18 de septiembre de 2007

Mon semblable, mon frère

En un mensaje que recibí hace un par de días, Thierry Davo me dice:
Al leer tu post sobre Eunice, volví a leer correo antiguo. Tu primera carta:
La recuerdo bien y, aunque no la tengo aquí --debe estar en alguna caja en casa de mi hija, en México--, recuerdo también la formalidad estrictamente francesa con la que Thierry me escribió para decirme que había leído Historia del traidor de Nunca Jamás, que le había gustado --enumeraba un montón de motivos, que sigo agradeciendo--, que queria traducirla, que no tenía la menor idea de dónde se podía publicar, pero que eso era lo de menos. (Al final aparecería en Cénomane, nuestra editorial actual, dirigida por el nunca bien ponderado y jamás lo suficientemente descrito Alain Mala.)
Lo de "estimado señor" fue porque me dijo que estaba trabajando en esos momentos en la embajada francesa, y me imaginé que sería un señor estrictamente cuarentón y estrictamente calvo, y seguí creyéndolo hasta diciembre de ese año, cuando llegó a la Ciudad de México para que revisáramos la traducción ya terminada. Lo que apareció fue alguien un año menor que yo, y bastante más informal, lo cual en esos momentos rayaba con el libertinaje.
Hubo un par de aventuras en Guanajuato y San Miguel de Allende (¿a quién rayos se le ocurre ir sin reservar a fin de año, y sobre todo llegar en plena madrugada a ver si consigue hotel?) y muchas pláticas hasta la madrugada, bajo los efectos de unas estrictas cocacolas y jugos de frutas. (A veces cerveza o vino para él.) El fin de año fue divertidísimo: nos pasamos tratando de darle fuego a una olla de ron con jugo de naranja, un trago llamado "queimada", y al final los presentes tuvieron que emborracharse sin que echara ni siquiera una chispa. Cuando regresó a Costa Rica, donde hacía el servicio militar en la embajada (o sea que por eso estaba allá: para cumplir con un deber patrio o algo), me mandó alguna carta en la que decía por qué había fallado lo de encender la bebida, y obviamente no traté de repetir en experimento.
También me mandó otro trozo de texto escaneado con la leyenda "Francamente prefiero esta otra":


Yo no, porque era todo el francés que (no) sabía, quizá un poco más del que manejo ahora, y ese "hipocrite" (no "hypocrite") me pone avergonzado.
Lo que sé ahora, veinte años después, es que ninguno de nosotros es el lector hipócrita con el que soñaba Baudelaire, o con el que decía que soñaba. Y Thierry es cada vez más mi semejante y mi hermano, con toda la distancia del tiempo y de la distancia.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Se agradece!

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Au contraire.

(¿No me faltó algún acento o algo?)

Anónimo dijo...

Très très bien.

Ahora segunda lección:
¿cómo se dice "no me importa el fútbol" en francés? Respuesta: No charles de gol.

Acabo de pasar unos días muy interesantes con Mario Vargas Llosa, depués te contamos. (Ya que entre un post sobre una cucaracha, un saltamontes y un traductor parece que te interesan los animales raros).

Un abrazo

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Thierry: El Maestro lo fue hasta La guerra del fin del mundo. De allí en adelante no respondo.
Y, sí, quiero saber todo con los detalles más morbosos incluso. Yo pongo el matamoscas.