda de Rey de reyes y Barrabás, y podía pasarme tardes enteras con él viendo el montón de películas de ocasión. Y de pronto, entre La más grande historia jamás contada y Ben Hur (o vaya a saber cuáles) anunciaron Jesucristo superestrella...
Me indigné, desde luego, porque el mismísimo para Pablo VI había prohibido a la feligresía universal que viera ese adefesio, so pena de alguna cosa fea, y hubo países (como El Salvador) donde pasaron meses antes de que alguna sala de cine pudiera exhibirla. O sea que el símbolo de rebeldía se convertía en... uh... película de semana santa. Y algo peor aún: el corte de pelo que yo usaba a esas alturas de la posmodernidad y de la caída del socialismo europeo era exactamente igual al de Pedro... Creo que pocas cosas me han conmocionado tanto. Es decir: mi corte de pelo tenía diecisiete o dieciocho años y ni cuenta me había dado. Aun así insistí algunos años más; sólo me lo cambié al llegar a El Salvador, y eso por el calor infame que hace por aquí durante una temporada del año que se parece al año completo.
En fin, corto este post. En este momento están pasando El Ángel Azul, con Marlene Dietrich y Emil Jannings, una de mis Top Five. La he visto casi una treintena de veces, pero una más no sobra. Fue hecha en 1930, o sea que era clásica cuando nací. Siempre hay algo más viejo de lo que uno pueda recordar.
Y, sí, me tocó ver en estreno Vestida para matar, con Angie Dickinson y Michael Caine, en el tantas veces heroico Cine Latino, del Paseo de la Reforma, en la Ciudad de Mëxico, en 1980. Hoy vi un pedazo en el canal Retro... o sea que es mucho más que clásica. Y veintisiete años no se me hacen tantos, puestos así, en perspectiva.
La primera noción de "eso" me dio por allí de 1989 o 1990, en una semana santa. Mi ex suegro acostumbraba ver películas en la onda de Rey de reyes y Barrabás, y podía pasarme tardes enteras con él viendo el montón de películas de ocasión. Y de pronto, entre La más grande historia jamás contada y Ben Hur (o vaya a saber cuáles) anunciaron Jesucristo superestrella...
Me indigné, desde luego, porque el mismísimo para Pablo VI había prohibido a la feligresía universal que viera ese adefesio, so pena de alguna cosa fea, y hubo países (como El Salvador) donde pasaron meses antes de que alguna sala de cine pudiera exhibirla. O sea que el símbolo de rebeldía se convertía en... uh... película de semana santa. Y algo peor aún: el corte de pelo que yo usaba a esas alturas de la posmodernidad y de la caída del socialismo europeo era exactamente igual al de Pedro... Creo que pocas cosas me han conmocionado tanto. Es decir: mi corte de pelo tenía diecisiete o dieciocho años y ni cuenta me había dado. Aun así insistí algunos años más; sólo me lo cambié al llegar a El Salvador, y eso por el calor infame que hace por aquí durante una temporada del año que se parece al año completo.
En fin, corto este post. En este momento están pasando El Ángel Azul, con Marlene Dietrich y Emil Jannings, una de mis Top Five. La he visto casi una treintena de veces, pero una más no sobra. Fue hecha en 1930, o sea que era clásica cuando nací. Siempre hay algo más viejo de lo que uno pueda recordar.
Marlene Dietrich y Emil Jannings en El Ángel Azul, cúspide del cine expresionista alemán (si a uno le gusta eso de andar clasificando las películas en ismos).
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